CONSTANTINE

ADVERTENCIA

Antes de iniciar el siguiente capítulo, les informo que tiene escenas de contenido para adultos.

Agradezco su atención, si no es sensible a este tipo de contenidos, puede proseguir, bajo su propio criterio.

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El contraste entre la piel canela y la extremadamente pálida, hacía una combinación explosiva. Entre besos, caricias y mimos, Luke por fin disfrutaba de la hermosa piel de la mujer que tiene clavada en su corazón.

- No sabes cuántas veces te imaginé así. - le decía, mientras besaba cada parte del cuerpo de Evon.

- Mmmm... capitán... Mmmm.. - era todo lo que pudo decir la pobre, cuando el pelirrojo llegó a esa zona que hace tiempo no tenía acción.

- Sabes deliciosa, mi bábóg. - respondió en lo que devoraba aquel lugar.

El tiempo se había detenido en aquel apartamento, la luz entraba a través de los grandes ventanales de cristal que daban una vista panorámica de la gran ciudad.

Evon se sentía en el paraíso, a pesar de haber experimentado estar con un hombre tan de manera íntima y que aquello trajera su más hermosa consecuencia, estaba segura de que el padre de su hijo, jamás la hizo tocar el cielo.

Después de darle placer a la mujer que ha amado durante tanto tiempo, se levantó para sacarse el boxer, tomó un preservativo y se lo colocó en la gran longitud venosa, todo bajo la atenta mirada de la morena, quien aún creía que estaba soñando, teniendo otra de sus fantasías.

Volvió a palpar aquel lugar tan deseado, para comprobar que estuviera aún lista para él, y sí que lo estaba.

- Madre mía, eres una delicia, mi hermosa Evon. - le susurró mientras entraba por aquel estrecho cana, ganándose uno que otro suspiro y gemido de parte de ella.

Luke estaba encantado, se podía dar cuenta por la estrechez de su amada, que ésta, no había estado hace mucho con otro hombre. Se moría de celos, cada que algún compañero del departamento de policía, se le daba por coquetear con ella.

Las estocadas iban a un ritmo fuerte y constante, una mano reposaba en la trémula carne del seno de la mujer, mientras la otra sostenía la cadera redonda. Las manos de ellas se aferraban a las muñecas de las manos de su amado, tratando de hallar un puerto.

- Me estás volviendo loco, nena. - seguía diciendo entre gemidos y jadeos.

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- Te he dicho que no culpes a esa chica sin pruebas, - recriminaba el padre de Patricia a su esposa - Costas no es ningún tonto y estoy seguro que de haber sospechado de esa jovencita, ya hubiera hecho justicia. - concluye.

- No, y me niego a quedarme callada, ustedes los hombres, solo piensan con la de abajo, ¿o es que no se te hace sospechoso que esa mujer, sea la única testigo y además que ahora haya engatusado al idiota de Constantine? - expone la mujer su válida teoría de madre que quiere justicia.

El hombre analizó lo dicho por su esposa, solo esperaba no estarse equivocando por apoyarla y poner en la cuerda floja a una persona inocente.

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Un apuesto trigueño, vestido con una blazer y un suéter negro, con sus piernas trabajadas, enfundadas en un jean azul clásico, entraba a una tienda 24/7 de autoservicio, cuando sin querer, tropezó con un pequeño cuerpo.

Al bajar la mirada, pudo ver a una criatura que parecía haber salido de una jaula para hámster, con una apariencia nada agraciada.

- Dis... disculpe señor. - tartamudeó la pobre chica.

- Tranquila, creo que ambos veníamos muy apurados. - decía Edson, mientras admiraba esos hermosos ojos turquesas y esos labios carnosos.

Como buen analista, podía ver más allá de ese chongo mal recogido, de esos delicados lentes de lectura y de ese feo atuendo desaliñado.

Le pareció entonces, la mujer más hermosa del planeta.

- Tiene razón, venía bastante afanada y distraída, tratando de recordar la lista de cosas que mi abuela me dijo, que le llevara. - los ojos de la chica se achicaron por la sonrisa que le dio.

- ¡Jesús Bendito! Es hermosa - se dijo, mentalmente.

- ¿Va a ingresar?

- ¿Ah? ¿Qué? - tartamudeó él.

Ella lanzó una risita divertida, por ver a tremendo espécimen, mirarla tan embobado.

Y no, no la miraba como los chicos de la secundaria, ni tampoco como los de su universidad, quienes siempre la miraban como bicho raro.

- Que si va a entrar, es que... - intentó continuar.

- Aah, lo lamento señorita. - se retiró un poco, para darle paso.

La hermosa joven pasó, para luego ser seguida por él. No entendía que hacía detrás de ella como si fuese una mosca tras una torta.

Quería saber su nombre, saber a qué se dedicaba, si tenía novio, en fin, saberlo todo de ella.

La chica caminaba por los pasillos del lugar, tratando de calmar los nervios, que le producía la mirada de ese trigueño.

¿Qué tal que fuese un asesino en serie? Era demasiado guapo como para que se fijara en ella.

Lo cierto es que Edson no era un hombre de estereotipos, mucho menos se dedicaba a juzgar la apariencia de las personas.

- Disculpe señorita, sé que le puedo parecer un psicópata, pero es que no puedo evitar, querer saber su nombre y quizás invitarla en algún momento a tomar algo. - le dijo, decidido.

- Amm, emm... soy Ninfa Maradona. - le dijo con timidez.

- Me presento, soy el Detective Edson Rodríguez, de la Policía de Miami. - se presentó, tratando de que supiera quien era y donde trabajaba.

La chica se sorprendió por el oficio del guapo hombre frente a ella.

La verdad es que no podía negar, que ese hombre estaba como quería. Esa piel trigueña, esos ojos color chocolate y esos labios gruesos que mantenían una sexy sonrisa.

- ¿Me daría su número? Me gustaría invitarla a tomar algo. - preguntó de manera caballerosa.

Ninfa lo dudó un poco, pero en esos ojos oscuros, vio sinceridad. No le producía desconfianza aquel hombre, así que se arriesgó y le dio su número.

- Muchas gracias, señorita Ninfa, pronto me comunicaré con usted para que tomemos algo. - le dijo, mientras extendía nuevamente su mano, para despedirse.

La chica de nuevo, le dio su delicada mano y este besó su dorso.

La dependienta de la tienda, miraba con incredulidad la escena. Llevaba 2 años trabajando en ese lugar, y jamás había visto a ese hombre mirar a ninguna mujer y eso que más de una coqueteaba con él, incluyéndose, pero jamás les dio una mirada como la que le dio a la rara esa.

Ambos eran clientes recurrentes, solo que por los horarios de él, jamás se habían topado, pero el destino tiene sus mañas para juntar a los corazones.