El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
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📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
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Capítulo 22
—¡Todo esto es obra de Hera! Aunque Noah se salvara gracias a la perla sagrada que lleva de ti, el dolor... el dolor lo seguiría sintiendo hasta que la herida sanara. ¡Hera quería que él sufriera! —espetó Rafael con furia. Su voz resonó en la sala como un trueno, y aunque Noah ya dormía, Rafael no podía contener la ira que lo consumía.
Cuando Noah, por fin cayó rendido en su habitación, adormecido por las caricias tranquilizadoras de Theo, Rafael lo observó unos segundos más y luego arrastró al Alfa fuera del cuarto. No podía callarse más.
—¿Tú también sedujiste a Hera, Theo? —preguntó Rafael sin rodeos, con los colmillos apretados y la mandíbula tensa. Su mirada no era de acusación… era de certeza.
Theo se quedó inmóvil. No lo negó, pero tampoco lo confirmó. Su silencio fue más elocuente que cualquier palabra. Rafael, al ver su mutismo, ladeó la cabeza con una sonrisa torcida. Ya no necesitaba más respuestas.
Theo bajó la mirada. En su pecho, el peso de sus decisiones lo estaba consumiendo. Ahora mismo, sin importar lo que Rafael creyera o lo que el mundo pensara de él, solo existía una prioridad en su mente: proteger a Noah, su Omega, su vínculo aún no sellado, pero ya imposible de ignorar.
Sin responder, Theo se giró. Lo dejó ahí, de pie, con las palabras aún colgando en el aire.
—¡Theo! ¿Adónde vas?
—¡Oye! ¡Te estoy hablando! —gritó Rafael, pero el Alfa no se detuvo, siguió avanzando.
Theo salió de la casa y, apenas puso un pie en la calle, alzó su brazo al cielo. Lo poco que le quedaba de energía espiritual se canalizó en una súplica muda. Las nubes sobre la ciudad de Lunarie comenzaron a cubrir el sol, oscureciendo el mediodía. El viento se volvió denso, cargado de electricidad, pero Theo ya no tenía suficiente poder como para invocar la lluvia.
Sus pasos lo llevaron directo al parque del centro, el único lugar donde aún se mantenían en pie los árboles más antiguos. Allí, bajo las copas de los robles, lo esperaba Hera. Como si supiera que él vendría.
—¿Por qué, Hera? ¿Por qué quisiste hacerle daño a Noah? ¿No se supone que los humanos están bajo tu protección divina? —disparó Theo sin contenerse. Sus ojos brillaban con una rabia contenida y oculta.
Hera lo observó con una expresión serena, aunque rota. Ya no tenía la dignidad de una diosa, ni el brillo celestial de antes. Estaba deshecha por dentro.
—Ya he roto mi juramento como diosa —dijo con una voz suave y ¿Amorosa?—. Así que te lo ruego, Theo… no renuncies a tu deseo de volverte humano. No te enamores de ese Omega. No seas tú quien pierda. Después de esto, el Gran Dios me arrojará al infierno… y allí esperaré, hasta que tú también llegues.
Se acercó con lentitud, posando su mano sobre el brazo del Alfa con un gesto suave, pero teñido de obsesión.
No necesitaba decirlo. Para ella, había algo más en su relación con Theo, creía que eran una pareja. Theo la había mirado con ternura en el pasado, incluso había llegado a decirle que su belleza superaba la de cualquier criatura viva, incluidos los humanos y Noah. Jamás la atacó cuando ella lo desafiaba, solo la esquivaba con paciencia. Y en sus peleas, había momentos donde la sostenía en un abrazo, como si buscara consuelo en medio del caos.
Y en esos instantes, Hera conoció el amor. Su alma se quebró, y renació, todo por Theo.
—Tienes razón —murmuró Theo al fin—. Después de todo, ¿cómo podría enamorarme de un humano… si tengo frente a mí a una diosa cuya belleza es incomparable?
Hera sonrió, sintiéndose triunfadora. Aquellas palabras eran todo lo que necesitaba oír.
—Pero ya casi llega el final. Muy pronto ese Omega morirá, así que déjame hacerlo feliz un poco más, ¿Sí?. Sería mejor que no lo vigiles más por ahora —le pidió con dulzura venenosa.
Theo la rodeó con sus brazos. Era un abrazo firme, fingido, un sacrificio silencioso. Por dentro, su estómago se revolvía. La repulsión lo carcomía. Pero sabía que no podía provocarla más de lo necesario. La furia de una diosa despechada era tan letal como mil guerras, y él ya no tenía las fuerzas suficientes como para proteger a Noah o a sí mismo.
Hera asintió, satisfecha.
Y bajo aquel cielo denso y nublado, los labios de ambos se encontraron en un beso cargado de pasión... y mentira.
Fue la primera vez que Theo sintió auténtico asco de sí mismo. Su alma se revolcaba en culpa, su cuerpo temblaba de rabia. Estaba traicionando a Noah, a su vínculo, al Omega que sin saberlo ya era suyo, su destino. Y aún así, no podía hacer otra cosa.
Cada día que pasaba, su esencia se volvía más humana. Y con ello, más vulnerable, más doliente. Y más arrepentido de todo lo que había sido como espíritu.
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Cuando Theo regresó a casa, el reloj ya marcaba la cuatro de la tarde. Apenas cruzó el umbral, escuchó voces que provenían de la cocina. Reconoció de inmediato las de Noah y Rafael.
Su corazón dio un vuelco. Apretó los puños con fuerza.
Acababa de traicionar todo lo que sentía por Noah… y, sin embargo, la idea de que Noah pudiera estar haciendo lo mismo… justo cuando él no estaba, lo llenó de rabia. De celos. De desesperación. Y sin pensarlo, corrió hacia la cocina.
—¡¡NOAH!! —bramó con una voz que retumbó como un trueno.
El silencio fue inmediato. Todos en la cocina se quedaron congelados, girando la cabeza hacia la entrada con sobresalto. Pero ahí no estaban solo Noah y Rafael… también estaban Daiki y Eiran.
Preocupado por la salud de su hijo, Eiran había venido a verlo y arrastró consigo a Daiki, su otro hijo.
El pecho de Theo se hundió de golpe. La culpa lo atravesó sin piedad, como una lanza directa al pecho.
¿Qué acababa de hacer? ¿Cómo pudo siquiera pensar...?
Y lo peor de todo, fue ver el rostro de Eiran, inmóvil, en shock por su repentino estallido.
—L-lo siento, mamá… yo creí que… —intentó decir, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
Fue entonces que Noah se acercó con calma y tocó su brazo, intentado tranquilizarlo.
Sin embargo, apenas lo hizo… se detuvo.
Su gesto cambió de inmediato, frunció el ceño mientras su nariz se contraía ligeramente.
Un aroma ligero flotaba en Theo. Una feromona fuerte, envolvente y femenina. Una que Hera había dejado ahí, intencionalmente.
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NOTA:
¡Hola, queridos lectores!
Quiero aprovechar este espacio para recomendarles una historia muy especial. Mi amiga está escribiendo una novela de romance hetero, diferente al BL que están leyendo ahora, pero igual de intensa, y adictiva.
La historia se llama "Así fue como Bella fue vendida a la Bestia", y créanme, si les gustan los protagonistas posesivos, arrogantes, masoquistas, las escenas atrevidas, los celos y las emociones a flor de piel, no se la pueden perder.
Estoy apoyándola con este proyecto porque también formo parte del proceso —ya sea desde la idea, los consejos o simplemente animándola desde el backstage—, y sé cuánto corazón le está poniendo.
Si tienen un espacio en su lista de lecturas, denle una oportunidad. ¡Gracias por leer y por acompañarnos también en este nuevo camino! ❤️
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