Puntadas

Emily se despertó con los primeros rayos de sol que se filtraban por las ventanas de la casa rodante. El llanto de Alán la sacó de su ensoñación. Rápido se levantó para atender a su hijo. El pequeño de cuatro años lloraba, asustado por una pesadilla que tuvo.

Salió del pequeño cuarto. Mientras intentaba calmar a Alán, Emily se dirigió hacia la cocina de la casa rodante. Lina, Jennifer y Rocío ya estaban despiertas, preparando el almuerzo.

—Buenos días, señora Emily —saludó Lina con una sonrisa amable.

Emily devolvió el saludo y se sentó en la mesa, con Alán en su regazo. Mientras las demás mujeres servían la comida, Rocío se acercó para dejar un plato frente a Emily. Fue entonces cuando Emily notó el ojo morado de Rocío. La joven pareció darse cuenta de la mirada de Emily y, deliberadamente, apartó el cabello de su rostro para que el moretón fuera aún más visible.

El corazón de Emily se encogió al ver el rostro magullado. Un pensamiento oscuro cruzó por su mente: ¿Y si Aziel tuvo algo que ver con eso? Las lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos, pero se esforzó por contenerlas. No quería crear una escena frente a las demás mujeres.

El viaje continuó durante varias horas más. Emily se mantuvo ocupada cuidando de Alán, tratando de distraerse de los pensamientos que la atormentaban. En un momento dado, Aziel se unió a un grupo de hombres que viajaban en otra camioneta. A pesar de su apariencia simpática, Emily intuyó de inmediato que se trataba de criminales.

La forma en que Aziel interactuaba con ellos, con una familiaridad y confianza que no se otorga a simples lacayos, le hizo sospechar que podrían ser líderes de mayor rango o al menos del mismo nivel que su esposo. Se trataban de "tú" a "tú", lo que reforzaba su teoría.

Emily observó a Aziel reunirse con aquellos hombres, riendo y charlando animadamente. Se preguntó de qué estarían hablando, qué planes estarían tramando. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en los peligros que podrían acechar en el camino.

—¿Todo bien, señora? —preguntó Lina, quien notó la preocupación en el rostro de la señora.

—Sí, solo estoy cansada —mintió Emily, forzando una sonrisa.

Lina asintió, comprendiendo la fatiga que todas sentían después de tantas horas de viaje. Se ofreció a cuidar de Alán para que Emily pudiera descansar un poco, a lo que ella accedió con gratitud.

Mientras Lina arrullaba al pequeño, Emily se recostó en su asiento, cerrando los ojos por un momento. Sin embargo, la imagen del rostro golpeado de Rocío y las sospechas sobre Aziel seguían rondando en su mente. ¿Es era una actitud común de su esposo? ¿Qué secretos ocultaba? Recordó las amenazas que le hizo en el pasado. Sin embargo, jamás fue muy violento.

El viaje continuó, y Emily se sumió en un sueño inquieto, plagado de pesadillas en las que Aziel se transformaba en un monstruo despiadado. Solo el llanto de Alán logró despertarla de aquellas visiones aterradoras.

Con el corazón acelerado, Emily se incorporó y tomó a su hijo en brazos, tratando de calmar tanto el llanto del pequeño como su propio miedo. Sabía que debía ser fuerte, por Alán y por ella misma.

Después de varias horas más de camino, la caravana de ahora tres casas rodantes finalmente se detuvo en un claro rodeado de árboles. Aziel y los otros hombres descendieron de sus vehículos, estirando las piernas y conversando en voz baja.

Emily, con Alán en brazos, también salió de la casa rodante, agradecida por la oportunidad de respirar aire fresco. Se acercó lentamente a Aziel, quien estaba de espaldas a ella, hablando con uno de los hombres.

—Aziel —lo llamó suavemente, tratando de no interrumpir de manera brusca.

Él se volvió hacia ella, y por un momento, Emily vio un destello de irritación en sus ojos. Sin embargo, rápidamente se suavizó al verla.

—Emily, ¿todo bien? —preguntó, acercándose a ellos.

—Sí, solo quería saber cuánto tiempo nos quedaremos aquí —respondió ella, tratando de ocultar su inquietud.

—No mucho, solo lo suficiente para descansar un poco y recargar provisiones —explicó Aziel—. Pronto reanudaremos el viaje.

Emily asintió, pero no pudo evitar sentir una punzada de ansiedad. Alán comenzó a jugar con la tierra.

—Aziel, ¿podemos hablar un momento a solas? —se atrevió a preguntar, armándose de valor.

Él la miró con curiosidad, pero accedió. Se alejaron unos metros del grupo, lo suficiente para tener cierta privacidad. Aprovechando que el niño estaba inmerso en sus juegos infantiles.

—¿Qué sucede, Emily? —inquirió Aziel, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Yo... vi el ojo morado de Rocío —comenzó ella, con voz temblorosa—. ¿Tú tuviste algo que ver con eso?

Aziel frunció el ceño, y por un instante, Emily temió haber ido demasiado lejos. Sin embargo, él suspiró y negó con la cabeza.

—No, yo no la golpeé —afirmó—. Pero sí, sé lo que pasó. Fue Rubén.

Emily se quedó helada al escuchar eso. ¿Rubén? ¿El mismo hombre que había sido golpeado por Aziel la noche anterior?

—¿Por qué lo hizo? —preguntó, casi temiendo la respuesta.

—Porque Rocío es su mujer —respondió Aziel con firmeza—. Y en este mundo, los hombres a veces hacen cosas estúpidas por celos o por demostrar su poder.

Emily sintió náuseas al escuchar esa explicación tan cruda.

—Aziel, tengo miedo —confesó, con lágrimas en los ojos—. No quiero que Alán crezca en un ambiente así.

Él la miró con una mezcla de ternura y determinación. Tomó su mano libre y la apretó con suavidad.

—Te prometo que haré todo lo que esté en mi poder para protegerlos a ambos —aseguró—. Pero debes confiar en mí, Emily. Sé que no es fácil, pero es la única forma de salir adelante. Te amo y nunca olvides eso. Por eso vine hasta aquí. Por eso ayudaré a esas personas del pueblo.

Emily quería creerle, quería aferrarse a esa promesa como un rayo de esperanza. Pero en el fondo, sabía que el camino que les esperaba estaba lleno de sombras y peligros.

Con un nudo en la garganta, asintió y se dejó abrazar por Aziel. Mientras él la estrechaba contra su pecho, Emily cerró los ojos y rezó en silencio, rogando por la seguridad de su hijo y por la fortaleza para enfrentar lo que fuera que el destino les tuviera preparado.