En está historia, inspirada en la película «La laguna azul» veremos como Perla y Dayhan, por incidente inesperado, ambos quedan varados en un sitio remoto, mientras que todos los buscan con desesperación, pero ese incidente parece que los ayudará a entenderse mejor de lo que ellos creen. ¿Que pasará con esos adolescentes?
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Capitulo 22
Qué injusticia cometían con Dayhan. Él ayudó a Perla arriesgando su propia vida, y ahora lo acusan de secuestrador.
Ya era de noche.
Perla estaba acostada mirando las paredes de su habitación. Cada vez que sonaba su teléfono móvil, miraba rápidamente la pantalla. Tenía esperanza de que fuera un número desconocido y se tratara de Dayhan. Pero todas esas llamadas eran de Andhy, insistiendo en verla, a lo que ella se negó rotundamente. Sus amigas fueron a visitarla. Al principio, no quería hablar con nadie, pero necesitaba el número de teléfono de Dayhan y sus amigas la podían ayudar.
— Pasen chicas. —las recibió en su habitación y se dieron fuertes abrazos.
— Amiga, te extrañamos mucho.—dijo Génesis.
— Y yo a ustedes. Y Emma, ¿por qué no vino con ustedes? Tampoco la vi en la isla. —preguntó Perla.
Las chicas se miraron una a la otra. —Emma tiene un problema, lo que no sabemos exactamente de qué se trata. Tenemos una semana que no la vemos, no está asistiendo a clases. —explicó Diana.
— ¿En serio? Eso es muy extraño. ¿Qué le estará pasando? Tenemos que ir a visitarla. —argumentó Perla.
— Me parece bien. Podemos ir mañana. Pero cuéntanos, ¿tú cómo estás? —indagó Diana.
— Bien. Supongo. —dijo sin mucho ánimo.
— Perla, todos estos días nos hemos preguntado ¿qué pasó esa noche? ¿Por qué Dayhan estaba contigo y no Andhy? —preguntó Génesis.
Perla caminó hacia la ventana y miró afuera, apreciando las luces del jardín en medio de la oscuridad. Se recostó del marco de la ventana, cruzó sus brazos y les contó lo que había pasado a sus amigas, excepto lo que pasó con Dayhan en la isla.
— Yo sabía que Dayhan no era capaz de hacerte daño. Es todo un caballero —dijo Génesis.
— Pobre de él. Está pagando por haberte salvado. —habló Diana.
Perla la miró confusa. — Cuando dices pagando, ¿a qué te refieres?
Génesis se rascó la garganta y le dijo: —¡Ay!, amiga, tus papás lo denunciaron por secuestro. Hace como tres horas que está detenido. Lo fueron a buscar a su propia casa.
Perla cayó al suelo de rodillas y empezó a llorar. Las chicas trataron de calmarla, pero no lograron nada. Se levantó como alma que lleva el diablo, y fue a la habitación de sus padres. Abrió la puerta sin tocar, las chicas iban detrás de ella.
— ¿Por qué están acusando a Dayhan de secuestrador? — preguntó exaltada.
— Mi amor, estás muy alterada. Relájate — sugirió Rocío.
— Contesten.— dijo con la respiración agitada, y los ojos bien abiertos.
— Hija, es lo que creemos. Tú te niegas a hablar. — expuso Alberto.
— Como si eso les importara.
— ¿Qué hacía en ese bote? ¿Por qué él estaba contigo? Todo indica que él te secuestró. No veo otra explicación.— afirmó el señor.
— Dayhan no me secuestró. Quiero que retiren la denuncia. — pidió molesta.
— Lo siento, hija. Él continuará detenido. No sabemos la verdad. — aclaró su papá.
— ¿Quieren escuchar la verdad? Bien, perfecto… Esa noche estaba en ese bote porque me iba a entregar a Andhy, pero él estaba ebrio y empezamos a discutir. Me dejó ahí sola. Cuando intenté subir nuevamente al barco, se desató el bote. Grité auxilio muchas veces hasta que por fin alguien me escuchó. Esa persona era Dayhan, quien no dudó ni un segundo en tirarse al agua para ayudarme. — explicó la señorita.
— ¿Aún eres virgen? Pensé que Andhy y tú tenían sexo, como siempre salían a todas partes solos. — dijo su mamá.
Perla negó con la cabeza mientras mostraba una sonrisa fingida.
— Mamá, cada día me sorprende más… Y para tu información… Ya no soy virgen. Me entregué a Dayhan. Lo amo y si no lo liberan, soy capaz de suicidarme.
Sus amigas se quedaron boquiabiertas. Sus padres quedaron atónitos, y ella salió de la habitación dando un portazo.
Volvió a su habitación y se derrumbó a llorar. Era imposible entender la actitud de sus padres. Un dolor invadía todo su ser. Sus amigas permanecieron a su lado.
— Lo siento, amiga. — dijo Génesis y la abrazó.
— ¿De verdad te entregaste a él? — preguntó Diana con curiosidad.
Perla no quería decirle a sus amigas lo que había pasado con Dayhan, pero ellas ya lo habían escuchado.
— Sí, chicas, fue la mejor experiencia de mi vida. Dayhan es tan cuidadoso, cariñoso, tierno... Todo lo que diga de él queda corto. Creo que mi primera vez nunca iba a ser mejor. Lo amo. —expresó afligida.
Horas después, Perla estaba acostada en su cama muy triste. Era imposible dejar de pensar en Dayhan. Daba vueltas de lado a lado. Pasó tantas noches durmiendo con él, que lo extrañaba mucho. Al recordar que estaba en la cárcel, sentía un dolor en el pecho que le impedía respirar.
Dayhan estaba detrás de unos barrotes de una celda, con los ojos cerrados y repasando todo lo que había pasado en los últimos días. Era imposible no sentirse derrotado. Una de sus preocupaciones era la preparatoria. No solo iba a perder la beca, sino también el año escolar. Pensaba en su papá y en lo triste que estaba por culpa de él. Aun con su mundo de cabeza, no dejaba de pensar en Perla. La extrañaba. Estaba acostumbrado a dormir cerca de ella, escuchando su respiración, y tocando su suave piel.
Al día siguiente, el señor Raúl fue muy temprano a visitar a Dayhan. Le llevó comida, también ropa limpia. Pasaron unos minutos hablando. No había mucho que hacer, solo esperar a un abogado público que se encargara del caso. Minutos después llegaron Madison y Gael. Los dejaron pasar porque la chica es hija de un general conocido en esa estación policial.
— Puta madre, ¿qué vamos a hacer? —expresó Gael preocupado.
— Aquí el único problema es que ese señor odia a Dayhan, y quiere verlo encerrado a toda costa. —argumentó Madison.
Dayhan permaneció callado. Tenía un nudo en la garganta que no lo dejaba hablar.
— No estamos solos. Ahí arriba hay un Dios que todo lo ve. Yo tengo fe en él. —dijo su papá.
Terminó la hora de visita. Les pidieron a todos marcharse. A Dayhan lo llevaron de nuevo a la celda. Una hora después, el chico estaba acostado en la dura cama que había disponible, perdido en sus pensamientos. Escuchó una voz conocida, pero prefirió no mirar y pensar que solo era su imaginación.
— Ahí estás, enjaulado como lo que eres: una rata. — dijo el señor Alberto Thompson, parado frente a la celda, con las manos en los bolsillos, y una sonrisa muy grata en su rostro.
— Mírame a la cara, infeliz. — pidió con altanería.
ella es más terca que una mula,a el le faltan pilas para poner esa mujer en su sitio, y la maddy está queda.
voy a seguir leyendo a ver si estoy se compone jejejeje