Anya despierta en el mundo de una historia que escribió hace años. Una historia sobre una bella princesa, un valiente caballero... y un despiadado dragón.
Decidida a mantenerse al margen de la gran guerra que se avecina, vive tranquilamente en un pequeño pueblo, hasta que accidentalmente salva a un pequeño niño y unos meses después un dragón aparece en su puerta.
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Roca de Dragón.
Lo iba a matar.
En su habitación, Anya estaba planeando un asesinato.
- ¡Ese bastardo desgraciado! - rugió, haciendo que Daisy se sobresaltara.
- ¿Milady?
Últimamente, Anya prestaba más atención a los periódicos. Después de que Raenor perdió el control, las noticias habían estado mencionando el incidente.
Algunos artículos eran impersonales, otros no tanto. Aunque no le agradaba, ella no culpaba realmente a los periodistas. Al fin de cuentas, no había sido un momento agradable para nadie.
Lo que más la había sorprendido, era el nuevo título que le habían conferido a ella.
Después de que varios testigos la vieran tranquilizar al dragón, la noticia se volvió el tema más hablado en el reino.
"La domadora del Dragón".
Fue el nuevo nombre que le dieron.
Ella estaba muy sorprendida y avergonzada cuando lo escuchó por primera vez, sin embargo, Raenor no parecía afectado en lo absoluto.
- ¿No le molesta? - cuando le preguntó eso, él solamente se encogió de hombros.
- No - respondió despreocupadamente - después de todo, no están diciendo ninguna mentira.
Él se refería a la nota donde hablaban de cómo ella había aplacado la ira de la bestia. Sin embargo, a la chica le pareció que estaba aceptando el título.
"¡¿Ninguna mentira?! ¡¿Quién está domado?!".
Sin embargo, la sorpresa que sintió en ese momento no era nada comparada con la ira que sentía ahora.
El periódico de hoy tenía un artículo especial.
Una pieza escrita personalmente por el segundo príncipe de Aethia.
En ella, Johannes atacaba sin piedad alguna a Demasco y, sobre todo, al duque.
Llamarlo monstruo había sido solo el comienzo, el artículo destrozaba la humanidad del duque y lo dejaba como una bestia sin razón alguna que aterrorizaba su propio territorio.
Quien leyera esto sería convencido de que Raenor era un villano cruel y sanguinario. Todo el esfuerzo de Anya había sido pisoteado por un par de páginas.
"Solo espera un poco principito, no te dejaré escapar de esta" juró la chica, con una mirada afilada que hizo que Daisy sintiera un escalofrío.
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- ¿Qué opinas, Rowan?
El niño la estaba observando con ojos maravillados.
- ¿Te gusta?
Rowan asintió enérgicamente.
Era un alivio. Por lo que costó conseguir que le hicieran el vestido a última hora, ¡más valía que se viera bien!.
- ¡Excelente! Entonces, es hora de irse - plantó un beso en la frente de su hijo - Tu padre y yo volveremos más tarde, ¿te portarás bien mientras no estamos?
Rowan asintió de nuevo.
- ¡Tenemos un buen niño! - le dio otro beso y salió de la habitación.
Raenor ya esperaba en el piso inferior, junto a la escalera. Miró hacia arriba al escuchar los pasos acercarse y su corazón se saltó un latido.
La mujer que bajaba los escalones le sonrió y podría jurar que ella estaba irradiando luz por sí misma.
Su vestido rojo combinaba con su cabello elaboradamente recogido. La tela estaba decorada con encaje negro y detalles en dorado.
Anya estaba usando los colores de Demasco.
El duque tragó saliva, intentando contener el calor que se extendía por su rostro.
Siempre era hermosa, pero esta noche parecía un ser etéreo y divino.
- ¿Qué opina? - le hizo la misma pregunta que había hecho a Rowan y, al igual que el niño, Raenor la observaba con ojos maravillados.
- ¿Milord? - intentó de nuevo, al ver que no respondía. El duque se sacudió el estupor y carraspeó antes de desviar la mirada.
- Se ve muy hermosa, milady - el rubor alcanzaba sus orejas y Anya tuvo que contener la risa.
- ¡Gracias, milord! Usted también luce muy apuesto.
Y no estaba mintiendo. Raenor usaba un traje negro con botones de oro y una capa roja.
Ya que este baile era su debut como pareja frente a la nobleza, Anya quería que ambos vistieran los colores de su casa. Así que sus vestuarios combinaban a la perfección.
- Entonces, ¿nos vamos? - preguntó lo chica.
- Espere un momento - Raenor la retuvo, tomando su mano. Luego pidió a Hadi que le entregara algo, el ayudante le acercó una pequeña caja rectangular. Al abrirla, Anya pudo vislumbrar un bello collar con una joya ambarina en su centro.
"Se parece a sus ojos" pensó.
- Esta es Dragonita, también conocida como Roca de Dragón - explicó el duque - es el único objeto que resiste la temperatura del fuego de dragón y es tan dura como un diamante. Es una tradición obsequiar este collar a las Novias de Demasco, usualmente se hace después de la presentación y no tiene que usarlo si no lo desea, pero... me haría un gran honor si aceptara llevarlo esta noche.
El duque parecía estar batallando con las palabras y su rostro se había enrojecido de nuevo. Anya se conmovió profundamente.
El rostro de Raenor cayó cuando ella se giró para darle la espalda, pero luego la vio apartarse el cabello para dejar su cuello al descubierto.
- ¿Me haría el honor de ponérmelo? - preguntó con una sonrisa.
Raenor tragó saliva una vez más, se acercó y contuvo la respiración mientras abrochaba el delicado collar. Su mano rozó la piel y Anya sintió un escalofrío bajar por su espalda.
- Muchas gracias, lo cuidaré como un tesoro - la chica también se había sonrojado - ¡Ah! Eso me recuerda...
Llamó a Daisy, quien inmediatamente le entregó una caja un poco más pequeña.
- Esto es para usted - extendió el obsequio hacia el duque, quien lo tomó y abrió la caja con cuidado - Ese es un rubí, pero de igual forma me hizo pensar en usted, espero le guste.
El broche que Anya había visto ese día en el pueblo se perdió en medio del caos. Así que decidió mandar a hacer uno específicamente para Raenor.
Él no encontraba palabras para responder. El broche tenía la forma de un dragón, pero no era un dragón furioso o amenazador. Era un dragón en pleno vuelo, con ojos de rubí y una cadena dorada que terminaba en un rubí de mayor tamaño.
Era precioso y no pudo evitar preguntarse si era así como Anya lo veía.
- ¿Me haría el honor de ponérmelo? - respondió de la misma forma en que ella había hecho.
Ella se acercó felizmente y colocó el broche en su pecho.
- Listo - sonrió, alzando la mirada para encontrarse con la de él.
- ¿Nos vamos? - el duque le ofreció su mano.
Y la duquesa la tomó sin dudar.