El padre mafioso de mi hija

Sabrina reflexionaba sobre algunas opciones junto a Camila. Tomó el nuevo número de Don Mauricio que su amiga le proporcionó y le envió un mensaje indicando que necesitaba hablar con él, pero él no respondió en toda la noche. Al final, ella se quedó dormida y fue despertada al día siguiente por el sonido del teléfono que sonaba junto a su cama. Con los ojos aún pesados por el sueño, contestó la llamada y escuchó la familiar voz de Dom Mauricio al otro lado de la línea.

- Buenos días, Sabrina. Disculpa por llamar tan temprano. ¿Cómo estás? - se escuchaba una sonrisa en la voz de Dom Mauricio.

- Buenos días, Dom Mauricio. No te preocupes por la hora, de todos modos estaba a punto de despertarme. Estoy bien, dentro de lo que cabe - respondió Sabrina, aún somnolienta pero con la esperanza de poder hablar con él.

- Me imaginé, Sabrina. Recibí tu mensaje y quería invitarte a almorzar conmigo hoy.

- No sé, tengo algunas cosas que resolver y había pensado ir al hospital para intentar ver a mi hija hoy - Sabrina intentaba mantener el plan que había hecho con Camila.

- Sabrina, puedo llevarte al hospital después de nuestro almuerzo. Realmente me interesa escuchar lo que tienes para decir - propuso él amablemente.

- Bueno, en ese caso, acepto almorzar contigo.

- Me alegra oír que has aceptado, Sabrina. Debo decir que me encanta tu voz somnolienta. Pediré a mi chofer que te pase a buscar a tu casa alrededor del mediodía - dijo Dom Mauricio con gentileza.

- Claro, eso sería estupendo. Hasta pronto, entonces - Sabrina colgó sintiendo un nudo en el estómago pero resuelta.

Después de colgar, Sabrina se levantó de la cama sintiéndose emocionada y algo nerviosa por el encuentro. Sabía que su madre y Ieda estarían preocupadas con esta situación y decidió hablarles del convite de forma tranquila.

- Mamá, Ieda, tengo algo que contarles. Voy a almorzar con Dom Mauricio hoy - dijo al entrar a la cocina donde Soraia e Ieda estaban sentadas.

- ¡Sabrina, no puedes ir! Apenas conoces a ese hombre. No sabemos cuáles son sus intenciones - expresó Soraia preocupada.

- Estoy de acuerdo con tu madre, Sabrina. Es peligroso involucrarte con ese hombre, lo sabes - secundó Ieda con un gesto de afirmación.

- Entiendo sus preocupaciones, pero ya he aceptado la invitación para almorzar. No puedo simplemente ignorar esta oportunidad de salvar a Mavie - mantuvo su posición Sabrina con firmeza.

- Sabrina, entiendo que quieres hacer lo mejor para Mavi, pero tu seguridad también es importante. ¿Y si él te amenaza? ¿Y si algo te sucede a ti, cómo cuidaremos de Mavie? - Soraia expresó frustrada.

- Conozco a la mafia siciliana, Sabrina, es mejor que evites cualquier contacto con él, no vayas a ese almuerzo - Ieda añadió.

- De verdad entiendo sus preocupaciones. Y prometo que tomaré todas las precauciones posibles. No estoy yendo ingenuamente, voy para descubrir más sobre Dom Mauricio y entender sus intenciones. No tengo muchas opciones para salvar la vida de mi hija ahora, debo considerar todas las posibilidades - Sabrina dijo respirando profundamente.

- Solo te pido que seas cuidadosa. Si algo parece incorrecto o sospechoso, no dudes en salir de inmediato, mándanos mensajes cuando llegues y cuando salgas de ese lugar - Soraia pidió preocupada pero comprensiva.

- Lo prometo, mamá. Estaré bien, les mandaré mensajes y después quiero pasar por el hospital para ver a mi hija - asintió Sabrina.

- Sabrina, realmente desearía que no te acercaras a ese hombre, es un camino sin retorno. Piensa muy bien lo que vas a hacer y el precio que te costará - advertía Ieda.

- Lo estoy pensando, Ieda, pero mis opciones son limitadas. La vida de mi hija está en riesgo, debo hacer todo lo que esté a mi alcance para salvarla. Con permiso, voy a terminar de arreglarme - dijo Sabrina y regresó a su habitación.

Ieda y Soraia se quedaron inquietas ante la decisión de Sabrina de encontrarse con Dom Mauricio de nuevo, conscientes de los riesgos y temerosas de lo que pudiera suceder tanto a Sabrina como a Mavie.

El chofer de Dom Mauricio llegó a la casa de Sabrina puntual al mediodía, tal como se había acordado. Sabrina se despidió de su madre y de Ieda con una mezcla de emociones, sabiendo que se adentraba en un territorio desconocido. Subió al automóvil, un Range Rover Velar negro, y el chofer la condujo hasta la mansión de Dom Mauricio, que estaba más alejada de lo que ella había imaginado.

Al llegar, la magnitud de la propiedad impresionó a Sabrina. La mansión era majestuosa, con una arquitectura imponente y una vista espectacular de la playa. Bajó del carro y caminó hacia Dom Mauricio, quien la esperaba cerca de la piscina, vistiendo una camisa blanca ligeramente abierta en el pecho, pantalón negro y zapatos elegantes.

- Hola, Dom Mauricio. Gracias por la invitación y por enviar a tu chofer a buscarme - dijo Sabrina con una sonrisa tímida.

- Hola, Sabrina. Es un placer tenerte aquí en mi casa. No tienes que agradecerme, es lo menos que podría hacer. ¿Cómo te sientes? - preguntó Dom Mauricio amablemente.

- Estoy bien, gracias. Tu casa es impresionante y la vista de la playa es simplemente maravillosa - comentó Sabrina, admirando el entorno.

- Me alegra que te guste. Siempre me encanta esta vista. Por favor, siéntete cómoda. Vamos a almorzar junto a la piscina, donde podremos disfrutar de la brisa marina - dijo con una sonrisa Dom Mauricio.

- Suena perfecto - aceptó Sabrina, relajándose un poco.

Se sentaron en la mesa que estaba preparada para ellos, mientras que un mayordomo y una empleada se acercaron con los platos. Después de servirse, quedaron solos y aprovecharon para comer tranquilamente. Sabrina notó que los guardias estaban más distantes de lo habitual, proporcionándoles total privacidad.

- Sabrina, ¿has pensado más en mi propuesta? - Dom Mauricio tocó el tema.

- Dom Mauricio, reconozco que aún no he podido pensar bien en ello, sé que debo ser rápida por la salud de mi hija, pero mi mente está algo confusa por todo lo que ha ocurrido - dijo Sabrina al terminar su salmón a la parrilla.

- Sabrina, entiendo tus inquietudes. Quiero que sepas que mi interés en ayudarte a ti y a Mavi es genuino. La operación de ella es una preocupación para mí, y estoy dispuesto a hacer lo necesario para garantizar su bienestar. Solo tienes que decir que sí a mi propuesta - indicó él, tomando un sorbo de agua.

- No es tan sencillo, Don Mauricio. Decir que sí a un hombre como usted no me parece un negocio tan simple, y menos cuando implica casarme con un desconocido - manifestó Sabrina, bebiendo agua.

- Sabrina, espero sinceramente que aceptes porque no tenemos mucho tiempo. El médico ya dijo que se nos acaba - él se mostró serio.

- Sí, lo escuché, pero no sé si puedo casarme con alguien a quien no conozco, de quien no sé nada ni qué hace - replicó Sabrina, tomando otro sorbo de agua.

- Por eso te invité aquí, Sabrina, para que puedas estar a gusto y conocerme mejor. Puedo responder a tus preguntas y disipar tus dudas sobre mí - dijo él, sirviendo en ese momento una botella de vino que estaba en la mesa para ambos.