Salem escapó de la oscuridad para refugiarse con una bruja Pero la oscuridad la mato . Durante años esperó en silencio a la niña de ojos ámbar que la bruja le había mencionado.
Y un día, Clarisse llegó.
El destino, sin embargo, pronto la apartó: fue enviada a la Academia de Brujas, un lugar antiguo donde las jóvenes aprendían a dominar sus dones. Cinco años después, vuelve convertida en una hechicera que apenas comienza a descubrir la magnitud de su poder.
No estará sola. Un cuervo sarcástico, tan fiel como insoportable; un tigre y un puma que ella misma rescató y que ahora la reconocen como su reina ; y Salem, el misterioso gato que nunca la abandonó, serán sus guardianes en la batalla contra las sombrasen la oscuridad.
Entre secretos familiares, pactos rotos y un linaje perdido. Clarisse deberá descubrir hasta dónde llega su poder… y qué precio está dispuesta a pagar por él.
¿Estás listo para entrar en un mundo donde nada es lo que parece, y hasta la magia tiene un precio?
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Entre pensamientos y temores
Me levanté lentamente sintiendo todavía mi cuerpo débil y me dirigí hacia aquella casa que se veía a lo lejos. Al acercarme, noté que salía humo por la chimenea: eso solo podía significar una cosa, había gente dentro. Un aroma delicioso llegó hasta mi nariz, tentador y cálido. Me asomé por la ventana, que estaba entreabierta, y vi a una viejita probando su comida.
Ella al levantar la mirada, como si hubiera sentido mi presencia, me vio. Se deslizo hacia un lugar , agarró un plato pequeño y sirvió un poco luego, con voz dulce y pausada, me dijo:
—Veo que tienes hambre… ¿gustas pasar? He hecho suficiente.
Solo la miré. Durante unos largos segundos y finalmente salte al piso de madera . Caminé hacia un plato que ella había colocado en el piso y, señalándome, me invitó a acercarme sin miedo. Lo hice con cautela. Al probar el primer bocado, sentí un placer inesperado: aquel manjar era exquisito, como un pedazo de cielo en la tierra.
Cuando me disponía a marcharme, la viejita me acarició suavemente. Trate de salir corriendo con el corazón latiendome a mil en pecho, pero mi sorpresa fue mayor al sentír que flotaba en el aire. mis ojos bailaron rápidamente buscando un escape.
—No puede ser… —pensé, desconcertado—. ¿Qué mala suerte es esta? ¿Me había topado con una bruja?
Ella sonrió, observando mis ojos con una mezcla de curiosidad y ternura.
—Es la primera vez que veo un gato así como tú… ¿de dónde eres?
No supe cómo responderle. No era como si pudiera hablar, y ya me había engañado con su deliciosa comida. Me sentí estafado, pero al mismo tiempo… cautivado.
—No estés enojado —dijo—. Yo te doy comida, y tú me regalas un poco de tus pelos. ¿Qué te parece?
No podía negar que aquello era extraño, pero tampoco estaba en condiciones de oponer resistencia. La viejita parecía haber decidido que sería su ayudante.
Con el tiempo, la convivencia se volvió rutina. Ella me alimentaba bien, y yo la acompañaba mientras subía al ático a guardar libros que contenían hechizos muy peligrosos, según murmuraba. Cada vez que colocaba uno de esos libros en un baúl antiguo, notaba que la bruja parecía rejuvenecer ligeramente, como si uno de mis preciados pelos hubiera servido para un hechizo secreto.
Una noche, se levantó asustada y murmuró:
—He cometido un error…
Su voz temblaba. Yo la observé, comprendiendo que algo la había asustado tanto , luego dijo que lamentaba haber usado mis pelos sin permiso. Desde aquel momento, supe que mis finos pelos tenían un poder mucho mayor del que jamás había imaginado, y que mi vida estaba irremediablemente entrelazada con la magia de Hécate y la de aquella bruja que ahora me cuidaba… y me utilizaba.
Un día, la bruja me dijo:
—En algunos años vendrá a vivir una familia. Si tú logras sobrevivir ese tiempo, la niña de ojos ámbar te será dada para ser su guardián. No lo olvides. Y si algún día no estoy… recuerda, no salgas de casa. Esa frase por alguna razón me sonó a despedida y mi pequeño corazón felino dolió,acaso me iba a abandonar .
Yo ya le había tomado cariño. Cuando dijo lo de “no salir de casa”, no lo entendí del todo, pero igual lo tomé en cuenta. Ella me trataba bien y ya habían pasado tres años desde que estaba a su lado.
Un día amaneció rara. Se encerró en su estudio y no salió más que para comer y dormir. Murmuraba que el tiempo se le acababa y que no podía terminar lo que estaba haciendo.
Una tarde salió asustada, con algo en las manos, y se dirigió al ático. Lo dejó dentro de un baúl mientras murmuraba un hechizo:
—Solo un alma noble y pura podrá abrirlo.
Cuando bajó las escaleras,la puerta sonó con tres golpes secos, ella me miró con ojos asustados y me elevó por los aires mientras pronunciaba otro hechizo:
—La noche lo cubre, y la oscuridad lo quiere… Más en la oscuridad, él desaparece. Bendecido por la diosa está , y el ático su lugar seguro será .
Una ráfaga de viento me llevó hasta el ático. Cuando intenté bajar, una barrera invisible me lo impedía. Me acerqué a un hueco en el tejado y, desde allí, vi afuera a un grupo de hombres con túnicas negras. Corrí hacia otra rendija para observar a la bruja en la puerta.
En la puerta dos figuras con túnicas negras ocultaban sus rostros, y sus báculos brillaban con luces extrañas que hacían que el aire a su alrededor se tornara helado. Un escalofrío recorrió mi espalda; el miedo me oprimio el pecho y senti que cada latido me retumba en los oídos. Recordé aquella noche , cuando huía: Eran ellos me querían a mí, no solo a la bruja.
De pronto, ella tomó una poción; una luz intensa surgió de su cuerpo y una ráfaga de viento los mando lejos de la puerta . La puerta de la casa fue azotada con un estruendo que hizo temblar las paredes. Ella corrió, y yo me quedé paralizado, observando cómo mi mundo se desmoronaba. El corazón me latía con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho; el miedo era tan profundo que sentía que me faltaba el aire.
Iba a perderla. A perder a la bruja que me había cuidado como una madre durante casi cuatro años. Cada hechizo que me enseñó, cada plato que cocinaba, cada gesto y cada risa compartida se agolpaban en mi memoria mientras la veía luchar con esas personas que por alguna razón me querían a mi . El pánico se mezclaba con la tristeza, y mis patas temblaban.
Ella se volvió por última vez, y sus ojos reflejaban preocupación y amor, mientras susurraba palabras que el viento me trajo como un último regalo:
—No confíes en nadie… te harán daño, mi niño. Que la Diosa te proteja, espera a la niña de ojos ámbar.
Entonces comenzo un ataque más feroz los magos le exigían saber el paradero del último gato descendiente de la diosa: blanco con rayas grises.