Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Su primer amanecer juntos.
Antes de ir a su habitación, Ivette se aseguró que sus hijos estuvieran bien cómodos y dormidos. Se fue a su habitación donde Gustavo la esperaba, tenía puesta una película, ya se había quitado la arena qué traía del mar.
Ivette entró al cuarto, tomó una toalla e hizo lo mismo que al medio día, dejó la puerta entre abierta, se quitó su ropa y abrió el agua, esperó que estuviera tibia y se metió bajo la regadera, comenzó a cantar, ella tenía una hermosa voz, desde la sala la escuchó Gustavo y se dirigió al baño, el agua corría deslizandose por la piel de ella, rodeando cada una de sus curvas, los pezones se pronunciaban más marcados, al verla su deseo despertó se quitó la ropa, entró al espacio y junto a ella quedó bajo la regadera, la abrazó desde la cintura y comenzó a besarla, acariciaba su pecho tocando sus pezones con suavidad, ella respondió a cada uno de sus besos, ella levantó una pierna y llevó la mano de él a su intimidad, estaba húmeda pero no por el agua, su respiración era agitada, ella se acercó más dando lugar a su miembro viril para entrar en ella, sus gemidos y jadeos eran unísono, él entraba en ella una y otra vez a veces suave y otras con fuerza, ella quedaba aplastada contra la pared— ¿vamos a la cama? Le dijo él al oído.
Ella llevó sus brazos a su cuello y con sus piernas abrazó su torzo. Su miembro viril aún estaba dentro de ella y así la trasladó hasta la cama donde la pasión siguió desbordando su primera noche juntos, en la cama se recorrieron cada centímetro de sus cuerpos el uno al otro se besaron hasta el alma, sin tiempo, ni medida, así comenzó su primer noche en el hotel, se amaron hasta quedar dormidos, al amanecer muy temprano, ella despertó primero, él la tenía abrazada, parecía un sueño haber despertado al lado de su amor, ella miró el cuerpo desnudo de él, un hombre cincuenton pero muy atractivo y su sexo era juvenil, siempre estaba vigoroso, su miembro estaba duro aunque él dormía, ella no pudo evitar acariciar su intimidad, el despertó con sus caricias y el deseo incontrolable, ella comenzó a besar el torzo de él y fue bajando sugiriendo que no pararía hasta tenerlo en su boca — ¿ me besaras? — preguntó y Antes que el termine de preguntar ella tenía su miembro en la boca, con besos suaves acompañados de caricias le hizo el amor con su boca, hasta sacar sus fluidos, Gustavo no soportó el deseo de hacer lo mismo con Ivette y beso la intimidad de ella, su entrega fue total.
Esta Experiencia aun no la habían vivido, el despertar juntos y hacerse el amor con tranquilidad hasta que el cansancio les diga basta, despertar y seguir amandose.
El tiempo juntos era limitado, se encontraban al terminar de trabajar y volvían a casa por los hijos de Ivette qué ella nunca dejó solos. Así que fue un momento memorable para los dos, tal vez despertaron más cansados que cuando fueron a dormir, se hicieron el amor como si se acababa el mundo.