Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.
Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.
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Capítulo 21.
SOFÍA
Luego de haberle enseñado el resto de mis cicatrices de mi cuerpo a Maxwell. No dejó de ser el mismo lascivo y exigente amante que conocí desde el momento en que me hizo suya.
No dejaba de querer tenerme entre sus brazos cada vez que le daba en gana, además lo hacía con bastante frecuencia y sobretodo cuando veía mi espalda y lo primero que hacía era repartir besos en ella hasta hacerme gritar de placer.
Pasaron sólo cinco días cuando un buen día estando en el despacho ayudando a Maxwell con unos documentos. Una llamada a su teléfono móvil hizo que nos petrificáramos de miedo y de preocupación, entonces hice lo que había dicho que hiciera cuando tuviera llamadas como la estaba teniendo en ese momento. Irme a esconder a la habitación y no salir hasta que él me lo indicara.
No era bueno que alguien de fuera supiera que yo estaba en el despacho como secretaria, ya era malo que se supiera que yo era la amante del Alcaide e iba a ser peor sí alguien descubría mi embarazo.
Me quedé dentro de la habitación por sólo cinco minutos, pero esos cinco minutos me parecieron una eternidad, porque oía claramente todas las preguntas que le hacían a Maxwell y pese a que sus respuestas eran claras y precisas eso no lo hexoneraba de las inquietudes y desconfianza de sus superiores, lo cual era cada cinco días, cada cinco días le llamaban para hacerle preguntas y eso era lo más estresante de todo.
Pasaron los cinco minutos y finalmente terminó esa llamada, Maxwell me llamó y salí de la habitación con paso discreto y tranquilo. Fui hacia su escritorio.
—No te preocupes, ya terminó—. Me relajé casi de inmediato.
—Pensé que estarías más tiempo en el teléfono.
—No. Ya terminó, además... recuerda que estas llamadas son cada cinco días—. Me dijo en un intento de tranquilizarme, puso su mano sobre mi panza y empezó hablarle a los bebés.—No se preocupen hijos. Todo estará bien, nadie les hará daño—. Juró aún con su mano en mi panza.
Las cosas siguieron igual y conforme pasaron los días, así fue como mis preocupaciones fueron creciendo cada día más. Mi mente y corazón estaban en un conflicto constante, por un lado pensaba tanto en decirle a Maxwell que nos fuéramos de Alemania, que comenzáramos una nueva vida lejos de la guerra.
Pero por el otro... mi corazón me decía que no hiciera, que debía esperar, ser paciente hasta que fuera el momento indicado, sinceramente tenía miedo de irme de lo único que conocía que era mi país. Sin embargo; sí debía irme al otro extremo del mundo para proteger a mis hijos y a mi pareja... que así fuera.
Mi corazón ardía en preocupaciones, mis miedos eran cada vez más evidentes ante los ojos de Maxwell, quien trataba de tranquilizarme y de ser mi muro de contención para no desmoronarme y llorar hasta quedarme dormida. Lo cual muchas veces hacía en silencio, pero no eran lágrimas lo que salían de mis ojos, era la angustia y la impotencia lo que salía de mí. Reflejando el arrepentimiento de mis acciones pasadas.
Crecí rodeada de muertes, discusiones, guerras, pleitos sin causa coherente, gritos, desesperación de mujeres y niños al ver su mundo caer en pedazos en un parpadeo, además de ver la crueldad de los Soldados Nazi al ver a alguien vulnerable e inocente que busca escapar de la muerte y sin embargo no lo consigue, muere siendo dejado como un perro sin dueño.
A eso yo estaba acostumbrada... y en ese momento me di cuenta de cuán equivocada estaba, eso no era vida y gracias a Dios que me dio la oportunidad de redimirme y cambiar todo lo malo que había hecho y hacer algo bueno por otros. Y ese algo iba a ser terminar con la guerra...
Hasta que un buen día sus superiores hicieron acto de presencia en su oficina sin avisar, esconderme como siempre hacía cuando lo llamaban no era una opción, entonces Maxwell me envió a la fábrica a trabajar y hasta la tarde fue que finalmente sus superiores se retiraron.
Volví a la cárcel y al entrar a la oficina de Maxwell, lo vi sentado detrás de su escritorio el cual estaba completamente desordenado y las cosas que había sobre él; estaban dispersas en el suelo, incluso las fotografías de cada uno de mis ultrasonidos estaban en el suelo y rotas, hechas pedazos.
—¿Qué pasó aquí?—Pregunté desconcertada.
—Mis superiores vinieron aquí y saquearon la oficina, y encontraron tus ultrasonidos. No te preocupes no saben que son tuyos pero eso no impidió que sus hombres los hicieran pedazos.
No pude decir nada. No pude hacerlo.
—Sofía... no te preocupes por nada. Me encargaré de que nadie se dé cuenta de tu existencia. Mientras tanto... necesito que seas más precavida, discreta y sobretodo que no permitas que nadie de fuera te vea cuando vayas a la fábrica, porque tengo la sensación de que esa es la razón por la que mis superiores vinieron esperaban verte aquí y matarme en el acto, y a ti llevarte a otra parte para que cuando dieras a luz a nuestros hijos no perderían la oportunidad de usarlos como ratones de laboratorio para torturarte y usarte como títere—.
Eso no me sorprendió en absoluto pero no evitó que llevara mis manos a mi vientre a modo de protección, claro que estaba asustada pero el demostrarlo era signo de debilidad y ventaja ante los ojos de quienes nos querían muertos, pero eso no evitaba que me sintiera preocupada por el futuro cercano de mis hijos.
Claro estaba que en cualquier momento los enemigos de Maxwell y míos encontrarían el modo de matarnos sin piedad y lo peor era que... yo era la debilidad de Maxwell Fürstenberg, el alcaide de Azgaard, el demonio alemán que todos los países odiaban y que deseaban muerto mientras que otros deseaban capturarlo vivo y obtener información de su boca de cualquier modo u otro. Sin importar qué.
—No comprendo, por qué... desean tanto encontrarme contigo en este lugar, además... no tiene sentido dado que muchos que se han atrevido abrir la boca ahora están muertos y no han logrado filtrar ninguna información—. Hablé con desconcierto.
—Sofía. Recuerda que hay una persona y esa es la mujer que quiso tomar tu lugar como mi amante.
—Lo dudo.—Dije segura de mi palabra.
—¿Por qué?—Me preguntó.
—Porque de ella me encargo yo y la voy a silenciar de la única forma que conozco—. Me miró preocupado.
—No la voy a matar, sólo voy dejarla muda—. Confesé.
—¿Cómo harás eso? ¿Le cortarás la lengua?—Me sonreí negando con la cabeza.
—El cómo lo haga, no importa. Sólo quiero que confíes en mí.
—De acuerdo, confiaré en ti, pero en caso de que no lo logres... por favor no te pongas en peligro—. Me pidió preocupado.
—Estaré bien. No es la primera vez que tengo que silenciar a alguien—. No le mencioné más porque sabía que él iba a querer involucrarse en el asunto y sinceramente no buscaba que Maxwell se metiera en más problemas de los que ya estaba metido el pobre hombre.
