Curvas del Destino
Una historia de amor, coraje y renacer.
Lina Song perdió a su madre a los 16 años y terminó en un orfanato, donde su sobrepeso la convirtió en blanco de burlas y humillaciones. Al cumplir 18, con esfuerzo y el apoyo de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza y luego en una cafetería para poder pagar su renta.
Allí conoce a Daniela Ling, hija de un millonario, quien se convierte en su mejor amiga y la ayuda a ingresar a la universidad. Todo parece mejorar… hasta que aparece Luzbel Shao, un joven poderoso y arrogante que no tarda en hacerle la vida imposible. Pero lo que inicia como acoso se convierte lentamente en una pasión imposible de ignorar.
Cuando el primer amor de Luzbel regresa y Lina descubre que está embarazada, su mundo vuelve a romperse. Decide huir y empezar de nuevo… lejos del dolor y los secretos.
¿Podrá el amor sobrevivir a la distancia, el poder y las heridas del pasado?
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Lo que el amor no da, lo da el poder.
El despertador sonó a las 7:00 am, pero yo ya llevaba rato desierta, observando el techo con los ojos perdidos.
Ese día no iría a la universidad.
No tenía cabeza para clases, ni ánimo para fingir que todo estaba bien.
Además, tenía que compensar las horas que había faltado en la cafetería donde trabajaba desde hacía más de un año.
Le había mentido a mi jefa, diciéndole que tenía un proyecto universitario urgente… ahora tenía que reponerlo.
Me vestí en silencio.
Jeans, camiseta negra, y una coleta alta.
No tenía ganas de arreglarme más.
Mientras caminaba hacia la cafetería, el viento matutino me refrescaba el rostro, pero no alcanzaba a calmar el torbellino en mi pecho.
- La escena con Iván se repetía en mi cabeza una y otra vez como un eco cruel: “¿Y qué onda con la apuesta, bro? ¿Ya vas ganando puntos con la cerdita de la becada o la gorda es más difícil de enamorar?” – “No era para tanto”
Una puñalada directa a lo poco que quedaba de mi confianza.
¿Cómo alguien podía jugar así con otra persona?
¿En qué clase de mundo se convertía el cariño en una broma?
Iván había sido dulce, paciente… un lobo disfrazado de oveja.
Apreté los puños mientras cruzaba la calle.
Y entonces estaba Luzbel.
Frío.
Dominante.
Posesivo.
Arrogante.
Pero sincero.
Él nunca me prometió flores ni cuentos de hadas. Desde el primer momento, me dejó claro que no me ofrecería amor.
Solo deseo.
Y, aun así, ahí estaba yo. Pensando en él más de lo que debía.
El aroma a café recién hecho llenaba la cafetería.
Yo lavaba tazas detrás del mostrador, con los brazos húmedos y la mente perdida.
Una pareja reía en la esquina, probablemente estudiantes con menos heridas que yo.
Suspire y me apoye un momento en la barra.
¿Qué iba a hacer con mi vida?
La universidad era un caos.
Mi corazón estaba hecho trizas.
Y Luzbel… Luzbel era la única constante.
Tan tóxico como adictivo.
“No te puedo ofrecer amor”, me había dicho.
Pero entonces ¿Por qué seguía buscándome?
¿Por qué aparecía cada vez que alguien más se me acercaba?
¿Por qué no podía dejarme ir?
Y, peor aún…
¿Por qué yo no quería que se fuera?
Tal vez era porque con él, todo era claro.
No había falsas ilusiones.
Solo deseo, poder, peligro… y una extraña seguridad.
Con Luzbel, no había que fingir.
Yo no quería cuentos.
Solo quería dejar de sentir que estaba sola.
El reloj marcaba las 7:45 de la noche cuando yo salí por la puerta trasera de la cafetería.
Estire los brazos adoloridos y resople.
La noche era fresca, y ya escuchaba los murmullos de la ciudad empezando a calmarse.
Y entonces lo vi.
Apoyado en su auto negro, frente al callejón.
El motor apagado.
La chaqueta de cuero y esa postura relajada pero vigilante que parecía decir que nada se le escapaba.
Luzbel.
Mi corazón dio un salto inesperado.
El levanto la mirada, y una sonrisa casi imperceptible apareció en sus labios.
- ¿No pensabas despedirte hoy?
Yo me acerque despacio.
- ¿Qué haces aquí?
- Te estaba esperando.
- ¿Para qué?
Luzbel se enderezó y caminó hacia mí.
- Quiero proponerte algo, Lina. Pero quiero que seas muy clara contigo misma antes de responder.
Yo lo mire con desconfianza.
No dije nada.
El metió las manos en los bolsillos de su chaqueta, y con esa voz suave pero firme que usaba cuando no aceptaba un “no”, continuo:
- Se lo que pasó con Iván. Me enteré de todo. No me sorprende. Esos tipos no valen nada. Pero yo si cumplo lo que digo. Yo no juego. No te ofrezco amor, ya te lo advertí. No tengo eso para darte. Pero si puedo darte protección. Comodidad. Dinero. Seguridad. Y tú puedes dame a mi lo que ya estas empezando a entender que me pertenece.
- ¿Yo… te pertenezco? – pregunté yo, con una mezcla de rabia y nervios.
- Si. No por la fuerza. Por elección. Porque cuando estas conmigo, sabes que nadie te va a tocar. Ni Iván, ni nadie. Porque yo no voy a prometer algo falso… solo te ofrezco lo real.
Yo baje la mirada.
No sabía que parte de mi misma era la que sentía alivio.
Quizás estaba cansada.
Cansada de ser buena.
De dar todo para que me usaran.
De esperar amor y recibir mentiras.
Al menos con Luzbel, no tenía que fingir.
No tenía que esconder mis deseos, ni mis heridas, ni mi ambición de sobrevivir.
Levante la mirada y lo mire directo a los ojos.
- Está bien.
Luzbel frunció el ceño.
- ¿Qué está bien?
- Acepto tu propuesta.
Él no sonrió.
Solo se acerco y me apartó un mechón de cabello del rostro.
- Entonces ven.
- ¿A dónde?
- A casa
- ¿Tu casa?
- Ahora también es tuya, si quieres.
Yo me quedé un momento en silencio.
Mi corazón latía fuerte, no por miedo… sino porque acababa de dar un paso del que sabía que no habría retorno.
Y, sin embargo, no retrocedí.
Subí al auto de Luzbel.
Y cerré la puerta tras de mí.