Colágeno

Le pregunté si desea pasar la noche conmigo, por qué yo si lo deseo, deseo tenerla entre mis brazos, escucharla, gemir, que cada orgasmo que tenga lo haga gritando mi nombre, pero aquí estoy esperando su respuesta.

Veo en sus ojos deseo por qué sé que ella también lo desea tanto como yo, pero también veo, miedo y no la culpo porque para ella es difícil todo esto, le da miedo lo que su hijo pueda decir, como va a reaccionar cuando se entere, obvio lo va a hacer por qué pienso estar con ella para toda la vida.

—Si te sientes incómoda, no importa, te voy a dar todo el tiempo que necesites para que aceptes, por qué quiero que sepas que no voy a alejarme de ti—Deposito un beso en su mano que aún está entrelazada con la mía.

—¡Si quiero!—dice tan bajito que casi no se escuchó.

Mi corazón comenzó a galopar a toda prisa, y la sonrisa que apareció en mi rostro me hizo ver estúpido.

Rápidamente, conduzco a un hotel.

Estoy tan emocionado de tenerla, todita para mí.

Entramos al hotel, la recepcionista nos mira a ambos mientras pedimos la habitación, sé lo que piensa, pero su trabajo es atender, no averiguar lo que hacen los clientes.

La puerta del ascensor se abre, y nada más entramos la apreso contra mi cuerpo, acaricio su mejilla con mis dedos, ella con su mirada fija en mí, bajo un poco para poder besar sus labios, solo pasó mi lengua por todo el contorno de sus labios, provocando en ella un gemido que provocó en mí unas ganas de tenerla aquí mismo y de la manera más salvaje.

La puerta del ascensor se abre, deslizó la tarjeta de la habitación, entramos y ella se queda parada como si no supiera qué hacer, la miro y es tan linda, toda tímida, parece una chica virgen, como si fuera a tener su primera relación.

La agarro de la mano, atrayéndola hacia mí, rodeo su cintura con mis manos para pegarla a mí lo suficiente para que nuestra respiración se descontrole, ella rodea mi cuello con sus brazos, para luego unir nuestros labios en un rico beso, me separo para mirar sus ojos, me hipnotiza, toda ella lo hace, deslizó la cremallera del vestido mientras dejo suaves besos en sus labios, mejilla, y cuello ella es muy receptiva, espero quiera dejarse hacer todo lo que yo deseo, después le saco el vestido.

Despacio mientras lo bajo, dejo besos en sus hombros, clavícula, después de sacar todo el vestido queda solo en una exquisita lencería blanca, me separó de ella para poder mirar su cuerpo, se sonroja al ver la forma en que la miro.

La tomo de la mano y la giro sobre su eje para ver cómo le queda esa braga de encaje sobre sus glúteos pomposos.

Vuelvo a besarla, apasionadamente, aun besándola la llevo hasta la cama donde la dejo con cuidado sin quitar mis ojos de los de ella, quiero que se sienta segura conmigo, o sea que no quiero solo tener su cuerpo, sino que quiero tener su corazón su alma.

La beso arrancando gemidos de sus labios.

Después voy bajando, doy besos y leves mordiscos en sus costillas, lo que hacen que ella arquee su espalda, bajo a su abdomen, luego le doy la vuelta, subo hasta su nuca para besarla, bajando por su espalda, hasta sus glúteos dónde bese y mordí a mi gusto, aunque ella estaba totalmente en silencio por qué ninguna palabra salía su boca, solo gemidos y jadeos, suavemente la despojo de la última prenda que queda en su cuerpo, no puedo dejar de mirarla esta mujer está jodidamente buena.

... Rodrigo es tan lindo, tan tierno, sus labios son tan dulces y suaves, siento sus manos recorrer mi cuerpo con una suavidad que me eriza la piel, aunque trato que mis jadeos no se escuchen, pero es imposible, sus labios sobre mi piel queman cada parte que besa mientras él está concentrado, cada vez que sus labios rozan mi piel sensible mi cuerpo se estremece de una forma tan impresionante, es increíble todo lo que este hombre me hace sentir solo con tocarme.

La suavidad con la que me besa, es una tortura, la mente se me nubla de tanto placer, que siento contracciones en mi vientre, que pronto se convierten en una explosión alucinante.

—¡Rodrigo, por favor!—En todo el tiempo que llevamos aquí no había dicho nada, y a mí se me ocurre hablar solo para suplicar que termine por hacer lo que deseo.

Él levanta la cara hacia mí mostrando una sonrisa de satisfacción, como si verme suplicando fuera placentero para él, lo bueno es que no objeta, se levanta hacia mí, para besar mis labios, por Dios me doy cuenta qué sigue totalmente vestido, se levanta se quita todo de prisa, después se coloca un preservativo vuelve a besar mis labios.

—¡Lo que ordene mi reina!—Susurra en mi oído, Escuchar aquello me hizo jadear, él me mira con tanta ternura, pasión, vuelve a besarme, tierno, apasionado.

—¡Rodrigo!—Susurro En un jadeo clavando mis uñas en su espalda, están placentero sentirlo siendo tan delicado, es algo que no sé cómo describir, siento que ya perdí todo lo que tenía, mi cuerpo es todo suyo, mi cuerpo ya no obedece a mí, sino a él.

Comienza a moverse de una forma increíble, mientras, jadeo, él gruñe, como un animal, cada vez es más fuerte, pero lejos de molestarme me encanta, besa, muerde mis labios de una forma tan salvaje, y tierna a la vez.

… La tuve para mí, toda todita, aún creo que esto es un sueño, me da miedo dormir porque siento que cuando despierte ella no estará, y todo será un sueño.

En todo el tiempo que tenemos aquí ella no ha hablado más que un par de palabras, y en ellas estaba mi nombre, así que ya se imaginan en que momento fue.

—¿Te sientes bien?—Le pregunto, es que está tan callada que siento que está arrepentida.

—¿Estás arrepentida de haber hecho esto?— Inquiero, ella rápidamente se levanta.

—No, claro que no, no pienses eso—guarda silencio—Es que nunca había hecho algo así, es más, nunca había estado con otro hombre que no fuera José Alfredo.—Continúa.

Que pronuncie su nombre en este momento, me molesta, me molesta mucho—Te entiendo, pero quiero que sepas que no volverás a estar con ningún otro hombre que no sea yo—Sé que eso me hizo escuchar tóxico, muy tóxico. Pero es que la quiero para mi completita, solo para mí En cambio, ella abre los ojos más de lo normal,

—¿Y Mariana?—Refuta.

—Nosotros no tenemos nada—Aseguro.

Ella asiente—¿Y Mila?—Continúa.

—¿La rubia amiga de ustedes?—Le pregunto verdaderamente sorprendido, ella asiente.

—¿De dónde sacas algo así?

—Douglas me dijo que el día que llego te quedaste con ella.