En su vida anterior, la emperatriz Seraphina fue traicionada por su amado emperador y su propia hermana, quienes conspiraron para asesinarla. En el momento de su muerte, juró vengarse. Milagrosamente, Seraphina renace en su cuerpo joven, antes de ser comprometida con el emperador.Decidida a cambiar su destino y evitar el dolor de su vida anterior, Seraphina se aparta del joven emperador, ocultando su intención de venganza. En su lugar, ella comienza a llamar la atención del reservado y poderoso duque Alaric, el hermano mayor del emperador. Alaric es un hombre enigmático, con sus propios secretos y una lealtad incierta.Mientras Seraphina navega en el peligroso juego de la corte, debe mantener su verdadera identidad y sus planes ocultos. Su creciente cercanía con Alaric complicará su misión, pues en él encuentra una inesperada comprensión y una pasión que nunca había conocido.
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El duque herido
El rugido del acero resonó en el claro mientras las hojas chocaban con furia. Alaric había sido desafiado públicamente por el vizconde Cedric, un noble leal a Darius, bajo la excusa de una disputa territorial. Sin embargo, Seraphina sabía que aquello era más que una simple cuestión de honor; era un intento deliberado de eliminar al duque.
Desde su lugar entre los espectadores, Seraphina observaba con el corazón en un puño. Alaric, vestido con una túnica negra y empuñando su espada con destreza, parecía imperturbable. Sin embargo, Cedric era un espadachín experimentado, y sus movimientos estaban llenos de una agresión que buscaba más que la victoria: buscaba sangre.
Seraphina recordó las palabras de advertencia que le había dado esa mañana.
"Esto no es solo un duelo, Alaric. Es una trampa".
"Lo sé" —había respondido él con calma, colocándose los guantes de cuero. "Pero si me rehúso, perderé más que mi reputación".
"¿Y si pierdes algo peor?" —preguntó ella, incapaz de esconder su preocupación.
Alaric solo había sonreído, con esa mezcla de confianza y terquedad que tanto la frustraba como la cautivaba.
Ahora, mientras observaba cada golpe y esquive, sintió que el tiempo se ralentizaba. La arena improvisada estaba rodeada por nobles que murmuraban en voz baja, divididos entre la expectativa y el morbo. Seraphina apenas podía contenerse. Cada vez que Alaric retrocedía para evitar un golpe, su respiración se detenía.
Cedric lanzó un ataque directo, y aunque Alaric lo bloqueó, el movimiento lo dejó ligeramente desestabilizado. Cedric aprovechó el momento para girar rápidamente y hacer un corte limpio en el costado del duque. La sangre brotó, manchando su túnica oscura, y un murmullo alarmado recorrió la multitud.
"¡Alaric!" —exclamó Seraphina, dando un paso adelante, pero Elise la sujetó por el brazo.
"No puedes intervenir, mi lady".
Seraphina apretó los puños, sintiéndose impotente mientras Alaric tambaleaba ligeramente, pero mantenía su postura. Sus ojos se encontraron con los de ella por un breve instante, y aunque estaba herido, su determinación permanecía intacta.
El duelo terminó minutos después, con Alaric desarmando a Cedric en un último movimiento desesperado. La victoria fue clara, pero no se sintió como tal. Mientras los espectadores aplaudían con entusiasmo moderado, Alaric cayó de rodillas, su rostro estaba pálido y sus manos temblaban.
Seraphina corrió hacia él sin dudarlo, ignorando las miradas sorprendidas de los nobles. Se arrodilló a su lado, sujetando su rostro entre sus manos.
"Alaric, ¡háblame!"
Él la miró, esbozando una débil sonrisa.
"Gané, ¿no es así?"
"Idiota"—murmuró ella, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar. "No te atrevas a hablar así. Tenemos que llevarte con un médico".
Con la ayuda de Elise y unos pocos sirvientes leales, lograron llevar a Alaric a una sala privada en el palacio. Un médico fue convocado rápidamente, pero mientras él trabajaba para detener la hemorragia, Seraphina sintió como si cada segundo fuera una eternidad.
"¿Estará bien?" —preguntó, su voz estaba llena de desesperación.
El médico no respondió de inmediato, concentrado en suturar la herida. Finalmente, se volvió hacia ella.
"La herida es profunda, pero no mortal si logramos evitar una infección. Sin embargo, necesitará descanso absoluto".
Seraphina asintió, sintiendo un alivio parcial. Sin embargo, cuando se acercó al lecho de Alaric, la visión de su rostro pálido y sus labios apretados por el dolor la llenó de una rabia silenciosa.
Esa noche, Seraphina permaneció junto a él, negándose a abandonar la habitación. Elise había intentado persuadirla para que descansara, pero ella se mantuvo firme.
"No voy a dejarlo solo".
Horas más tarde, Alaric abrió los ojos, aunque con esfuerzo. Su voz era débil, pero su tono seguía siendo característicamente mordaz.
"Debes estar muy cansada de cuidarme, Seraphina".
Ella dejó escapar una risa amarga.
"Y tú deberías aprender a no ponerte en peligro por tonterías".
"No fue una tontería. Cedric tenía que ser confrontado. Si no lo hacía, habría parecido débil".
"¿Y qué importa parecer débil si terminas muerto?" —espetó ella, incapaz de contener su frustración.
Alaric la miró, y aunque estaba débil, su voz tenía una sinceridad que la desarmó.
"Importa porque si caigo, Seraphina, nadie más estará ahí para protegerte".
Ella abrió la boca para responder, pero las palabras se atascaron en su garganta. En cambio, tomó su mano, sosteniéndola con fuerza.
"No necesito que me protejas, Alaric. Necesito que vivas".
Por un momento, el silencio llenó la habitación, y aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, ambos entendieron la profundidad de lo que no se atrevían a expresar.
Al día siguiente, los rumores del duelo se habían extendido por toda la corte. Darius y sus aliados intentaban minimizar la victoria de Alaric, pero la realidad era innegable: el duque había demostrado ser una fuerza a tener en cuenta.
Sin embargo, Seraphina sabía que la batalla no había terminado. Mientras Alaric se recuperaba, ella comenzó a planear su próximo movimiento. Cedric podía haber fallado, pero Darius no se detendría.
Mientras revisaba los informes de sus espías, recibió una nota anónima que la hizo detenerse. Las palabras eran simples, pero llenas de implicaciones:
'El próximo golpe no será en la arena. Cuidado con las sombras.'
Seraphina arrugó el papel, sintiendo cómo la rabia se mezclaba con el miedo. Su mente trabajaba a toda velocidad, considerando las posibilidades. La corte era un campo de batalla, y ahora más que nunca, debía asegurarse de que cada movimiento fuera calculado.
Esa noche, mientras se sentaba junto a Alaric, compartió sus preocupaciones con él. Aunque todavía estaba débil, él escuchó atentamente, su mirada era intensa incluso desde el lecho.
"Si Darius planea otro ataque, debemos estar preparados" —dijo Seraphina. "Pero no puedo hacerlo sola".
"No estás sola" —respondió Alaric, tomando su mano con la poca fuerza que tenía. "Siempre estaré contigo, Seraphina".
Las palabras, aunque simples, llenaron el corazón de Seraphina de una calidez inesperada. Por un breve momento, las intrigas y los peligros quedaron en segundo plano. Lo único que importaba era que, a pesar de todo, todavía estaban juntos. Y que, para sobrevivir, tendrían que confiar más que nunca el uno en el otro.