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Caoba

Caoba

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Reencuentro / Matrimonio arreglado / Juego del gato y el ratón / Amor-odio / Viaje a un mundo de fantasía
Popularitas:310.1k
Nilai: 4.9
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Cuarto libro de la saga colores.

Edward debe decidirse entre su libertad o su título de duque, mientras Daila enfrentará un destino impuesto por sus padres. Ambos se odian por un accidente del pasado, pero el destino los unirá de una manera inesperada ¿Podrán aceptar sus diferencias y asumir sus nuevos roles? Descúbrelo en esta apasionante saga.

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DUELO DE ESGRIMA

...DAILA:...

Edward empezó a besarme con más fuerza y profundidad, así que me aparté. Por más que me muriera de ganas por besarlo, tocarlo y que me hiciera toda clase de cosas pecaminosas, quería seguir disfrutando de la plática. Las veces anteriores no hablamos así, siempre era una discusión, me estaba gustando tener pláticas amenas con mi esposo. Éste lado de Edward era encantador y esperaba que fuese real, no una ilusión, él sonaba sincero y yo debía creerle si quería tener una buena relación.

— Lo siento, es que me cuesta contenerme con usted — Dijo, tocando mi mejilla antes de tomar distancia, volviendo a apoyar la espalda de su sillón.

Se peinó el cabello con los dedos.

A mí también me costaba y más cuando lucía tan hermoso.

Observé el anillo en mi mano y lo toqué.

Le sonreí y sus ojos se iluminaron.

— ¿Y su anillo? — Observé sus dedos desnudos.

— Usaré el de mi padre — Dije, cada vez que hablaba de su padre, la incomodidad y desagrado lo envolvían, no tuvo una buena relación con él y lo entendía— Está en una bóveda, lo buscaré luego.

— ¿Cómo era su madre? — Toqué el anillo de nuevo.

Me observó de reojo y apoyó sus manos en los reposa brazos del asiento.

Otra expresión de incomodidad.

— No lo sé.

— ¿Cómo qué no lo sabe? ¿No la conoció?

Observó un punto en la pared, como si estuviera recordando el pasado.

— Ella era reservada y callada, no era cariñosa — Confesó, suspirando — Solo cuando estaba junto a mi padre empezaba la trifulca, peleaban mucho y nunca estaban de acuerdo con nada.

— Mis padres no son de mi agrado, pero se quieren mucho, de haberse tratado como enemigos había sido mucho peor vivir con ellos, debió ser un auténtico suplicio — Sopesé y inclinó su cabeza a un lado.

— Era un niño, así que pensaba que era normal que dos padres se trataran como perros y gatos.

— ¿Su hermano cómo era?

Sopesó la pregunta, como sino tuviera respuesta. No entendía, parecía como si él nunca hubiera convivido con su familia, como si fuesen desconocidos para él.

— Demasiado maduro, desde muy pequeño — Contestó al fin — Se preparó toda su vida para asumir el ducado.

— ¿No jugaban?

— Sí.

Se tensó y supe que era un tema delicado.

— Mis hermanos me excluían de los juegos, decían que no eran para niñas — Confesé y me evaluó — Yo trataba de ser incluida cuando jugaban con la pelota, cuando trepaban árboles e iban a cazar aves con las resorteras, también cuando usaban palos para jugar a las espadas. Se molestaban y me gritaban, hasta llegaron a empujarme — Me reí.

— No debieron tratarla así.

— Me defendí, a menudo terminaba tirando de sus cabellos y rasguñando sus rostros, la mayoría del tiempo eran ellos los que salían llorando a contarles a mis padres — Entorné una expresión satisfecha.

— Ya veo que fue una fiera desde pequeña — Se rió, no se podía ser tan guapo.

— Solo trato de no perder mi esencia.

Tomó mi mano.

— ¿Qué quiere hacer mañana?

— ¿Mañana?

— Sí, podemos ir a cabalgar, dar paseos por el jardín, estar en la biblioteca...

— ¿No está muy ocupado?

— Sí, pero puedo tomar unas dos horas para dedicarle a usted — Se levantó, mostrando su esbelta figura, sentándose al borde del escritorio para quedar frente a mí — Podemos hacer algo diferente cada día, empezando mañana.

— Suena genial — Era como un sueño, como si estuviera al fondo de ese barranco, inconsciente, sumida en ésta ilusión, no, esto era real, mi duque era real.

Me levanté y lo abracé sorpresivamente.

Se quedó desconcertado ante mi gesto, sin reaccionar, tenso.

Tanta cercanía con las mujeres y parece que ninguna le había dado un abrazo, algo tan simple y tan necesario.

Me quedé con mi cabeza apoyada de su pecho y mis brazos rodeando su espalda. Su corazón estaba acelerado, su respiración lenta.

— ¿Y esto? — Su voz hizo eco en mí.

— Es un abrazo ¿Jamás le han dado uno?

— No desde hace años.

Esa respuesta hizo que me aferrara más a él.

— Tiene que corresponder, deme un abrazo — Ordené, cerrando mis ojos.

Me rodeó y suspiré, sus brazos eran tan confortables.

— No es bueno que este tan cerca, no con las ganas que le tengo — Dijo, tocando mi cabeza — Mi diosa bestial.

Recordé como se sentía su dedo y me mordí los labios.

Estaba a punto de ceder, lo necesitaba dentro de mí.

...****************...

La doncella me dió los buenos días mientras corría las cortinas de la habitación.

Suspiré, estirando mi cuerpo mientras balbuceaba el saludo. La cama no dejaba de sentirse demasiado grande, tuve que contenerme de no ir a la habitación de Edward para dormir con él, pero el recordar que si me presentaba en su habitación lo menos que haríamos era dormir, me aguantaba.

Aún no, tenía que estar segura, además, puede que le gustara, pero no sabía si estaba enamorado de mí.

Me levanté, la doncella preparó mi baño.

— ¿Qué vestido usará hoy? Su excelencia.

— No usaré vestido ya que daré un paseo por el jardín — Dije desde la bañera, emocionada como una adolescente por la cita con mi esposo, tenía un nudo en el estómago que me estaba quitando las ganas de desayunar.

— ¿Qué usará entonces? — La voz de la doncella volvió a escucharse desde la habitación.

— Los pantalones color arena — Froté el jabón en todo mi cuerpo.

— ¿Pantalones?

— Si, hay como cinco, elige el que te dije.

Terminé de bañarme y la doncella me rodeó el cuerpo con la toalla.

Estuve vestida en menos de unos diez minutos, la ropa de Hilaria no era tan complicada de colocar, por eso la prefería. Era práctica y cómoda, camisa blanca, con pantalones crema y sandalias de cuero.

La doncella estaba extrañada por mi atuendo, pero no dijo nada mientras me peinaba y ataba el cabello.

Me apliqué un brillo en los labios y también rubor.

Bajé al comedor, empecé a comer sin esperar al duque, quería encontrarme con él en el jardín, ya que ese fue el plan.

— ¿Por qué come con tanta prisa? — La ama de llaves entró.

— Buenos días, Lidia — Dije, todavía estaba disgustada por su interrupción y su forma metiche de ser.

— Buenos días ¿Va a alguna parte? — Insistió y dejé de picar la torta.

— Tendré un día con mi esposo y espero que usted se mantenga alejada, no quiero interrupciones.

Me evaluó detenidamente, juzgando mi forma de vestir y mi peinado.

— Le advierto que el duque...

— No necesito de sus advertencia — Me levanté — Ya terminé, recoge todo, he perdido el apetito.

— Pregúntele por su amante Wina — Estaba por llegar al umbral y la observé por encima de mi hombro — Él es su protector, mantiene a esa zorra, le compra joyas y ropa.

No dejé que su cizaña calara en mí.

— Cierre la boca o será la última vez que sirva para nosotros, usted no es quien para meterse en la vida de mi esposo — Gruñí, harta con la doña, esa mujer era insoportable y criticona.

El picor me envolvió ¿Wina? ¿Su amante? ¿Le compraba joyas y ropa? A mí solo me había dado el anillo de su familia.

Sacudí mi cabeza, debía creer en Edward, él me había jurado que era mío y que no iba a tener amantes.

Salí al jardín, entrando en esos extensos caminos plagados de polen, fragancias naturales y colores.

El sonido del agua en las fuentes y el canto de las aves calmaron mi irritación, respiré varias veces hasta sentarme en un banco de piedra junto a la fuente.

Un brazo apareció, sosteniendo un lirio blanco y me giré para observar al duque detrás de mí.

— Buenos días, esposa mía.

Tenía una ropa negra, camisa holgada con pantalones y botas pulidas, los botones en su cuello y pecho estaban sueltos, se veía su piel canela llena de vellos.

— Buenos días, esposo.

Tomé el lirio y lo olí.

Sonrió, dejándose caer en el banco, junto a mí.

— ¿Cómo amaneció?

— Plagada de atenciones — Reí, tomó la flor de mis dedos y la colocó en mi cabello, adornando un lado de mi rostro.

— Se ve muy hermosa, más con esa ropa — Bajó su mirada por mi cuerpo — Me prende.

— Oiga — Lo regañé, con las mejillas rojas.

— No tengo prohibido hacerle cumplidos y usted siempre me pareció una belleza — Colocó un brazo tras mi espalda y tomé una postura erguida.

— Mentira, yo le disgustaba.

— Por el flechazo, pero desde que la ví entrar a la mansión del conde yo me quedé prendado con su imagen y su boca tan atrevida, recuerdo que me llamó corriente — Se rió y no pude evitar hacer lo mismo.

— Usted me observó con ojos de buitre cuando entré, parecía un baboso.

Alzó las cejas y se llevó una mano al pecho.

— Acaba de herir mis sentimientos, pensé que lucía seductor y atractivo, no un baboso.

Solté otra carcajada — Era la primera vez lo veía, así que era obvio que tendría esa impresión. Debió ser más reservado y no andar haciendo notar sus urgencias con las dos al mismo tiempo.

— Acepto que fui demasiado imprudente, un desastre de ser, pero ya no lo recordemos porque me avergüenzo — Se levantó y me tendió su mano — Demos nuestro paseo.

La tomé y me levanté, entrelazó sus dedos con lo míos y me guió por el sendero de piedritas, adentrándonos más en el jardín.

— A su derecha podrá ver las bromelias y a su izquierda puede apreciar los tulipanes — Ondeó su mano.

— ¿Qué está haciendo?

— Dándole un recorrido como debe ser, como el guía debo nombrar las especies.

Resoplé — Lo está haciendo muy mal, esos no son tulipanes, son calas — Me reí y se encogió de hombros.

— Es igual.

— Claro que no.

— ¿Sabe mucho de flores? — Preguntó, bajando la velocidad de sus pasos.

— Leí un libro de tipos de flores y mi padre cultiva flores para la producción de jabones y perfumes.

— Eso no lo sabía — Viajó su mirada por el jardín — Quedé como un ignorante frente a una experta en flores.

Solté otra carcajada.

— Hasta equivocándose luce fantástico — Dije, sin querer soltar esas palabras en alto.

Disparó sus ojos hacia mí y sus mejillas se sonrojaron.

— Es la primera vez que me dicen algo así.

Se acercó, tirando de mi mano, inclinando su cuerpo casi completamente para poder robarme un beso corto.

Volvió a separarse de mí y continuamos el paseo.

— Hay tantas cosas que no sabemos uno del otro, pero tenemos toda la vida para conocernos — Dije, oliendo unas orquídeas color violeta.

— Yo quiero conocer todo — Se perdió en mi gesto.

— ¿Qué otra cosa le gusta? ¿A parte de de la actividad física? — Dije y estrechó sus ojos — Hablo de los ejercicios y el boxeo.

Sonrió burlonamente, pero volvió a su expresión neutral.

— Me gusta dibujar.

No me lo esperé.

— ¿Lo hace bien?

— No lo sé, jamás mostré mis dibujos — Volvió su vista al sendero.

— Quisiera ver.

Noté que estaba avergonzado, soltó mi mano y se frotó la nuca.

— No lo he hecho desde hace años.

— ¿Por qué?

— Porque tenía cosas más importantes que aprender — Apretó su mandíbula.

Recordé que en el carruaje estuvo garabateando en una libreta y supe que estaba mintiendo. Tal vez le daba vergüenza mostrarme sus dibujos.

— Debería retomarlo, si es lo que le gusta. Pienso que a todos nos hace falta hacer lo que nos gusta, sino, nos volvemos frustrados.

— Usted me está gustando mucho — Confesó y me sentí nerviosa.

— ¿Tiene algún dibujo viejo que pueda mostrarme? Le prometo no ser tan severa con mis críticas — Mostré mi dedo meñique como juramento.

— No, no tengo ninguno.

Hice un gesto de desilusión.

Se rió — De todas formas no lo hago bien.

Si, claro.

— Vamos al salón de entrenamiento — Pedí y me observó con el ceño fruncido.

— ¿Y eso para qué?

— Quiero ver donde entrena.

— Le advierto que no hay arcos ni flechas — Bromeó y puse los ojos en blanco.

— Suerte para usted que no lo hay — Dije, cruzando mis brazos.

Perdió su sonrisa y me reí.

— La voy a retar a un duelo de esgrima.

Tomó la delantera.

— ¿Un duelo? No se manejar una espada — Caminé rápidamente.

— ¿Observar a sus hermanos no le ayudó? — Caminó tan rápido.

— Oiga, mis piernas son cortas, no puedo andar a su paso — Corrí, jadeando por el esfuerzo cuando lo alcancé.

Se giró de golpe y se agachó.

Solté un grito.

Me tomó hasta elevar mi cuerpo, lo colocó sobre su hombro.

— ¿Así está mejor?

— ¡No, por supuesto que no, debe bajarme! — Gruñí asustada.

Me ignoró completamente, sacándome del jardín hasta rodear el palacio.

Los mozos y sirvientes se quedaron viendo.

Llegamos a las caballerizas y luego pasamos hasta una estructura de piedra gris.

Abrió la puerta y entramos.

Después de cerrarla me bajó.

— ¿Contenta? — Se burló cuando tomó su postura erguida, haciendo que mi mirada quedara a la altura de su pecho.

Elevé mi rostro.

— Idiota.

Pellizco mi nariz.

— Mi Chihuahua.

La aparté la mano — ¿Vuelva a llamarme así y le voy a clavar una daga en el trasero?

Caminó hacia el salón.

Observé todo, había un rin de boxeo en el centro y también un saco a un lado.

Un arsenal con espadas delgadas, también pesas y otros extraños objetos.

— Es muy espacioso.

Caminó hacia el arsenal y tomó dos espadas.

Se acercó, me tendió una por la empuñadura.

— Son de entrenamiento, así que no la cortarán.

— ¿No me dejará ni calentar? — Cuestioné.

— No necesita calentar.

La tomé, era liviana y la hoja era fina, en la punta tenía una especie de almohadilla pequeña.

Edward agitó su espada, con gracia, tomando una pose recta, juntando las piernas cuando una alargó su brazo.

Luego lanzó un ataque al aire, impulsando su cuerpo, estirando sus piernas.

Tragué con fuerza al perderme en su cuerpo formidable.

Me observó y no lo ví venir, atacó.

Retrocedí, elevando mi espada para chocarla torpemente con la suya.

— Separe las piernas, estire el brazo — Ordenó con expresión severa.

Mi corazón se agitó, cuando me percaté de que estaba cumpliendo mi deseo.

Le había dicho que me aburría ver a mis hermanos por no poder hacer lo que ellos hacían.

Edward había tomado en cuenta mis palabras.

Era atento.

Solté un suspiro e hice lo que me pidió.

Ya me tenía en sus manos, ya estaba perdida con ese hombre.

1
Mary Barrera
Excelente
Yesika Bastidas
nunca lo superó jajajaj cada que lo leo me río Chama que increíble es Dorian
Lau Méndez
Excelente
ismeira ferrebus
Me e reído sola como loca durante la lectura jejejeje🇻🇪🇻🇪
Lau
Jajajajaja esos hombres y sus deudas!!!
ismeira ferrebus
Excelente
Lau
Dorian es mi favorito, sarcástico.
Maria Luizaga
me encantó 💕
susej orta
Excelente
Yllnny
me estoy muriendo de las risas/Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm//Facepalm/
Maria Del Carmen Jalif
Excelente
Kathy Martinez
hermosa historia
Lizzie Cedeño
me encantó la historia
Lizzie Cedeño
que vieja entrometido
🌻 Monny 🌻
Cosas repugnantes que dirás wacala que ricooo 🫣🤭🤭
Maria Quiros
Excelente
Yise
No me cando de repetirte q eres increíble, imagino q seguirás escribiendo de los hijos eso sería muy bonito. Delicioso leer la historia del rey, es un tema aun delicado para muchos pero nadie puede saber q se vive de puertas para adentro y lo digo metafóricamente tal vez poc@s lo entiendan pero bueno mujer gracias muchas gracias las he leído todas a escepcion de 2 pero ya pronto las leeré y te diré q tal nuevamente gracias y porfavor sigue deleitandonos con tu escritura bendiciones /Bye-Bye//Bye-Bye//Bye-Bye//Bye-Bye//Bye-Bye//Bye-Bye/
Yise
Para mi eso es un afrodisíaco /Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/lo van a poner como pa romper panela /Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful//Joyful/
Yise
🤣🤣🤣🤣👊🏼👊🏼👊🏼Eso fue un excelente derechazooo🤣🤣🤣🤣🤣
Yise
Maldita vieja la odio /Panic//Panic/y más al saber q goleó a Edward siendo un niño
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