La Curvy Del CEO

-Eres de los que hablan mucho-susurró Regina con un esbozo de sonrisa mientras su bajo vientre parecía arder ante la invasión, a la que se rendía sin lucha.

-No lo sabes bien, pequeña.

-No tengo nada de pequeña.

-Tienes todo muy bien puesto y en su justa medida para hacer un conjunto extraordinario-sentenció.

Aumentó el ritmo de sus pretensiones hasta que ella sintió que en su constelación de estrellas se formaba una bola de placer que crecía sin remedio hasta explotar por el universo y expandiendo calor y placer en ramificaciones abruptas hacia todos los planetas, todo lo que dejó escapar en un grito crudo que anunció, entre temblores, uns lluvia de estrellas de magnitud extrema ( Espero se entienda la paradoja).

-¡Eso, nena, ve las estrellas para mí! -dijo él con voz ronca, emocionado ante el espectáculo mayúsculo de ese fenómeno expuesto y alucinante por y para él.

Cuando su cuerpo se calmó, la elevó entre sus brazos, con premura, colocándola sobre su hombro y avanzando para abrir la puerta que conducía al dormitorio. Allí, la dejó caer sin ceremonias sobre el colchón, en el que rebotó, asombrada por la exposición cruda de hombre de las cavernas de Milo.

Sin dejar de mirarla se quitó los pantalones y el bóxer con rapidez, dejando a la vista lo que se podía definir como una gloria de espécimen, entre sus largas y musculosas piernas separadas, en una de las cuales apreció un tatuaje qué hizo aún más sensual la imagen. Él tomó su estrella fugaz y lentamente comenzó a encenderla descubriendo el centro brilloso con el nectar de los dioses. La imagen era de un erotismo mayúsculo y el mástil pareció crecer ante los ojos de Regina, que tragó saliva sin poder desprender la vista de esa maravillosa exhibición de masculinidad depredadora que la volvió a poner en órbita, el dolor del deseo otra vez instalándose en su nucleó. Cuando él se movió y avanzó con lentitud se llevó las manos a la cara, que parecía arder.

Milo, cerniéndose sobre ella, pero apoyado el peso de su cuerpo en los brazos, le hizo imaginarse ese mundo de posibilidades que giraba a su alrededor y sin más preliminares, colocó hizo lo que debía hacer. Sus ojos brillaban tumultuosos.

-¿Estás lista para mí, Regina?-Ella asintió-. No seré gentil, ni suave. En estos momentos te deseo tanto que solo quiero hacerte ver las estrellas y hacerte volar alto, ¿entiendes? Quiero complacer todas tus fantasias, y cumplir algunas propios _ dijo esto sin pena alguna.

No podía más que afirmar con su cabeza, incapaz de articular palabra; parecía que su garganta se había cerrado. Le observó estirarse para abrir un cajón de su mesa de noche y tomar su protección, que extendió con pericia en toda la extensión de su galaxia, en un movimiento que por sí solo fue demoledor por lo erótico.

Luego, sin más protocolos, sintió que ingresaba nuevamente en órbita. Fue consciente de cada explosión e implosión en su territorio, que se llenó de él, al principio de forma incómoda, su estrechez abrazando la gran nave con dificultad. Él estuvo quieto unos segundos, dejando que las paredes de la nave se acomodaran, se acostumbraran a esa maravillosa calidez y tamaño y luego comenzó a maniobrar, lento y rápido y otra vez lento hasta que su cara comenzó a mostrar que no podía detener el placer, lo que le sobresalto doblemente.

-Respira, abre ese precioso y apretado centro solar para mí. Deja que mi nave especial lo acaricie-le dijo.

Ella asintió y se acomodó, envolviendo la nave de Milo con la suya para darle paso, dejándose llevar alto, a punto de explotar de tensión, sintiendo que sus dedos se concentraban en el timón y este la ponía otra vez a cien. Nuevamente el calor de una explosión maravilloso se gestó en ella y cuando él vio lo que sucedía, le dijo:

-Vuela otra vez para mí, muéstrame lo mucho que te gusta, cuánto te gusta volar en mi nave.

Sus pasión, sus caricias, su lenguaje sucio, todo la elevó; el éxtasis la alcanzó, sintió que su cuerpo se despegaba y volaba y una maravillosa bruma la envolvió, a la vez que escuchaba el gruñido de Milo en su empuje final de liberación.

Les costó unos minutos recomponerse, durante los cuales ambos respiraron agitados y en silencio. Él se retiró de ella, con renuente lentitud, para tenderse a su lado.

-Wooow-dijo ella, quedo, conmovida y exhausta, sin poder creer que el sexo pudiera sentirse tan impresionante.

-Esto ha sido mucho mejor de lo que me había imaginado, Regina y te confieso que ya me había hecho muchas expectativas. Has superado con nota todas mis fantasías.

Ella se ruborizó y dejó escapar una sonrisa nerviosa, buscando algo con que cubrirse. Él rio, divertido, agregando:

-Un poco tarde para la timidez. Uno de los rasgos que te hace tan encantadora.

Se incorporó para ayudarla, alcanzándole el corpiño y el vestido, acariciando su mejilla, para luego decirle, mientras se dirigía al baño.

-No te apures en vestirte, hermosa. Quiero disfrutarte más. Tomemos tiempo para eso. Luego cenaremos y te regreso a tu casa. Estoy muy satisfecho de que hayas aceptado, Regina. Esto va a ser muy bueno- prometió.

-Ya lo es- dijo ella, ruborizada.

-Tu sinceridad tu pasión y tu belleza son bálsamos refrescantes, hermosa Regina-señaló.