El Reemplazo De Su Prometida (Los Hoffmann)

Leonardo conducía el coche, sabía muy bien que ha esa hora de la tarde la señora Margaret Wertheimer tiene siesta, no era coincidencia que el llegara a esa hora.

Helen ocupaba el asiento de copiloto, en todo el camino ninguno de los dos cruzó palabras, fue un viaje en total y perturbador silencio.

Al llegar a la mansión, cada uno tomó su camino.

Ella estaba en su recámara, pensando en el cambio que dio la señora Wertheimer. Estaba feliz, después seria y nuevamente feliz, un cambio demasiado extraño. Fue interrumpida cuando Claudia llegó.

- Le traigo un álbum para que escojas el vestido de novia, es importante que lo haga. – dijo pasándole la Tablet en sus manos.

Helen lo vio, no tenía ni idea de cómo debía de ser ese vestido.

- ¿Me ayudas a escoger uno? – preguntó a Claudia.

- Claro. – respondió enseguida - ¿Cuáles son tus gustos? ¿Quiere algo ligero y cómodo o prefiere voluminoso con algo de brillantes?

- No lo sé. – dijo pensando. – Si estuvieras en mi lugar ¿Cuál elegirías?

- Las bodas de los ricos se caracterizan por ser extravagantes. Los invitados en su mayoría son personas importantes, por ende, el vestido de la novia tiene que ser lujoso, llamativo y que vaya de acuerdo con la temática. – señaló un vestido voluminoso, llenó de muchas perlas y que a simple vista se podía observar que era pesado.

- ¿Crees que pueda con el vestido? – volvió a preguntar Helen viendo con algo de duda.

Claudia se quedó en silencio, pensando en esa posibilidad.

- Creo que no. – volvió al álbum y allí encontró uno más cómodo, ligero, al cuerpo, con una apertura en la pierna, tenía pocos diseños e ideal para ella, realmente era un vestido hermoso. – Este sería perfecto para ti.

- Me gusta, pero me gustaría más sino fuera una boda por contrato. – dijo sonriendo con amargura. Helen volvió a observar aquel vestido y preguntó. - ¿Por qué las personas querrían casarse con un vestido tan pesado? Cuando existe la posibilidad de utilizar algo más cómodo.

- Ya te lo he dicho, es para ser el centro de atención. Se olvidan de la comodidad y se convierten en su propia tortura. – seleccionó el vestido y mandó un mensaje. – mañana vendrán a tomar tus medidas, será algo rápido.

- De acuerdo. – Helen vio que Claudia estaba por irse, antes de hacerlo le dijo. – Claudia, espera. Tengo un inconveniente.

- Te escucho. – dijo ella volteándola a ver.

- Hoy en la madrugada, alguien intentó forzar la puerta de mi habitación ¿Podrías averiguar quién pudo hacerlo?

- Eso es extraño, nadie merodea a esa hora. – Claudia se quedó muy pensativa. – iré a revisar las cámaras de seguridad, si encuentro algo te aviso.

- Gracias.

Claudia iba hablar, pero prefirió cerrar sus labios. Sólo sonrió y se fue.

…

Leonardo estaba en su despacho, revisando algunos documentos, hasta que fue interrumpido por Marcus, su fiel guardaespaldas y asistente.

- Señor. – dijo caminando hacia él muy rápido. – Hemos encontrado a la señorita Valeria.

Leonardo se puso de pie de inmediato, tomándolo de la camisa con una voz desgarradora le dijo.

- ¿Dónde está?

- Señor, tranquilícese. – dijo Marcus y sacó de su bolsillo una pastilla. – tómesela por favor y tomé asiento para lo que lo voy a decir.

Leonardo tomó la pastilla frente a sus ojos, luego fue a buscar su sillón. Cuando estuvo más calmado, Marcus decidió hablar.

- La encontramos en Londres, bajo la identidad de otro nombre.

- Tráemela. – dijo Leonardo después de escucharlo.

- No se va a poder, en cuanto se dio cuenta que la hemos hallado, dio por huir de nuevo. En estos momentos están buscando su imagen en las cámaras de seguridad por todo el Aeropuerto. El personal que está bajo mi mando es eficiente y no se tardará en darme respuestas.

Escuchó muy atento las palabras de Marcus, se encogió de hombres y pregunto con algo de calma, las pastillas en su sistema estaban haciendo afecto.

- ¿Por qué huye?

- Lo estamos investigando. – Marcus tragó saliva antes de hablar – tenemos dos teorías. La primera es que está bajo amenaza y la segunda...

- Habla ya. – dijo Leonardo impaciente.

- La segunda es que, le teme a usted.

- Eso es estúpido, jamás la lastimé. Todo lo contrario, ella me daba calma y mi enfermedad nunca se metió entre nosotros. Valeria era la encargada de mis medicinas. Cómo se te ocurre decir esta estupidez. - dijo perdiendo la poca paciencia que había tenido gracias a esas pastillas.

Marcus se sintió con miedo al decir eso, pero tenía que estar seguro si su jefe no la lastimó.

- Lo siento señor, sólo era una teoría, teoría que queda descartada. – dijo disculpándose algo apenado.

- Haz bien tu trabajo y cuando tengas noticias la traes. Quiero saber por qué huye sin razón alguna y el por qué de su abandono.

- Como ordene, lo mantendré informado. – Se puso de pie y empezó a caminar para la salida.

Leonardo estaba frustrado, quería una respuesta para su dilema. Cerró sus ojos y decidió descansar un poco.

Para un adolescente de 15 años fue traumático perder a su padre frente a él. Desde entonces, lidia con Trastorno de estrés postraumático, algo de histeria y ansiedad.

“Un domingo en la tarde Máximo Hoffmann, decidió llevar a su hijo a cabalgar un poco. Ya había firmado un contrato con los Wertheimer y no quería que su hijo se sintiera mal por esa decisión.

- Hijo. – dijo él caminando junto con Leonardo hacia la hacienda. – quiero que sepas que, si no te sientes seguro con Valeria, podrás divorciarte, pero el matrimonio tiene que cumplirse. Es por el bien de nuestra empresa. Tu tío Santiago a pisoteado nuestro apellido a mas no poder, todavía estoy pagando sus deudas.

- Te entiendo papá. – respondió Leonardo desanimado, tenía que dejar a su actual novia para casarse con Valeria. – Valeria aun es una niña caprichosa, no creo que nuestro matrimonio dure tanto.

Máximo sonrió por ese comentario, desarreglando los cabellos de su hijo le dijo.

- ¿Alguna vez has escuchado el cuento del patito feo?

- Muchas veces, fue el primer libro que leí en primaria. – dijo seguro, extrañado por esa pregunta que para él le resultaba ser tan irrespetuosa por sus conocimientos.

- Valeria puede ser ese patito feo y convertirse en un gran y hermoso cisne.

- ¡¿Valeria? ¿La niña con pecas y frenillos?¡ – Leonardo se echó a reír.

- Sí, Valeria. – Máximo caminó un poco más. – Hoy es una niña, pero en cuanto sea adolescente, será un cisne.

- Para mí seguirá siendo ese patito feo.– dijo Leonardo vacilando, no sé imaginaba a una Valeria como un cisne.

Caminaron hasta llegar a la hacienda, eran los únicos que estaban ahí. Máximo quería tiempo de calidad con Leonardo y lo consiguió. La razón por la que no puso a Ethan en ese lugar, fue porque los Wertheimer pidieron a su hijo menor, ya que era el más joven para Valeria.

- Ve a cambiarte hijo, nos iremos en 20 minutos. – dijo Máximo caminando hasta el despacho.

Leonardo asintió y subió hasta su recamara, se dio un baño rápido, se cambió y fue a buscarlo.

- Papá, estoy listo para irnos.– dijo entrando en el despacho. Se percató que su padre no estaba solo, pues estaba siendo apuntado por una persona que utilizaba pasamontañas. – papá. – volvió a decir con algo de miedo.

- Quédate ahí hijo, no te muevas. – dijo Máximo guardando la calma.

Leonardo se puso muy nervioso que se quedó inmóvil sin saber que hacer.

- Deja que mi hijo salga libre de esto, el problema es conmigo.– Máximo estaba preocupado y no quería que nadie lo lastimara.

Una voz se escuchó en el Walkie talkie. – Mátalo. – ordenó.

Lo siguiente que se escuchó fue un disparo por todo el lugar. Leonardo lo vio caer al suelo en cámara lenta y quien le disparó, huyó apenas terminó el trabajo.

- Papá, papá. – dijo tomándolo del suelo y desgarrando gruesas lágrimas. – resiste por favor, no te mueras.

- Leonardo. – la falta de aire hacía que hablara muy despacio. - cumple con el contrato del matrimonio. – fue lo último que dijo y se desvaneció.

Leonardo empezó a templar, no sabía qué hacer, intentó de todo, pero su padre no despertó. A las pocas horas llegó la ambulancia, encontraron un cadáver y en el rincón a un Leonardo sentado en el suelo con las manos manchadas de sangre y hundida en su cara.

Jamás encontraron al asesino, Leonardo quedó traumado de por vida, pero aun así iba a cumplir con el contrato de matrimonio”.

- Cumpliré con tu última voluntad padre. – dijo abriendo los ojos.