"Y si alguna vez te lastimé, sabes que también me lastimé a mí mismo. No estoy tratando de ser cualquier tipo de hombre, solo intento ser alguien a quien puedas amar, confiar y comprender."
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Tu influencia en mi
El trabajo se había vuelto un acto mecánico para mí. Cuatro días habían pasado desde aquel colapso, y los rumores, aunque todavía presentes, ya no me importaban. Simplemente vivía, flotando de una tarea a otra, sin pensar demasiado. La rutina era diferente ahora; más eficiente, más metódica.
Llenaba informes, organizaba reuniones, revisaba presupuestos y atendía llamada. El día transcurría sin incidentes hasta que mi jefe me llamó a su oficina. Al entrar, supe que sería otra charla sobre los malditos rumores que se negaban a morir del todo.
—Siéntate,— dijo, señalando la silla frente a su escritorio. —He estado escuchando cosas, rumores que afectan el ambiente laboral y tu propia eficiencia.—
Lo miré fijamente, manteniendo una expresión neutral. Sabía que no me convenía ser un idiota con él, aunque cada fibra de mi ser quería hacerlo.
—Entiendo,— respondí, mi tono seco.
—Esto no puede continuar,— continuó. —Necesitamos un equipo cohesionado, y estos rumores te están afectando.—
—¿Y qué quiere que haga?— pregunté, sin molestia, solo indiferencia.
—Solo quiero que sepas que estamos observando. Esperamos más de ti.—
Asentí, sabiendo que lo mejor era dejar que hablara. Necesitaba el trabajo, así que contenerme era una necesidad, aunque mi paciencia estaba al límite.
—Lo tendré en cuenta,— dije finalmente, levantándome. —¿Algo más?—
—No, eso es todo por ahora. Puedes irte.—
Salí de la oficina y fui directo al comedor. Tomé mi almuerzo y me senté solo, disfrutando de la soledad. Pero no duró mucho. Abby se acercó, con una expresión de determinación en su rostro.
—¿Podemos hablar?— preguntó, sentándose frente a mí sin esperar respuesta.
—Claro,— dije, sin levantar la vista de mi comida.
—Quiero disculparme,— comenzó. —Jamás debí creer en esos rumores tontos sobre ti.—
Asentí, aparentemente ignorándola, pero una idea se me ocurrió. Podía tomar algo de ventaja de esta situación, de sus sentimientos hacia mí. Estaba aburrido, y Abby parecía ser una distracción adecuada.
—Está bien,— dije, finalmente mirándola. —Supongo que es fácil creer lo peor de alguien.—
—No, no lo es,— dijo rápidamente. —Tú no eres así.—
Sonreí. —¿Y cómo soy, Abby?—
—Bueno,— tartamudeó, —eres... diferente. Pero eso no significa que seas malo.—
Me incliné un poco hacia ella, bajando la voz. —¿Diferente cómo? ¿Te gusto diferente?—
Se sonrojó, claramente nerviosa. —Sí... quiero decir, no de esa manera. Bueno, tal vez un poco.—
—¿Tal vez?— dije, sonriendo de manera seductora. —Vamos, Abby. Sabemos que hay más que eso.—
Ella parecía aún más incómoda, pero también intrigada. —¿Qué estás haciendo?—
—Solo hablando,— respondí, con un tono suave. —Quizás deberíamos conocernos mejor, fuera del trabajo.—
—¿Estás diciendo...?—
—Sí,— la interrumpí. —Podríamos salir. ¿Te gustaría eso?—
Ella asintió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y confusión. —Sí, me gustaría.—
—Perfecto,— dije, volviendo a mi almuerzo. —Entonces, después del trabajo.—
Pasamos el resto del almuerzo en silencio, pero pude sentir su mirada constante. Era como un juego, y yo estaba disfrutando cada momento. Sabía que me estaba aprovechando de sus sentimientos, pero en ese momento, no me importaba. Necesitaba algo que me distrajera de todo lo demás, y Abby era la solución perfecta.
El sonido del comedor, el murmullo de conversaciones y el clink de utensilios llenaban el aire, pero para mí, todo era secundario.
El día pasó en una especie de neblina, Cuando finalmente el reloj marcó las diez de la noche, me puse el abrigo, listo para salir. Estaba a punto de cruzar la puerta cuando escuché la voz de Abby, nerviosa, llamándome por mi nombre.
—¿No íbamos a salir juntos?— preguntó, su tono lleno de una mezcla de esperanza y temor.
Por un momento, no entendí a qué se refería, pero luego recordé la cita. Suspiré internamente, pero mantuve una sonrisa exterior. —Claro, Abby. Casi lo olvido.—
Extendí mi brazo y ella lo tomó con felicidad. Sentí cierto desagrado en su toque, una incomodidad que me hacía sentir sucio, pero lo disimulé bien. Sabía lo que tenía que hacer.
La llevé a un restaurante elegante, uno de esos lugares donde la iluminación suave y la música en vivo crean una atmósfera casi mágica. Abby parecía deslumbrada, sus ojos brillando con emoción. La ayudé a sentarse y me aseguré de que todo fuera perfecto.
—¿Te gusta este lugar?— pregunté, mientras el camarero nos traía el menú.
—Es hermoso,— respondió ella, mirando a su alrededor con admiración. —Gracias por traerme aquí.—
—Te lo mereces,— dije, fingiendo una ternura que no sentía. —Eres una mujer especial, Abby.—
Pedimos vino, y la noche continuó con una conversación fluida y encantadora. Le conté historias, algunas verdaderas, otras no tanto, todas diseñadas para mantener su atención y hacerla sentir especial. Ella rió, sonrió y me miró con esos ojos llenos de adoración. Yo solo veía una oportunidad.
—¿Sabes?— dije, tomando su mano sobre la mesa. —Eres increíblemente inteligente y divertida. Me alegra haber tenido la oportunidad de conocerte mejor.—
—Gracias,— dijo, sonrojándose. —Eres muy dulce.—
—Solo digo la verdad,— respondí, manteniendo mi mirada fija en la suya. —No sé por qué alguien inventaría esos rumores sobre mí, pero estoy agradecido de que no les hayas dado importancia.—
—Yo también,— dijo ella, apretando suavemente mi mano. —Quería creerte a ti, no a los rumores.—
La cena continuó sin problemas, cada plato más exquisito que el anterior. Mantuve mi fachada de caballerosidad y atención, diciéndole cosas dulces y halagadoras, mientras en mi mente solo pensaba en el final de la noche. Solo quería acostarme con ella, nada más.
—Ha sido una noche maravillosa,— dijo Abby, cuando finalmente nos levantamos para irnos.
—Lo ha sido,— respondí, sonriendo mientras pagaba la cuenta. —Vamos, te llevaré a casa.—
Caminamos juntos hacia el coche, ella aferrada a mi brazo, y yo manteniendo la sonrisa y la conversación ligera. Conduje en silencio, mi mente ya en el siguiente paso de mi plan.
—Gracias por esta noche,— dijo Abby, cuando llegamos a su apartamento. —No la olvidaré nunca.—
—Yo tampoco,— mentí, inclinándome para besarla suavemente. —¿Quieres que suba contigo?—
—Sí,— susurró, sus ojos brillando con deseo.
La seguí hasta su apartamento. Sabía exactamente qué hacer para que ella se sintiera deseada y especial. Pero para mí, solo era una noche más.
La noche terminó como esperaba, con Abby en mis brazos, su respiración suave y satisfecha. Yo me quedé despierto, mirando el techo, sintiendo un vacío que nada parecía llenar. Sabía que esto no significaba nada, ni para ella ni para mí. Solo era otro paso en una vida que cada vez se sentía más como una farsa.
Cuando finalmente me levanté para irme, dejé una nota en la mesita de noche, una despedida que sonaba dulce, nada en realidad. Salí de su apartamento sin mirar atrás, sabiendo que mañana sería otro día.
Conduje a casa, la mirada fija en la carretera, el cigarrillo colgando de mis labios. Las luces de la ciudad eran como una corriente de estrellas, ofreciendo una extraña tranquilidad a mi mente inquieta. No pensaba en nada en particular, solo disfrutaba del silencio y el humo llenando mis pulmones.
Al llegar, apagué el coche y me quedé unos momentos mirando mi casa. Era nueva, un cambio bienvenido después de ese maldito apartamento diminuto. Aquí, al menos, tenía espacio para respirar. Terminé el cigarrillo, lo tiré al suelo y lo aplasté con el pie antes de entrar.
Colgué mi abrigo en el perchero y me dirigí a las escaleras. Pero antes de subir, vi a Terry en el sofá. Dormía, pero no por mucho tiempo. Sintió mi mirada y abrió los ojos enseguida.
—Lo siento,— murmuré. —No quería despertarte.—
—No importa,— dijo Terry, sin molestarse en disimular su indiferencia. Me hizo una seña para que me acercara. Cuando lo hice, me entregó un fajo de billetes de 100. —Para los gastos de la semana,— dijo. —Te daré otro monto a fin de mes.—
Me sorprendió, pero no pregunté nada. No tenía sentido indagar en las motivaciones de Terry. —Gracias,— dije simplemente.
Nos quedamos en silencio por un momento, y luego, sin saber muy bien por qué, le conté sobre mi cita con Abby. Solo algunos detalles, lo suficiente para mantener la conversación en marcha.
—¿Y cómo fue?— preguntó Terry, su voz neutral, pero sus ojos mostraban un leve interés.
—Fue bien,— respondí, encogiéndome de hombros. —Cenamos, hablamos... nada del otro mundo.—
Terry me miró por un momento, y luego dijo, —¿Y qué piensas hacer ahora?—
No entendí bien la pregunta. —¿Con Abby? No mucho. No es como si fuera algo serio.—
—Bien,— dijo Terry, su tono ligeramente más frío. —Las relaciones son una distracción.—
—Lo sé,— respondí, sintiendo una vaga incomodidad. —Pero a veces, una distracción no viene mal.—
—Eso depende,— dijo Terry, acercándose un poco más. —Algunas distracciones pueden ser peligrosas. Te apartan de lo que realmente importa.—
—¿Y qué es eso?— pregunté, sin poder evitar un tono sarcástico.
—Vivir tu vida sin ataduras,— dijo Terry, mirándome fijamente. —Sin depender de nadie.—
Había algo en sus palabras, en la manera en que las decía, que resonaba en mi interior. Me sentía atrapado, y a la vez, incapaz de escapar. Terry tenía una forma de hablar que hacía que sus ideas parecieran las únicas correctas, las únicas posibles.
—Tal vez tengas razón,— admití, aunque no estaba seguro de por qué lo decía.
—Por supuesto que la tengo,— dijo Terry, sonriendo ligeramente. —Las personas como Abby solo te arrastran hacia abajo.—
Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. Algo en su tono, en su mirada, me hacía sentir insignificante, como si todo lo que había hecho hasta ahora no valiera nada.
—Deberías pensar en eso,— continuó Terry, su voz ahora más suave, casi hipnótica. —Piensa en lo que realmente quieres. No en lo que los demás esperan de ti.—
—Lo haré,— dije, aunque no estaba seguro de qué significaba eso realmente.
—Bien,— dijo Terry, dándome una palmada en el hombro. —Ahora, ve a descansar. Mañana será un nuevo día.—
Asentí y me levanté, sintiendo una extraña mezcla de alivio y confusión. Mientras subía las escaleras, podía sentir su mirada en mi espalda, una presencia constante e ineludible.
Me metí en la cama, pero el sueño no llegó fácilmente. Las palabras de Terry resonaban en mi cabeza, y aunque intentaba ignorarlas, sabía que tenían un efecto profundo en mí. Me estaba convirtiendo en alguien más, alguien que no reconocía, pero que, de alguna manera, comenzaba a aceptar.
La oscuridad de la habitación se cerró a mi alrededor, y por primera vez en mucho tiempo, no supe quién era realmente.
w(°o°)w impactada, vida difícil la de Terry :(
pero al final si la encontré, los milagros existen 🙏🏾😭
te trataba como una cucaracha con kk y tú todavía eres dependiente a el
patético
ahora resulta que las personas pueden controlar la duración de si estado de coma?
🙄🙄🙄🙄.
simplemente ya le quería poner el cuerno al prota y solo trata de justificar su traición victimizandose y culpando al prota 🙄🙄