RENCARNE EN EL VILLANO DUQUE

Han pasado ya unos días desde que regresé al ducado. La semana ha sido más agotadora de lo que imaginaba, tanto para mi padre como para mí. A pesar de que sé esgrima y tengo más conocimiento que muchos niños nobles de mi edad, eso no me eleva del todo; aún estoy en ese lugar donde la gente espera que actúe como el niño que soy. Bastian siempre me dice que soy un genio, que aprendo rápido y subo de rango, pero eso no cambia el hecho de que aún soy un niño pequeño en un mundo lleno de adultos.

A lo que no puedo acostumbrarme es a lo que me espera la próxima semana. Mi padre ha decidido que debo ir al Bosque Oscuro con mi maestro, sin ayuda de nadie, para enfrentarme a los monstruos que habitan allí. Me lo dijo con una calma que casi me dio escalofríos. La misión es clara: o sobrevivo o muero. Si no regreso en una semana, mi maestro buscará mi cuerpo entre los árboles muertos.

No miento, no sé si mi padre me quiere. En el fondo creo que lo que desea es deshacerse de mí, pero no lo diré. No lo haré, porque no tiene sentido pensar en ello. Quiero sobrevivir, necesito sobrevivir. Mis hermanos dependen de mí. No sé cómo, pero lo haré.

Claro que cuando escuché sobre el Bosque Oscuro, un escalofrío recorrió mi espalda. Los rumores de los pocos que sobrevivieron me hicieron dudar. La mayoría no regresa, y los que lo hacen lo hacen en tal estado que ni siquiera se reconocen a sí mismos. Algunos dicen que el bosque está maldito, que está lleno de monstruos con hambre de carne humana. Mi corazón late más rápido solo de pensar en lo que podría esperarme allá. Pero, ¿qué otra opción tengo?

Por otro lado, he estado ocupado con algunos negocios. El barón se mostró interesado en invertir en un par de hoteles que abriré en breve. Estos serán los mejores hospedajes para nobles y extranjeros con capital. Me estoy preparando para hacer de esto un éxito, incluso si tengo que aprender más de lo que ya sé.

No he podido ver a mis hermanos desde que regresamos, pero sé que están bien. Bastian ha estado visitándolos y se asegura de que todo esté en orden. Pronto cumpliré los cinco años, o eso dicen. Tres semanas, para ser exactos. Aunque con todo lo que pasa, no siento que el tiempo pase como debería.

Mientras tanto, mis entrenamientos son cada vez más rigurosos. Mi maestro no tiene piedad. Nos hace dar quinientas vueltas en la sala de entrenamiento, y yo las hago sin quejarme. Llevamos días practicando con la espada, y en un combate con mi amigo, con un solo movimiento lo derroto. Aunque, claro, nadie espera que un niño pequeño sea tan rápido. No me quejo de mis habilidades. Las aprendí a la velocidad de la luz, como todo lo demás.

Lo que más me molesta es la rutina. Me despierto a las cuatro de la mañana para entrenar, luego estudio magia y otras clases, y al llegar la hora de la cena, por fin tengo un pequeño respiro. Después, me acuesto en mi cama, miro el techo y dejo que mi mente vague entre pensamientos que no sé si debo tener. En ocasiones, todo parece una enorme repetición. ¿Cuántos entrenamientos más hasta que mis piernas no aguanten? ¿Cuántos más hasta que me convierta en el monstruo que todos esperan que sea?

Suspiro y decido dejar los pensamientos negativos de lado. No vale la pena pensar en ellos. Tomo la aguja y comienzo a tejer. Mis manos se mueven con rapidez, entrelazando los hilos con precisión. Ya no me molesta. Aprendí a tejer cuando tenía tres años, pero ahora lo hago con un propósito. Algo que quiero regalarles a mis hermanos. Algo hecho por mí, algo que ellos puedan tener siempre, incluso cuando el invierno llegue a helar todo.

Es la primera vez que tejo algo para ellos. Siempre hago cosas para mí o para Bastian, pero ahora esto es para ellos. No sé si debo decirles que fui yo quien lo hizo. A veces me pregunto si se darán cuenta de que es mi esfuerzo lo que está ahí, en esos hilos entrelazados. Los colores son los que a ellos les gustan. Mi hermana tendrá una bufanda rosada con gris, porque esos son sus colores favoritos. La de mi hermano pequeño será roja, y la de mi otro hermano, azul. La mía, la más oscura de todas, será negra. Y, por supuesto, también he hecho una para la madre de mis hermanos, por el cuidado que ha tenido con ellos.

Cada bufanda está cuidadosamente guardada en cajas del color que a cada uno le representa. Después de algunos tropiezos con la aguja, finalmente termino la última. Me siento satisfecho, aunque mi mente aún sigue dando vueltas a lo que me espera en el Bosque Oscuro. Me pregunto si alguna vez volveré para ver la cara de mis hermanos cuando reciban estos regalos.

Me pincho con la aguja mientras continúo con la bufanda de mi hermana, pero no me quejo. Mi botiquín está a la mano. Limpio la pequeña herida y sigo tejiendo. No tengo tiempo para preocuparme por eso. El tiempo avanza, y el frío invierno se acerca.

Sé que este podría ser el último invierno que paso en casa.