La Problemática Llegada Del Amor

El desayuno consistía en tres tostadas de pan deliciosamente acompañadas de huevo sobre una cama de jamón ahumado. En otro plato frente a mí, había un pequeño sándwich relleno con tocineta y jalapeños, y junto a este, un tazón de fresas frescas y un vaso de jugo de naranja.

— Qué rico — Murmuré, olvidándome de la presencia de Dewin mientras comenzaba a comer sin usar los cubiertos.

— ¿Cuántos años tienes? — Preguntó repentinamente.

La pregunta me desconcertó. No entendía por qué preguntaba eso de golpe.

— Veintitrés, ¿por qué?

Me limpié las manchas de comida de mis labios dejando el abrigo ligeramente sucio.

Una de las trabajadoras, permanecía cerca de mi asiento con una pose exageradamente incomoda, la rectitud de su postura se confundiría fácilmente con que no había nadie más ahí, y que simplemente era una estatua muy bien humanizada estéticamente. Era la única que, según he notado, no salía cuando Dewin estaba cerca.

— Porque comes como una niña de cinco años. — Respondió con una expresión de asco. — ¿Tus padres no te enseñaron a masticar? — Alzó una ceja. — ¿Sabes siquiera para qué se usan las servilletas?

Solo él era capaz de decir semejantes estupideces.

— Eres un...

— ¿Soy un qué? — Me interrumpió, desafiándome.

— Un idiota.

— Ja

No sé si esto era una respuesta desafiante o una aceptación de mi insulto, pero viendo que de repente tenía energías para insultarme, procuraría sacar a flote lo de Laurent; por supuesto, la peor respuesta sería sin duda uno de sus esperados insultos.

— Laurent dice que pronto tendré que empezar con clases psicoprofilácticas, y no podrán ser virtuales.

— Aún tienes dos meses. Las clases pueden esperar, es pronto todavía.

— Lo sé, pero Laurent tiene razón. Es ridículo hacerlo todo de forma virtual. Es mi primer hijo; necesito un seguimiento médico adecuado.

— Sea como sea, tendrás que esperar. Comenzarás a los seis meses, ese es el momento adecuado para la psicoprofilaxis. — Contestó sin apartar la vista de unos papeles que recientemente empezó a revisar sobre la mesa; fotografías de accesorios de moda con modelos posando elegantemente, haciendo zoom en detalles como cuellos, manos y orejas.— Mmm, trazo fino... — Murmuraba mientras inspeccionaba las imágenes. No quería interrumpirlo, pero pocas veces tenía la oportunidad de hablar con él, así que decidí aprovechar el momento.

— ¿Qué le digo?

Dewin levantó la vista, un poco desconcertado, y dejó la fotografía a un lado.

— Pásame la dirección y el horario, corroboraré algunas cosas y le pediré a César que te lleve. — Suspiré, disgustada por lo último. Parecía que siempre dependía de César para todo. Lo miré fijamente, mostrando mi desacuerdo. Al notarlo, Dewin puso los ojos en blanco y suspiró pesadamente. — O te llevo yo personalmente. No lo sé...

Sonreí, satisfecha. Finalmente, terminé mi desayuno, dejando el plato vacío. Mi ánimo había mejorado, aunque aún no sabía cómo ocupar el resto del día estando atrapada en semejantes paredes.

Dewin tomó su taza de café, bebió un sorbo y luego la dejó en la mesa, adoptando ahora una postura más seria.

— Escucha... — Comenzó.— No establecimos un acuerdo claro sobre todo esto, pero dado nuestro historial, no necesitamos estar de acuerdo en todo para que algo se lleve a cabo. — Hizo comillas con los dedos mientras su tono adquiría un matiz fastidioso. — Según lo que entiendo, estás entrando al tercer mes. Y la razón por la que estás aquí hoy es porque existe la posibilidad de que ese bebé sea mío. Según tú, lo es, pero ya es momento de confirmarlo.

— ¿Por qué sacas esto ahora? Creí que ya habíamos resuelto ese tema. ¿No me digas que todavía dudas?

— Después de esto, ambos tendremos que ponernos de acuerdo. Pero no puedes negarte a la prueba; merezco saber si puedo confiar en lo que dices.

— Los dos merecemos tener voz en esto, pero es injusto que solo cuente lo que tú pidas.

— Ein...

— No soy estúpida, Dewin. Cada decisión que tomas, todo lo que dices, lo haces pensando solo en ti, cuando esto debería ser cosa de dos.

— ¡Por favor, entiende! — Exclamó. — Si no hacemos esa prueba, no puedo aceptar ser llamado el padre de ese bebé.

Relajó los hombros y me miró fijamente, manteniendo el contacto visual. Luego, se recargó en el respaldo de su silla.

Llevé una mano a mi sien, masajeándola lentamente mientras bajaba la cabeza, sin dejar de mirarlo.

— El problema es que... el procedimiento para la prueba es un poco... invasivo. — Mencionó con incomodidad, desviando la mirada.

— ¿Invasivo? ¿Qué quieres decir con eso?

Suspiró, pasando una mano por el cabello, claramente incómodo. — Tendrían que extraer una muestra de esperma de mí para compararla con el ADN del bebé. Es un procedimiento médico... incómodo, y tendré que estar presente en todo momento.

—Todo esto es humillante. No sé si estoy lista para someterme a esa prueba.

— No necesito que estés lista, basta con que yo lo esté.

— ¡¿Podrías, por un momento, pensar en mí?! Todo esto es nuevo para mí, y no está bien que me presiones a hacer cosas de las que más adelante podría arrepentirme.

— Puede que sea hipócrita de mi parte pedirte esto ahora, pero moralmente no tienes otra opción. Tu vida seguirá siendo la misma con o sin esa prueba, pero entiende que la mía no.