En el siglo XV, Ángela, una joven noble, es enviada por Derya, la reina del Imperio Escocés, al Imperio Otomano para recibir una educación de élite. Tras años de instrucción financiera y cultural, regresa a su hogar solo para descubrir que sus padres han concertado su matrimonio con un joven aristócrata. La dulce joven que partió ha regresado transformada en una mujer valiente y decidida.
Derya no solo quería la mejor educación para Ángela, sino también que sanara su corazón roto por Niall, quien la había rechazado antes de su partida. Ahora, de regreso, Ángela se enfrenta a un mundo de intrigas políticas y expectativas familiares, mientras redescubre sentimientos por Niall.
El regreso de la guerrera, narra el viaje de Ángela en busca de su libertad, amor y lugar en una sociedad cambiante.
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Alguien más está involucrado
El sol apenas había comenzado a asomar por el horizonte cuando Kieran, encargado de las riendas del país en ausencia de Derya, recibió la noticia de una nueva muerte en el reino. La atmósfera en el palacio estaba cargada de tensión. Los rumores sobre los avistamientos de un lobo se habían intensificado, y la inquietud se apoderaba de todos.
El duque Winchesco irrumpió en la sala del trono, su rostro marcado por la ira y el dolor.
—¡Kieran! —gritó, sus ojos centelleando de furia—. ¡Todavía no has encontrado al responsable de la muerte de mi hija! ¿Cuánto más debo esperar?
Kieran lo miró con calma, aunque en su interior compartía su frustración.
—Entiendo su dolor, duque Winchesco —respondió Kieran, con voz firme—. Estamos haciendo todo lo posible para encontrar al culpable. Le aseguro que no descansaremos hasta que se haga justicia.
Antes de que el duque pudiera responder, Angela, que había sido convocada debido a los avistamientos del lobo en sus tierras, escuchó las palabras del duque y sintió una punzada de culpabilidad. Necesitaba alejarse, encontrar un momento de soledad para reflexionar.
Angela se retiró a un rincón apartado y solitario del palacio, un lugar donde sabía que no sería molestada. Cerró los ojos y convocó a su doble malvada, una figura que emergió de las profundas aguas de aquel lago que estaba frente a ella, una imagen clara de aquella Angela burlona y descarada.
—Necesito hablar contigo —dijo Angela, su voz apenas un susurro.
—¿Otra vez necesitas mis servicios? —respondió Lucy, con una voz cargada de sarcasmo—. Pensé que habías aprendido la lección. pensé que ya sabías cuidarte adecuadamente, ahora tienes mi fuerza y carácter para cuando lo necesites.
—Esto es serio —insistió Angela—. La muerte de la joven hija del duque Winchesco... ¿tú estás involucrada en eso?
La doble la miró con una mezcla de diversión y desdén.
—Estoy de acuerdo contigo, Angela —dijo Lucy, su tono más serio—. La muerte no era necesaria para dar un escarmiento. Pero en esa muerte, no estoy involucrada. Es un lobo quien ha matado a aquella mujer del pueblo y al bandido, pero no a la joven hija del duque.
Angela frunció el ceño, tratando de comprender.
—Entonces, ¿quién lo hizo? —preguntó, con la esperanza de obtener una respuesta.
—Eso, querida, es algo que deberás descubrir tú misma —respondió la doble, con una sonrisa enigmática—. Pero te puedo decir esto: Yo que soy tu loba, te aseguro que no actúe con celos ni rabia, yo no la mate, si le di un buen susto, Pero nada más.
— Esa mañana había sangre en mis manos —
— ¿Que? ¿Eso me convierte en culpable? —
Antes de que Angela pudiera responder, la doble se desvaneció en las sombras, dejándola sola con sus pensamientos. Respiró hondo, tratando de asimilar la información. Si el lobo no era el responsable de todas las muertes, entonces había alguien más en juego, alguien con motivos oscuros.
Volvió al palacio, su mente trabajando febrilmente. Tenía que informar a Kieran y al duque Winchesco, pero también necesitaba investigar más. No podía permitirse actuar sin pruebas sólidas.
Al llegar al salón del trono, encontró a Kieran discutiendo con el duque, tratando de calmarlo.
—Kieran —dijo Angela, interrumpiendo la conversación—. Necesito hablar contigo en privado. Y también con el duque Winchesco.
Los dos hombres la siguieron a una sala más pequeña, donde podían hablar sin ser interrumpidos.
—Tengo información que puede cambiar nuestra perspectiva sobre las muertes recientes —comenzó Angela—. He hablado con... una fuente confiable. Parece que el lobo es responsable de algunas muertes, pero no de todas. La muerte de la joven hija del duque Winchesco no fue obra del lobo.
El duque la miró con incredulidad.
—¿Entonces quién fue? —preguntó, su voz cargada de desesperación.
—Todavía no lo sabemos —admitió Angela—. Pero sabemos que hay alguien más involucrado, alguien que está manipulando los eventos a su favor. Necesitamos investigar más a fondo.
Kieran asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
—¿Dónde empezamos? —preguntó.
—Necesitamos rastrear los movimientos de todos en el palacio y en los alrededores —respondió Angela—. Hablar con testigos, revisar registros, cualquier cosa que nos pueda dar una pista sobre quién está detrás de esto.
El duque Winchesco, aunque todavía enfadado, asintió con resignación.
—Haré todo lo que pueda para ayudar —dijo, su voz más calmada—. Quiero justicia para mi hija, y si hay alguien más involucrado, quiero que pague.
Angela, Kieran y el duque comenzaron a planear sus próximos pasos, decididos a desentrañar el misterio que se cernía sobre el reino. La sombra del lobo seguía presente, pero ahora sabían que había una oscuridad aún mayor acechando en las sombras. Y estaban decididos a enfrentarlo, sin importar el costo.
Angela escucho la voz de su doble, dónde le decía que tal vez y el asesino de su padre, junto al asesino de aquella mocosa eran el mismo. Aunque las probabilidades eran casi imposibles, ambas muertes habían Sido completamente diferentes.