La débil Diannel se esfumó cuando ella murió y regreso con el deseo de vengarse y vivir en paz lejos de todos ellos. Sin embargo, las personas a su alrededor han cambiado: súbditos leales, arrepentimientos, aliados/amigos y, lo peor, la obsesión de hombres importantes.
En el camino a su venganza, Diannel planeaba huir a un lugar donde nadie podría tocarla pero ¿Que hará cuando esas obsesiones no la dejen ir lejos?
Su frío corazón... ¿podrá encontrar el calor del perdón y no perderse en las peligrosas libertades del odio?
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CAPÍTULO 19
El pueblo Garsha estaba repleto de puestos de comida y juegos, los listones blancos colgaban junto a las flores en los techos de las casas, había músicos por todas partes, bufones y una seguridad estricta en la plaza principal. Los guardias vigilaban cada punto cercano al escenario donde el supremo sacerdote y nobles importantes darían comienzo al festival con una duración de 5 días. Las personas comentaban sobre la fresca primavera, la buena cosecha y la emoción de ver al duque.
Una carroza con el emblema de un lobo blanco apareció con los duques y custodiada por siete hombres a caballo. El camino, que iba desde castillo hasta la plaza, estaba abierto, así la gente podía saludar y ver a sus señores. De inmediato se escucharon exclamaciones hacia el duque, pero cuando veían a la duquesa, sus miradas cambiaban de afecto a odio y las exclamaciones a susurros.
Los comandantes lucían orgullosos sus uniformes, sus nombres se escuchaban entre la gente. Cristian y Alexander iban al frente de la carroza y en la retaguardia Andreas, Thomas y Hans. A los costados estaban Héctor y Giovanni, cada uno cabalgando a un lado.
“Se siente como si escoltara a la señora”, pensó feliz Héctor “Pero estoy al lado de este actor y ese mercenario no oculta su sonrisa orgullosa por estar junto a nuestra señora. ¡Infeliz suertudo!”
—Mi señora —susurró Luis saludando a la gente con una sonrisa—. Aun me preocupa que algo ocasione que esta máscara se me caiga. A diferencia de la otra, esta no cubre tanto mi cara y… siento que el falso lunar se borrara en cualquier momento.
—Susan es buena maquilladora. Además, tendrían que saltar sobre ti y arrancarte la máscara.
—¿Y qué tal si eso sucede? Todos sabrán que no soy el duque.
—Si eso sucede, el marqués, el príncipe y el su santidad nos arrestaran como criminales.
—¿Eso… no le preocupa?
—¿Por qué? —Diannel seguía tranquila—. Tengo a Giovanni quien no dudará en matar a miles para ayudarme a escapar.
“¡¿No le preocupa lo que me suceda?!” se preguntó asustado Luis.
Ambos miraron al mercenario, quien no escuchó nada de la conversación pero tenía escrito en su rostro: confié en mí, mi señora. Su sonrisa confiada puso nervioso a Luis por el hecho de que hace unos momentos mató a tres hombres a sangre fría.
—¿Por qué estás tan preocupado? Todo depende de tu actuación y por algo te contrate.
—Lo sé, lo sé… —Luis suspiro cansado—, pero estaré engañando a su santidad ¿Arderé en las llamas del averno frente a Dios? —actuó exageradamente.
“Como si eso te importara”, pensó Diannel. “Como sea, no hay nada de qué preocuparse. La máscara está ajustada y tiene una sorpresa para cualquiera que trate de arrancarla”.
Cuando llegaron a la plaza, la duquesa volteo atrás para mirar más carrozas donde venían los invitados que se hospedaron en el castillo. La gente de Verlur quedó asombrada de ver la belleza del príncipe heredero en persona.
Diannel subió al escenario escoltada por el “duque”. La gente no esperaba eso, a sus ojos veían una pareja estable y hasta cariñosa. Quienes más hablaban sobre eso eran un grupo de seis jóvenes solteras que tenían un importante papel en la ceremonia. Ellas se reían de la duquesa bastarda debido a la broma que le tenían preparada. Sin embargo, Giovanni se acercó a ellas.
—Señoritas —les hablo— ¿Son las elegidas para el baile ceremonial? —ellas respondieron orgullosas y una de ellas, Gloria, pregunto al apuesto escolta si se le ofrecía algo—. Como saben bien, en este baile también participa la duquesa de Verlur —explicó Giovanni asegurándose que nadie más lo escuchara para acercarse y hablando en un tono amenazante—. Así que, señoritas, si hay una sola broma, por más infantil que fuera, sus queridos padres pagarán un horrible precio. Como ya lo notaron, ellos no están presentes y no los liberaremos hasta que el baile termine sin problema alguno ¿de acuerdo?
Las señoritas se quedaron heladas, sus ojos buscaron a sus padres pero no los veían en ningún lado. Gloria quería pedir ayuda, pero la mano de Giovanni la detuvo y le advirtió una última vez:
—La única forma en que salgan vivos, es que ustedes no hagan nada estúpido —las jóvenes asintieron nerviosas y el mercenario, con una sonrisa siniestra, se alejó pidiendo su mejor esfuerzo.
“¿Humillar a mi señora delante de tanta gente?” pensó Giovanni “¡Imperdonable! Si le hacen algo no dudaré en exponerlas. Pero ya note que les quedó claro mi amenaza”.
Giovanni avanzó contento hacia el escenario para estaral lado de su señora. Le informo lo bien que salió su amenaza y la vio sonreír satisfecha. Susan, quien llegó con su hermana en otro carruaje y por otro camino, vio de lejos a las señoritas asustadas y quietas en el mismo lugar. Todos tuvieron que volver a una falsa sonrisa en cuanto aparecieron las personas ajenas a Verlur.
—De nuevo asombrando a todos, duquesa —dijo el príncipe—. Un vestido así es algo… —miro sus piernas descubiertas— encantador.
—Gracias, su alteza.
Joharel se sentó junto al falso duque, lo que aumentó los nervios del actor. Pronto llego la duquesa Lershe, Diannel y ella compartieron una mirada sutil. Hasta que dirigió sus ojos hacia sus medios hermanos: Vladimir y Carmina. La pelirroja forzaba su sonrisa al verse obligada a asistir por su hermano, pero su gesto falso se le borró al ver a Diannel.
“¡Te atreves a opacarme otra vez! ¡Maldita y sucia bastarda!”
El último en subir al escenario fue el marqués Helshen, quien tuvo que cambiarse de ropa debido a la sangre de sus escoltas. Entonces, un carruaje del templo llegó y la gente extendió su mano al ver que el Supremo Sacerdote asistió en persona. Yodiveira saludo cordialmente a la gente, caminó hacia el escenario donde los nobles se inclinaron levemente con respeto.
“¿Qué ocurre con sus vestidos?” pensó el supremo sacerdote mientras trataba de evitar mirar por demás las piernas desnudas de la duquesa de Verlur. “Bastarda vulgar…”
—¡Gente de Verlur! —hablo Yodiveira fuerte y claro—. ¡La primavera nos ha sonreído, el alma de Heitor nos otorgó una estación completa de buenos actos y una gran fe pura! ¡Daré inicio a la ceremonia de la estación!
Como primer acto, el duque debía avanzar con una antorcha encendida hacia el monumento del fundador de su familia. El fundador sostenía una antorcha más grande y, a su lado, estaba un lobo como símbolo de Verlur. Luis camino sin cometer errores mientras lo acompañaban los tres primeros comandantes. Los aplausos aparecieron como fulgor en cuanto la llama se encendió. Entonces, tomando una caja pequeña dada por el cacique del pueblo Garsha, Luis volvió al escenario, de donde la duquesa ya había bajado acompañada de su escolta. El actor se hincó para tomar delicadamente los pies de la duquesa y cambiar sus zapatos por los que había en la caja. Unos lindos y cómodos zapatos sin tacones para bailar.
La esposa del cacique se acercó a la duquesa para colocarle una corona de flores y quitarle la máscara por la regla del baile. La belleza de Diannel no pasó desapercibida. Aunque la odiaran por los rumores, no podían negar lo hermosa que se veía con un vestido tan único. Sobre todo, siendo la primera vez que la veían de tan cerca. Los comentarios de su rostro no pudieron evitarse porque era tan bello que comprendían el porqué el mismo duque cambió sus zapatos y no una doncella.
—¡Heitor, Divinidad salvadora! —Siguió hablando Yodiveira— ¡La prosperidad que tenemos es gracias a tu sacrificio! ¡Y es por eso que apreciamos cada día como el más maravilloso regalo! ¡En tu memoria bailan jóvenes puras y la señora de Verlur por cada día que nos diste!
Diannel avanzó hasta la estatua donde las seis jóvenes elegidas y noto el miedo que había en ellas. Se acercó sutilmente para susurrarles que no cometieran errores o nunca más verían a sus padres. Con esa amenaza, todas fueron a sus lugares para rodear el monumento.
Una señora pasó un listón blanco con flores de una joven hasta la última para formar un círculo. Entonces, se formaron varios círculos detrás de ellas pero de niños con las manos sostenidas. La música comenzó a sonar: tambores lentos, la suavidad de cientos de flautas, la ternura de los cascabeles, los violines acorde a los chelos, y los aplausos marcando el ritmo. Todo eso comenzó una bella melodía contagiosa de felicidad y nostalgia.
Las jóvenes comenzaron a caminar con el listón contrarreloj alrededor del monumento. Ellas tararearon al ritmo de la música y comenzaron a cantar. Era una composición que solo hablaba de la valentía de todos los duques de Verlur desde que tomaron el titulo y se encargaron de cuidar unas tierras frías y poco fértiles. Se llamaba la Cancion del Lobo Blanco:
Como la luna pura tan colorido eres,
de un alma sin fin de celeste soleado,
de una fuerza afable de agraciada plata.
Oh mi señor lobo…
Avanzando, dejando a temor y pena,
llevando colmillos y garras de honor,
al infierno helado siempre regresas tú.
Oh mi señor lobo…
Ohhh Ohhh Ahhh Ahhh
Ohhh Ohhh Ahhh Ahhh
Alguien sobre ti contó un secreto,
que tú debiste en los días porvenir,
de norte a sur y de este a oeste contar.
Oh mi señor lobo…
Entre los pinos, montañas o mar
o cuando el terror viene a comer,
rugen ya tus millones de voces.
Oh mi señor lobo…
Ohhh Ohhh Ahhh Ahhh
Ohhh Ohhh Ahhh Ahhh
Cuando las siete voces cantaron toda la canción, volvieron repetir las dos primeras estrofas pero en compañía de toda la gente, quienes no paraban de lanzar pétalos de flores hacia las bailarinas. Todos ellos estaban distraídos por la alegría de un día tan especial. Solos los nobles tenían una vista perfecta de la danza ceremonial. Por eso, no les pasaba desapercibido la enorme, sincera y radiante sonrisa de la duquesa de Verlur.
Diannel había practicado en el pasado la danza ceremonial solo para impresionar a su esposo y familia. Alguna vez, este día fue una esperanza de que todo pudiera cambiar, pero ahora no era nada. O eso quería creer, porque se dio cuenta de que bailaba sin tomar la mano de nadie. Podría haber un largo listón pasando de su cintura y manos para ser tomado por las manos de extrañas más no tocaba a nadie. Sus brazos se movían entre la delicadeza y fuerza, sus pies saltaban, avanzaban de un lado a otro y giraban.
El mundo entero había desaparecido a su alrededor, un silencio musical se adueño de su espacio y no pudo detener la enorme y radiante sonrisa o la encantadora risa en su rostro. Y fue porque, en ese breve momento, el odio se había ido de su corazón, el peso de su venganza le dijo adiós y la herida del pasado cruel se borró.
Tal momento de paz nunca sería recordado por su memoria. No había espejo que le mostrara lo feliz que se veía. De verse así, ella misma llamaría al odio, venganza y pasado para abrazarlos con fuerza y tratar de ignorar lo feliz que se vio en ese momento. Pero eso no sucederá, ya que no es consciente de momento resplandeciente y tranquilo.
¿Por qué olvido tal felicidad? No fue porque ella lo quisiera, no tenía todo el control para decidir si guardar ese pequeño momento sin odio. ¿Cómo lo haría? Ni siquiera se ha cuestionado el porqué despertó con tanto odio que hasta superó la incertidumbre de volver al pasado. Aunque a Diannel no le importaba saber cómo o porqué regresó, la respuesta llegaría a ella en su momento.
tengo esa interrogante que no me deja en paz
pero con la mayor sinceridad digo que amo está pareja