Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 22
Regañándose un poco por su descuido, el dios de la muerte borró de la memoria del rey y Genevieve aquellas imagenes. Lo que iba a suceder sucedería, por lo que no era bueno que ellos pensaran ahora en el futuro. Fue así que, tras dejarlos solos, el rey recobró la conciencia tras escuchar el grito de Gladiolus.
Somnus cargaba en brazos a Genevieve, mientras Gladiolus seguía luchando en el cozo de entrenamiento con el príncipe Máximo. Con su energía mágica sellada y Genevieve inconsciente, ahora solo dependían de Gladiolus para poder ganarle.
—¡Ja!—se burló Máximo—estoy empezando a creer que se equivocaron al llamarte como "el hechicero más fuerte".
Gladiolus, quien observaba a su antigua esposa o el alma de lo que una vez había sido, con una estaca infernal clavada en su pecho, lo que le impedía moverse, ignoró olímpicamente las palabras de Máximo. Sabiendo que no podía permitir que el príncipe siguiera con las suyas, sacó de su abrigo unos guantes blancos, los cuales tenían dos círculos mágicos dibujados.
—Te enseñaré—dijo chasqueando los dedos—la razón por la que me dieron ese título.
Una vez chasqueó los dedos, los círculos en sus manos se encendieron, provocando que de estos salieran chispas que rodeó todo el cozo de entrenamiento. Iniciando una columna de fuego, Gladiolus comenzó a correr alrededor de Máximo y sin dejar un segundo para pensar, comenzó a golpearlo en cada punto crítico de su cuerpo.
—¡Esto es por lo que le hiciste a Yuna!—gritó.
Con ira, tiró de un golpe a Máximo contra el fuego, haciendo que parte de su espalda se quemara. Luego, tomando su tobillo, lo lanzó al otro lado, ahora provocando que la mitad de su rostro se quemara. Mientras Máximo se retorcía del dolor, teniendo hasta los huesos expuestos en el rostro, Gladiolus se aceró de nuevo y lo tomó por el cuello.
—Imposible—respondió—hice un pacto, no deberías tener tanta energía mágica.
—Ese fue tu mayor error—habló acercándolo al fuego—el pensar que no tendría un plan para esta situación.
Sin piedad, Gladiolus llevó el rostro de Máximo a la columna de fuego, provocando que este comenzara derretirse, luego siguió con su cuerpo, haciendo que ni siquiera sus zapatos quedaran intactos. Lo había hecho con tal rapidez, que para Somnus, si a lo mucho, había pasado un minuto desde que su mano derecha había comenzado a defenderse.
—Por mucho tiempo—habló Gladiolus tambaleándose—logré fortalecerme gracias a los espíritus, lo único que deseaba era poder ser digno del cristal mágico que antes era tuyo.
Observando como poco a poco la columna de fuego comenzaba a dispersarse, percatandose que ni siquiera las cenizas del príncipe habían quedado, Gladiolus comenzó a hablar mientras le daba la espalda a Yuna. No quería verla mientras su alma se desintegraba, no tenía fuerza para ver a su esposa morir una segunda vez.
—Te entrenaron bien—respondió Yuna—puedo irme tranquila que todo estará bien.
—¿Por qué?—preguntó—¿Por qué no me dijiste quién eras antes?
—¿Hubiera valido la pena?—contra preguntó la mujer—soy una no muerta, el dios de la muerte me trajo de regreso para ser la guía de la princesa Genevieve. No quería volver al más allá sabiendo que tú sufrirías de nuevo mi partida.
—Te amo—fue lo único que dijo—te amo tanto Yuna, te sigo amando aun cuando moriste antes.
—¡Ja,ja,ja! ¿El gran Gladiolus diciendo "te amo"?—preguntó antes de irse por completo—me alegra saber que has cambiado para bien....yo también, te amo.
Con lágrimas emergiendo de lo profundo de su alma ya muerta, poco a poco comenzó a desvanecer en cientos de pequeños orbes, mientras Gladiolus lloraba en silencio, sin siquiera poder voltearse. Sentía que la vida había sido injusta, al menos le hubiera gustado haber tenido un poco más de tiempo con su esposa.
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Mientras tanto, Genevieve, quien seguía dormida, estaba vagando en el río del más allá. Sin poder recordar la razón por la cual aquel lugar se le hacía tan familiar, observó a lo lejos a Yuna, y un poco detrás de ella a un anciano cuya mirada hacía que su corazón se acelerara.