El Silencio de la Sustituta.

Alcides entra justo después.

Alejandro: Señor Alcides, no es necesario que espere aquí, puede irse.

Alcides: ¿Estás seguro, hijo?

Alejandro: Sí, usted ha hecho mucho por mí hoy, le agradezco mucho.

Alcides: Está bien, cuando estés mejor, avísame de ella.

Alejandro: Gracias.

Entonces él sale y yo camino de un lado a otro. ¿Cómo estará ella? Me arrepiento tanto de haber sido impulsivo, esa es la maldita herencia de los Torreto, decir lo primero que se me viene a la cabeza y luego arrepentirme. Fue por eso que mi mamá se fue del país cuando mi padre hizo lo mismo.

Tengo frío y no quiero irme de aquí sin noticias de ella. Leo está tardando en regresar. Me siento de nuevo y bajo la cabeza, golpeo el pie en el suelo.

Leo regresa y me mira con cara de enojo, no sé si es por Samira o porque sigo aquí de esta manera.

Leonardo: Hermano, todavía no has cambiado de ropa.

Alejandro: Quiero saber... cof... cof... de ella.

Leonardo: Por Dios, Ale. En lugar de cuidar de uno, voy a tener que cuidar de dos. Hablo como médico: puedes coger una neumonía. O cambias de ropa o te pondré una bata de hospital.

Alejandro: Está bien, voy. ¿Y Samira?

Leonardo: Cuando vuelvas, hablamos.

Qué molesto es él. Salgo hacia el estacionamiento para tomar la ropa de su auto, la cambio y vuelvo. Tengo un corte en el brazo.

Leonardo: Ven, vamos a cuidar esto.

Él me lleva a la sala, pone algo en el algodón y lo pasa por la herida.

Alejandro: Ay, Leo, qué mierda, esto arde.

Leonardo: Arde, es bueno para que aprendas. Tú solo tienes uno, Samira tiene varios, además de un corte profundo en el pie izquierdo que necesita 4 puntos, hipotermia y otras cosas que no quiero ni mencionar. ¿Qué demonios han estado haciendo ustedes dos? Esto se está convirtiendo en una rutina.

Alejandro: Hice una estupidez, lo admito. Estaba muy caliente de cabeza. Puedes insultarme, lo merezco.

Leonardo: A causa de tu cabeza caliente, alguien casi muere hoy, ¿sabes? Si te hubieras demorado un poco más, ella estaría muerta en tus brazos. ¿Es eso lo que quieres para ti, cargar con la muerte de una chica en tu espalda?

Alejandro: No, si ella muriera, nunca me perdonaría.

Leonardo: Entonces presta atención a lo que te voy a decir: si esa chica despierta y me pide ayuda nuevamente para escapar de ti, no voy a pensar en nuestra amistad de años ni en que somos hermanos de por vida. Ella se irá conmigo y nunca más podrás poner tus ojos en ella.

Él se levanta y se va, dejándome sentado en la sala. Luego, entra una enfermera.

Enfermera: El doctor Leonardo pidió que terminara el vendaje.

Alejandro: Está bien.

Ella hace el vendaje.

Alejandro: ¿Sabes dónde está Samira?

Enfermera: Bueno, ella está haciendo exámenes ahora porque tragó agua. El doctor Leonardo quiere asegurarse de que no le pase nada grave.

Alejandro: Está bien, gracias.

Enfermera: La llevarán a la habitación 7 si quiere esperar allí.

Alejandro: Gracias, sí, voy a ir.

Salimos de la sala y voy a la habitación 7.

Después de un tiempo, llegan y la acuestan en la cama. La miro y tiene varios cortes en los brazos. Acaricio su rostro. Perdón por ser un idiota. Leo entra.

Alejandro: Leo...

Leonardo: Ella está bien, en la medida de lo posible. Tiene algunos cortes, como dije. Voy a esperar los resultados de los otros exámenes. Por ahora, está sedada y deberá despertar por la tarde. Si quieres ir a casa, ve. A diferencia de ti, me ocuparé de ella.

Alejandro: No, me quedaré.

Leonardo: Bueno, tú decides. Voy a ver a otros pacientes y vuelvo luego.

Sí, él está realmente enojado conmigo y tiene toda la razón. Cojo una silla y me siento cerca de la conejita. Sigo mirándola. ¿Me estás mintiendo, conejita? ¿Quién eres realmente? Fui lo suficientemente tonto como para dejarme influir por las ideas absurdas de mi padre, pero tengo mis propios medios para descubrir quién eres. Eso es lo que haré. Cojo su mano y la beso.

Alejandro: Vuelvo enseguida.

Salgo y veo a Leo en el mostrador, llenando algunas fichas. Me acerco a él.

Alejandro: Hermano, necesito tu celular.

Él me mira, pone la mano en el bolsillo y antes de entregarme el celular, habla.

Leonardo: Piensa bien lo que vas a hacer.

Alejandro: Está bien, solo voy a llamar a Klaus.

Ele me mira y me entrega el celular. Klaus es nuestro amigo de infancia, vivíamos en la misma calle. Él es investigador de la policía, sabe todo de todos, basta con darle un nombre y descubre hasta cuántos resfriados hemos tenido en la vida.

Lo llamo y contesta al segundo tono.

Klaus: Dime, Leo.

Alejandro: Soy yo.

Klaus: Hey, Ale, ¿hay algún problema con Leo?

Alejandro: No, Leo está genial, está de un humor de perros hoy.

Klaus: ¿Algo le hiciste? Solo se pone así cuando la liamos.

Alejandro: Pues sí, tiene razón. La pifié, y feo.

Klaus: ¿Ah, es una mujer? ¿Fue Cristal?

Alejandro: No, Cristal está en Milán, fue con mi esposa.

Oigo cómo escupe lo que estaba bebiendo.

Klaus: ¡Maldición, qué rollo de esposa que ni siquiera estoy enterado!

Alejandro: Es una larga historia.

Klaus: Seguro que tiene las manos el señor Pablo Torreto.

Alejandro: No solo las manos, sino todo el brazo.

Klaus: Entonces dígame, su hermano Klaus está a su disposición.

Alejandro: Necesito que investigues para mí a la Familia Martínez, quiero saber todo sobre ellos, hasta el color de sus bragas. Los nombres son Safira Martínez, Samira Martínez y Luciene Martínez.

Klaus: A final de la tarde te envío todo por email.

Alejandro: Gracias, hermano.

Klaus: De acuerdo, dile a Leo que necesitamos quedar para tomarnos algo los tres.

Alejandro: Le transmito el mensaje, sí, te haré caso.

Klaus: Estás trabajando demasiado, tío.

Alejandro: Pero no te olvides de los hermanos.

Klaus: Jamás.

Alejandro: Gracias.

Cuelgo y le entrego el celular a Leo.

Leonardo: ¿Qué vas a hacer ahora?

Alejandro: Pues descubrir la verdad.

Leonardo: Y si la verdad no es lo que esperas, ¿la expulsarás de tu vida de nuevo?

Alejandro: Sé que he cometido errores, hermano, y lo siento mucho por eso. Independientemente de la verdad, esa mujer que está en esa habitación será mi esposa. No quiero volver a pasar por el desespero de pensar que la había perdido. Tienes razón, me enamoré de ella sin siquiera conocerla y arruiné todo por culpa de mi padre, pero voy a reconquistar su confianza de nuevo y haré todo por ella. Se lo prometí en esa cascada, se lo prometí a Dios y me lo prometí a mí mismo.

Leonardo: Ahí está el tipo al que admiro. Espero que cumplas tu promesa, hermano, porque si no...

Alejandro: Me la robarás.

Leonardo: Montado en un caballo blanco.

Alejandro: Creo que le gustaría eso.