Salomé Lizárraga es una joven adinerada comprometida a casarse con un hombre elegido por su padre, con el fin de mantener su alto nivel de vida. Sin embargo, durante un pequeño viaje a una isla en Venezuela, conoce al que se convertirá en el gran amor de su vida. Lo que comienza como un romance de una noche resulta en un embarazo inesperado.
El verdadero desafío no solo radica en enfrentarse a su prometido, con quien jamás ha tenido intimidad, sino en descubrir que el hombre con quien compartió esa apasionada noche es, sin saberlo, el esposo de su hermana. Salomé se encuentra atrapada en un torbellino de emociones y decisiones que cambiarán su vida para siempre.
NovelToon tiene autorización de Dayana Clavo R. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un mes después
Me puse muy nerviosa, temía lo que fuera a decirme Diego, sabía que quería vengarse de mi y él en su estado, era capaz de hacer cualquier cosa por hacerme sufrir. En todo este tiempo, su trato hacia mi era hostil, ya no lo soportaba, pero no me quedaba otra alternativa que permanecer a su lado. En cierto modo, todo lo que él estaba sufriendo era por mi culpa.
—¿Qué es lo que tienes que decirme Diego?
El momento se vio interrumpido con la llegada de sus padres que estaban emocionados al saber que su hijo abandonaba por fin la clínica después de una larga hospitalización.
La señora Catalina, estaba que no cabía de felicidad, a pesar de las circunstancias, para ella y mi suegro, lo más importante era saber que su hijo estaba vivo.
— Diego, mi amor, ya preparé la mejor habitación, porque quiero que cuando llegues a casa, tú y Salomé, se sientan cómodos. —dijo la madre de Diego dándole un beso en la frente.
Yo comenzaba a preocuparme, ya que lo último que había pensado, era en ir a vivir a casa de sus padres. Pero Diego tenía una carta bajo la manga que definitivamente sorprendió a todos:
— Madre, lo siento, pero yo no pienso regresar a casa con ustedes.
Fue un instante en el que todos nos miramos al mismo tiempo, ya que no entendíamos qué pretendía hacer. Su madre impactada no pudo evitar decir con asombro:
— ¿Cómo que no regresas a casa? ¿Pero qué estás diciendo?
— Lo que escucharon, creo que he sido lo suficientemente claro.
— ¿ Pero entonces a dónde pretendes ir?
— Muy fácil, me voy a casa de mis suegros. — al escuchar aquello, no pude disimular mi disgusto y enseguida exclamé casi a punto de colapsar:
— ¿Qué estás diciendo Diego? ¿A casa de mis padres? ¿Pero te has vuelto loco?
Cuando creía que Diego había hecho cualquier barbaridad para molestarme, entonces se inventaba algo mucho más grande que lo anterior, que lo hacía superarse a si mismo.
— Yo no le veo nada de malo que quiera ir a casa de mis suegritos, siempre he sido bienvenido a tu casa, y si recibieron al esposo de tu hermana, que era en realidad un total desconocido para ellos, no veo por qué no pueden recibirme a mi y más en mi condición. ¿No te parece amorcito? — dijo con su toque particular de cinismo.
— Diego, sabes perfectamente que en casa de mis padres no podemos vivir, creo que es una majadería de tu parte que hayas decidido esto sin antes consultarme.
— No le hables a mi hijo en ese tono Salomé, —interfirió mi suegra para completar mi disgusto. —entiendo que mi hijo estaría mejor en nuestra casa, pero si esa es su decisión debes respetarla.
La madre de Diego era verdaderamente insoportable, no sabía qué era peor, si llegar a vivir en su casa y tener que soportarla todos los días, o vivir en casa de mis padres aguantando la presencia de Alberto.
Me mordí la lengua antes de decir algo que pudiera empeorar las cosas, estaba muy claro que Diego solo lo hacía como parte de su venganza.
(…)
Horas después ya instalados en casa de mis padres:
— Bien, te saliste con la tuya Diego, no entiendo para qué me haces esto, es una locura el tener que vivir aquí bajo el mismo techo con mi hermana y Alberto.
— Amorcito, no te preocupes, que eso será solo por poco tiempo, porque como te dije, voy a arreglar todo para irnos a México. Me recomendaron a un especialista que puede darme una segunda opinión sobre mi caso.
— Bueno, ya veo que vas a continuar con tus chantajes. Espero que disfrutes de mi habitación, porque como fue una decisión inesperada, a mis padres no les dio tiempo de acondicionar la habitación de huéspedes para que te quedaras allí.
— ¿Pero y a dónde vas?
— Voy a ordenar que me arreglen otra habitación.
— ¡Tú no vas a ningún lado Salomé! Eres mi esposa y tu lugar está aquí conmigo. Además, ¿Cómo le vas a explicar a tus padres que no vas a dormir con tu marido en la misma habitación? ¿O prefieres que se los explique yo?
— ¡Te odio! No sabes cuánto te odio, has convertido mi vida en un verdadero infierno desde que me casé contigo. Y te salvas porque no quiero que mi hermana sufra en vista de su enfermedad, porque de lo contrario, te lo juro que no me importaría nada.
Lamentablemente no podía hacer nada, estaba atada de pies y manos por todos lados. Diego estaba dispuesto a vengarse de mi de cualquier forma; y su venganza apenas comenzaba.
(…)
El primer mes de embarazo…..
Ya había pasado un mes del accidente y también tenía un mes de embarazo. Bueno… un mes y un par de semanas, lo cierto es que en todo ese tiempo estuvimos viviendo en casa de mis padres.
Diego ya estaba muy recuperado de sus raspones y hematomas, sin embargo, su condición era la misma, sentado en una silla de ruedas que lo tenía un poco amargado y deprimido.
Yo, cumpliendo con mi rol de esposa, pero solamente lo estrictamente necesario, porque en la intimidad no había pasado absolutamente nada, aunque muchas veces Diego intentaba tocarme cuando llegaba la hora de dormir.
Por su parte la relación entre Ernestina y Alberto, se había resquebrajado, ya que Ernestina estaba al tanto de su enfermedad. A Alberto no le había quedado otra alternativa que ser sincero con ella, ya que su condición cada día empeoraba y debía comenzar lo antes posible con el tratamiento de quimioterapia.
Aquel día, Diego y yo discutíamos en el jardín, él ya había fijado la fecha de nuestro viaje a México, pero como siempre, yo era la última en enterarme y además, era un boleto de avión sin retorno, cosa de la que tampoco estaba enterada.
— No puedes hacerme esto, yo no puedo viajar en dos días y menos si lo que pretendes es que nos quedemos a vivir en México, definitivamente estas desquiciado.
— Tú lo que quieres es permanecer viviendo aquí cerca de Alberto, para seguir siendo su amante y más ahora que tu hermana ha empeorado su salud.
— ¡Cállate! Eso no es verdad, entre Alberto y yo no ha vuelto a existir nada.
— Eso no me consta, yo estoy postrado en esta silla de ruedas, y tú, puedes salir a tus anchas, además, se te nota que aun sientes algo por él, porque eso se nota a distancia, porque ni siquiera puedes disimularlo.
Cada vez subíamos más la voz, ya que ambos estábamos demasiado alterados, sin darnos cuenta, mi padre venía del comedor y se dirigía al jardín, pero escuchó nuestra discusión y se preocupó muchísimo, ya que era la primera vez que nos veía tan alterados.
Yo no me di cuenta de su presencia, ya que se quedó a una distancia en la que era imposible que ambos lo pudiéramos ver, mientras Diego sacó de nuevo a relucir lo de mi embarazo.
— Diego sabes perfectamente que yo te he respetado desde que nos casamos, así que no puedes calumniarme de esa forma.
— ¿Pero se te olvida que estas esperando un hijo del esposo de tu hermana?
Mi padre no podía creerlo, estaba totalmente en shock, se acercó lentamente a donde nos encontrábamos y de pronto ambos nos quedamos paralizados cuando nos dimos cuenta de que mi padre había escuchado todo.
Fue un momento muy aterrador, sentía que estaba a punto de desmayarme, sin embargo, mi padre se agarró el pecho y con una mirada llena de dolor e incrédulo de lo que acababa de escuchar, dijo con una voz quebrantada:
— ¿Qué barbaridad acabas de decir? ¿Ese hijo que estas esperando es de Alberto?
Mi padre cayó hincado al piso, mientras se tocaba el pecho, sentí miedo de que estuviera sufriendo un ataque al corazón.
Solo se quedó mirándome fijamente a los ojos, pero al mismo tiempo, sentía que era una mirada perdida, llena de mucho dolor y decepción.
(…)