Luego de ser brutalmente asesinada, Hilary Winston despierta en un cuerpo diferente y en una época distinta. Siendo la madre de un Imperio y la esposa de un Emperador que no la ama.
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Capítulo catorce: Rojo.
Este capítulo contiene temas delicados sobre la iglesia, no es mi forma de pensar, solo se trata del personaje y por supuesto no se trata de ofender a nadie. Yo soy creyente. Arriba Diosito.
—Hazlo —murmuro, se agacha para poder besarme. Sus labios cubren los míos y su lengua delinea mi boca para después entrar, es un beso profundo, sin nada más que cachondeo. Un sonido no propio de una dama sale de mi boca. Tomándolo por sorpresa.
Sus labios dejan los míos, para ir directo a mi cuello, es por culpa de los afrodisíacos, lo sé, porque esos besos me encienden y hacen que me retuerza. El Emperador lleva sus manos con desesperación hacia el interior de su playera. Sus manos frías tocan mi piel, haciendo que se ponga la piel de gallina. Jadeo cuando sus manos van a mis pechos. Y se quedan solo ahí, luego de unos segundos se aleja. Parpadeo confundida.
—Esto es por culpa del efecto del afrodisíaco, ed como obligarte. No lo haré, Emperatriz. No voy a tocarla, al menos que este lúcida y así lo quiera. Mañana cuando vuelvas a tus sentidos, me odiarás y buscarás a quien culpar por lo que paso entre nosotros.
Se sienta a lado de mí y tiene razón, me estoy sintiendo avergonzada, pero aun así, sigo estando excitada por la maldita droga, no voy a pedirle que haga esto, en especial cuando odia a Amalia y añadiendo que tiene a alguien en su corazón. Me siento y palmeo su espalda.
—Lo siento —murmuro, me levanto sin poder contenerme por más tiempo. Corro hasta su baño, sé que lo es, porque tiene que ser, es igual que mi habitación. Por suerte no me equivoco, entro al baño y me encierro para hacer cosas indebidas, yo solita.
Cuando salgo veo al Emperador acostado en una orilla de la cama, esta leyendo algo y lleva lentes de media luna, así que ya existían los lentes en este lugar, creí que no. Aunque están muy fuera de moda y gruesos.
—Volví —anuncio mi llegada, el Emperador me ve de reojo y asiente. Esto es incómodo.
Me acerco a la cama para tomar una almohada y una manta, supongo que voy a dormir en el sofá.
—¿Qué haces? —pregunta dejando su lectura de lado, lo miro sin entender bien la pregunta, ¿qué hago? Exactamente en estos segundos o qué.
—Pues... no lo sé, ¿qué hace usted? —su ceño se frunce y resopla.
—Deja esa almohada y esa manta...
—Pero me voy a congelar, ¿sabe? Soy friolenta por las noches.
—¿Frio... frío...? ¿Qué?
—Frio-len-ta. Soy una persona que tiene mucho frío aunque no sean tiempos de frío —le explico, a ver si con eso me entiende. Suspira y cierra sus ojos por unos segundos, cuando los vuelve a abrir, habla con calma, como si quisiera mantener la poca paciencia que le queda.
—Por eso, ¿en dónde crees que vas a dormir? —parpadeo varias veces sin entender su molestia, señalo el sofá—. No vas a dormir ahí —mi ceño se frunce y hago un puchero.
—¡¿Quiere que duerma en el suelo?! ¡Entiendo que este molesto porque me tome su afrodisíaco, pero eso es muy cruel! —chillo molesta, no me gusta el suelo, algo puede pasar por ahí o puedo encontrarme con el demonio debajo de su cama y no soy buena conversando con demonios o fantasmas.
—No. Duerme aquí —resopla y golpea el lado libre de la cama, parpadeo varias veces.
—¿Dónde va a dormir usted? ¿Irá a visitar a la número uno? —pregunto más por curiosidad, que por otra cosa, soy bastante chismosa. Arquea una de sus cejas, mejor ya no pregunto nada. No soy alguien que se haga del rogar cuando se trata de dormir en un lugar cómodo, me acuesto a su lado y me arropo emocionada por dormir. Siempre es bueno dormir.
—Duerme —dice de la nada. Veo las velas que aún siguen encendidas.
—¿No va a dormir usted?
—No tengo sueño todavía —cierro mis ojos y me concentro en dormir, pero vuelve a hablar—. Por cierto, ¿quién es la número uno? —pregunta interesado, abro un ojito para verlo.
—Me refiero a la consorte Izett. Vino para dormir con usted —bostezo, ya me estoy durmiendo.
—No lo sabía. Creí haberle dicho que estaría contigo.
—¿Por qué a veces me habla muy formal y luego no? Me siento incómoda.
—Entonces, ¿quiere que te trate formal?
—Suena aburrido, somos esposos, deberíamos mostrar un poco de confianza, para que nadie intente dividirnos... —vuelvo a bostezar.
—¿Dividirnos?
—El odio y la desconfianza puede causar una separación en nuestro matrimonio realmente grave. Si fuéramos una pareja normal, no habría problema, un divorcio lo resuelve todo —mis párpados se sienten pesados, me hago bolita sintiendo más frío, abrazo mis piernas desnudas. En el cuerpo de Hilary, yo era una calenturienta que no necesitaba de cobijas por la noche y James siempre buscaba mi calor. Pero desde que llegue al cuerpo de Amalia, ella sufre de espasmos por la noche debido al frío. Y es difícil estar en este cambio, usualmente dormía desnuda, ahora ya no puedo porque tengo miedo de que me dé hipotermia y muera—. Sin embargo, somos Emperadores —me estoy durmiendo—. Debemos protegernos para proteger a los demás...
Creo que es lo último que digo antes de quedarme dormida.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me quede dormida, no creo que poco, pero tampoco lo suficiente. Mi reloj biológico me lo dice: no hemos dormido lo suficiente.
Me quejo levemente y recuerdo por qué me desperté, estaba escuchando ruidos raros. Abro mis ojitos con pesar, me calan porque no he dormido lo suficiente, vuelvo a escuchar esos gemidos de dolor que llaman mi atención, volteo para ver de lado donde esta el Emperador.
Es él quien esta gimiendo, me le quedo viendo tratando de entender lo que esto significa. Se queja y se remueve, su rostro esta lleno de sudor. Es ahí cuando se me prende el foco, esta teniendo una pesadilla.
—No... —gira su cabeza con brusquedad. No me gusta ver a la gente sufrir por una pesadilla, así que me levanto y lo remuevo.
—Majestad, Majestad despierte —no funciona con mis leves movimientos, así que me arrodillo en la cama, tomo sus hombros con mis manos y lo sacudo con más fuerza—. Hey, despierta —si eso no funciona, voy a patearlo—. ¡Despierta! —grito haciendo que se despierte. Abre sus ojos, suspira aliviado, creo que sigue medio dormido, esta somnoliento, porque lleva sus manos a mi rostro.
—Karen —murmura antes de jalarme hacía él y abrazarme, parpadeo varias veces seguidas—. Karen volviste —murmura. Recuerdo lo que paso anoche y me asusto, así que me alejo de él rápidamente y por coraje de que me tocará, golpeo su pecho varias veces con mi pecho.
—¿Qué te pasa loco? ¡No me toques! —grito golpeando con fuerza, se queja por los golpes, parpadea y parece que ya esta despierto.
—Ah, duele —me toma de las manos para que ya no golpee, me suelto y caigo sentada en la cama, sonríe de lado—. Perdón, a la próxima diré tu nombre si es que eso te ha molestado, me aseguraré de gritar tu nombre —mi ceño se frunce, aún no es de día, lo sé por la oscuridad en la habitación. Me acuesto y me arropo de nuevo—. ¿Estás molesta?
—Deje que duerma, Majestad —cierro mis ojos y aún puedo dormir, aunque mi corazón esta muy acelerado, vuelvo a dormirme una vez que me calmo.
Otra vez pasa poco tiempo desde que me volví a dormir y esta vez no me despierta el Emperador, me despiertan los calambres que siento en mi vientre.
Duele. Duele demasiado. Siento cómo me contraigo del dolor, intento moverme pero duele demasiado, quiero hacerme bolita, a penas y lo logro, pero el dolor no disminuye.
Estiro mi mano hacia donde sea, necesito ayuda. Siento escalofríos y sudor en todo mi cuerpo, respiro con dificultad y mis latidos se aceleran, ¿qué es esto?
Mi mano toma la ropa de alguien y lo jalo.
—A... ayu... ayuda... —gimo del dolor, mis ojos se llenan de lágrimas. Me aferro con mucha fuerza a la ropa de quien tengo a lado.
—¿Emperatriz? —a través de las lágrimas veo el rostro del Emperador—. ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —el dolor se intensifica, chillo y sollozo.
—Duele... —chillo, me remuevo intentado buscar la manera en que se me quite o disminuya el dolor.
El Emperador jala de las mantas para descubrirme y me mira confundido, intento ver y todo lo que veo es rojo. Sangre.
—¿Estoy en mis días? —pregunto en un susurro—. Entonces, solo son cólicos —murmuro aliviada, aunque sigue doliendo, creí que iba a morir. ¿Qué clase de cólicos son estos?
Estos son dolores peores que cuando vivía como Hilary.
—No puede ser —murmura el Emperador, me siento sedienta, los dolores disminuyen lo suficiente para poder resistirlos.
—Debería limpiarme, pero duele demasiado moverme —murmuro, el Emperador me ve—. ¿Puede llevarme a la tina? Es solo un pequeño favor el que le pido ahora —le pido, los calambres vuelven, pero puedo controlarme.
—¿Quieres que haga que?
—Solo ayudame, si no puedes cargar conmigo, sé mi apoyo para llegar a la tina —muerdo mis labios con fuerza, me sacudo en un escalofrío.
—¿Hay alguien afuera? —grita el Emperador.
Yo sigo sorprendida por toda la sangre que veo. Era de flujo abundante, pero jamás llegue a manchar toda la cama, supongo que tampoco ayuda el hecho de que a penas estoy vestida. Lamento por la cama del Emperador, estará manchada, de pensarlo, me da risa, pero los dolores vuelven.
—Buenos días, Majestades —la puerta se abre y veo de reojo a Witten que hace una reverencia. Cuando se para derecho y me ve sus ojos se agrandan—. Mama, ¿qué le ocurre? —no puedo hablar por el repentino dolor, el mayordomo intenta acercarse pero el Emperador le grita.
—¡No te acerques, Witten! —no entiendo bien a lo que se refiere. Nunca en mi vida me había dolido de esta manera.
Siento el flujo de la sangre salir de mí y es incómodo, nunca me ha gustado la sensación, nunca me voy a acostumbrar.
—Necesito... —murmuro, veo al Emperador, aún lo sostengo de su ropa, lo jalo en cuanto siento el calambre de nuevo—. Toallas... necesito... —necesito muchas cosas pero es difícil pedirlas cuando a penas puedo soportar el dolor.
—¡Mama! —veo a Bell de reojo, el dolor se apacigua y tengo miedito, esto de que vaya y venga me altera.
Bell se acerca y ve la sangre y estiro mi mano hacia ella.
—A... yu... da... —los dolores vuelven más fuertes, mejor que me maten de una vez—. ¿Por qué no tuve pene? —murmuro para mí misma.
—Debemos encerrar a la Emperatriz de emergencia y al Emperador —casi no proceso lo que dicen—. Solo la señora Bell podrá entrar y salir para proporcionar todo lo necesario.
—¡Witten tengo que salir! No puedo quedarme aquí, encerrado.
—Lo siento, Majestad. Pero conoce los procedimientos, para evitar cualquier contagio... —lo veo de reojo, ¿qué mierda esta diciendo?
Me remuevo y pego mi frente a la almohada húmeda.
—¡Toallas! ¡Algo por Dios! —grito desesperada.
No registro todo como se debe, solo sé que Bell y el Emperador me ayudan a llegar a la tina. Con todo y ropa me sumergen en la tina, la calidez calma los calambres. Quisiera quedarme aquí.
Estando en la ducha, me calmo demasiado.
—¿Necesitas algo más? —pregunta el Emperador mientras que acomoda la ropa limpia que Bell le entregó, la deja en una silla y me observa, niego con la cabeza, me siento débil—. Pediré que te traigan algo de comer.
—Pide carne, demasiada y nada fresco, nada de canela, ni sandía, pide frutos secos, plátano y avena. No puedo tentar a mi suerte con estos dolores —eran comunes los cólicos, sin embargo, no eran tan extremos para tener que cuidarme. No conozco todos los métodos, solo unos pocos para evitar el dolor—. También pide compresas calientes...
—¿Qué es eso?
Todavía no existe.
—Pide toallas de baño, que las sumerjan en agua hirviendo y me las traigan de inmediato, es recomendable tener algo cálido en mi vientre en estos días, pide té de manzanilla que este muy caliente —mientras coma cosas calientes, será sencillo calmar los dolores.
—¿Quieres que te ayude a cambiarte?
—Aún puedo hacerlo sola —asiente y se da la vuelta para irme. Cuando me deja sola, suspiro y chillo avergonzada—. Esto es demasiado vergonzoso, nunca he sido de las que manchan, siempre tuve un control en mi período para evitar las vergüenzas se llenar mi pantalón.
—Majestad, soy Bell —solo giro mi cabeza para ver a Bell entrar, cierra la puerta detrás de mí.
—Después del baño, quiero volver a mi habitación —basta de soportar vergüenzas, Bell me mira confundida.
—Majestad, usted no puede abandonar la habitación del Emperador, hasta que el sagrado se detenga —mi ceño se frunce.
—¿Perdón? ¿Por qué tengo que estar aquí?
—Tal vez lo haya olvidado también, sin embargo, cuando las mujeres sangran, para evitar contagios o mal augurios se quedan encerradas en su habitación, en este caso, el Emperador y usted deberán estar encerrados hasta que el sangrado desaparezco.
—A parte de quedarme encerrada, ¿tengo que estar con el Emperador?
—También esta contaminado —esto es ridículo y estúpido.
—Bell, la menstruación no es ningún tipo de enfermedad contagiosa, es lo que les pasa... —los calambres vuelven y me interrumpe de hablar.
—¿Por qué me duele tanto? —no es normal que duela, puede que haya algo más grave conmigo, como quistes. Los quistes ocasionan más dolor a la hora de menstruar.
—¿Quiere que le ayude a cambiarse? —hay algo más que ocasiona los dolores, veo a Bell asustada.
—¿Cuándo fue la última vez que este cuerpo sangró? —pregunto, me aferro a la tina mientras siguen aumentando los calambres.
—Majestad, la última vez que sangró fue hace cinco o seis meses —fue mucho antes de que yo despertará aquí, soy una idiota, ¿cómo no pude darme cuenta de esto? La menstruación por cuestiones de salud, debe ocurrir cada veintiocho días contando los días que sangras, en caso de una mujer irregular, lo mucho que puede tardar en que le vuelva a bajar, es cerca de tres meses como máximo, eso fue lo que escuche.
Sin embargo, cuando vuelve a bajar luego de tanto tiempo, los calambres empeoran por todo lo que se acumulo. Más que calambres es solo los músculos que se estiran y se comprimen para expulsar el tejido de las paredes del útero y el recubrimiento del óvulo.
—Bell, ¿hay algo mal en mi cuerpo? —le pregunto, si es así, tengo que encontrar la manera de que la menstruación fluya más seguido. Bell me mira confundida y niega con la cabeza—. Bell, sangrar cada seis meses no es normal —pego mi frente a la tina—. Tiene que haber algo mal... ¿acaso estuve embarazada? —de ser así y que Amalia lo haya abortado en medio del envenenamiento, entendería por qué hubo tanto desequilibrio en los períodos, aunque sigo dudando.
—No, Majestad. Por favor, no diga esas palabras con tanta libertad —lagrimeo y chillo en voz baja.
—Entonces, ¿por qué no sangró cada mes? —levanto mi cabeza para verla, pero me esta dando la espalda.
—Si usted sangra cada mes, las reuniones con el Emperador serían escasas.
—¿Qué?
—Es un método común entre las Emperatrices, evitar tanto como se pueda el sangrado, para no contaminar... —grito interrumpiendo sus palabras.
—¡Es lo más estúpido que he escuchado! ¡La menstruación no es contaminante! ¡Es necesario para limpiar el aparato reproductor de una mujer! —vuelvo a gritar del dolor. Al final es tanto el dolor que me desmayo.
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Abro mis ojos, veo a todos lados y me encuentro con el Emperador que esta en un sillón leyendo algo. No digo nada, duele un poco todavía, pero esta mejor que en un inicio, me quejo levemente cuando intento levantarme, el Emperador me ve.
—Espera, no te esfuerces —deja el libro a su lado, se pone de pie, camina hasta la mesa y trae consigo una bandeja, llega hasta mí, dejo la bandeja en el mueble que tengo a lado y me ayuda a sentarme—. Te desmayaste en medio de tu baño. Bell y yo te cambiamos, espero que no te moleste que te haya visto desnuda.
—Eso es lo que menos me importa —en tiempos de dolor, cualquier ayuda es buena, incluso de sus posibles enemigos—. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?
—¿Desmayada? —me corrige—. Al menos dos horas, hice lo que me pediste —frunzo mi ceño y cuando me acomoda siento algo resbalarse por mi vientre, bajo la mirada para ver una toalla—. La estuve cambiando cada quince minutos. Te dio un poco de fiebre en la primera hora —me informa.
—¿Bell me cuidó? —pone una mesita de madera a horcajadas de mis piernas y luego deja la bandeja.
—Luego de que te cambiará, Bell huyó —responde—. Es posible que se contagie...
—¿De qué se va a contagiar? —lo interrumpo molesta.
—El sangrado no es normal...
—Lo es para las mujeres —le explico.
—¿Y si es normal por qué no sucede desde que nacen?
—¿Acaso deseas el mal? —mi pregunta lo confunde, me siento mejor así que tengo paciencia para explicarle y que entienda—. La menstruación, o sangrado como le llaman, es un proceso natural en el cuerpo de una mujer, inicia cuando las niñas entran a una edad determinada, que se cataloga como pubertad, el sangrado es una señal de que esta lista para quedar embarazada, pero que lo este no significa que tenga que estarlo, ¿me entiendes?
—Te refieres a que aunque su cuerpo este listo para un bebé, ella no tiene que estarlo...
—El cuerpo de una niña nunca estará listo para tener un bebé. Entre los doce o quince las niñas empiezan a sangrar, en algunos casos, ocurre antes —destapa la bandeja y veo un plato de avena, levanto mi mano, pero él se adelanta para tomar la cuchara y cubrirla con avena, la lleva a mi boca, parece ser un movimiento involuntario porque parece curioso por lo que digo.
—Sigo sin entender, ¿por qué es normal que una mujer sangre? ¿Qué hay de bueno en eso? ¿Por qué quieren eso?
—Eso es ridículo, a ninguna mujer le debe de gustar sangrar y sufrir de dolores.
—La iglesia dice que ese es un castigo divino.
—Sí, una cuota a pagar en plazos —ironizo, me mira fijamente y acepto su ayuda de alimentarme, por su mirada creo que no se dio cuenta de mi falsedad—. Majestad, es natural. Solo mantenga esa idea.
—¿Y por qué te duele? Si no es malo, no debería dolerte.
—Es por las paredes del útero, se contraen y se expanden, causando calambres —sigue confundido, me da otra cucharada de avena, esta calentita.
—Escuche una noticia de que una mujer murió de eso y su esposo también.
—¿Eran nobles?
—No, plebeyos.
—Cuando salí me di cuenta de algo, hay muy poca higiene en este lugar. Tal vez nosotros porque somos importantes y puede que los nobles un poquito más, tengamos higiene, pero para las condiciones deplorables de los plebeyos es difícil mantener higiene y cuidado.
—Pero si no es contagioso como dices, ¿por qué el hombre murió?
—¿Y por qué todos creen que el hombre murió por el sangrado de la mujer? —su ceño se frunce—. Suena asqueroso, pero viendo los métodos que usan para estos días, son simples trapos que consigues en cualquier lugar, incluso de tu ropa, si uno de esos trapos no se limpian correctamente y se confunden con cualquier otro trapo, puede que contaminen. La muerte no es por el sangrado, pudo ser por una infección estomacal, como dije, por falta de higiene —me da otra cucharada.
—No me convences. La iglesia dice que esto es cosa del diablo.
—El diablo no es tan cruel, Majestad.
—¿Cómo dices?
—Escuche, Majestad. La iglesia no todo lo que dice es real.
—Pero son los voceros de Dios.
—Dios no le habla a nadie, Majestad, recuerde eso.
—Pero los oráculos...
—Nadie puede ver el futuro, Majestad. Al menos que sean brujos —miento un poco con lo último, nunca estuve segura de la magia, pero conocí a una chica que sabía de magia y le gustaba, además leí varios reportes sobre brujas blancas... pero como dije, no estoy segura de eso, no creo que ninguna magia te deje ver el futuro.
—Emperatriz, no puede decir algo como eso. Ellos son seguidores de Dios...
—Le digo la verdad, la iglesia no sirve de nada...
—¡Emperatriz! Puedo tolerar la manera extraña en la que habla, incluso su falta de decencia, pero jamás toleraré insultos hacia la iglesia, es la palabra de Dios.
—No se confunda Majestad. Ni los sacerdotes, ni la iglesia son las palabras de Dios. Quien tiene fe encontrará a Dios hasta a en lo más pequeño e insignificante, como de bajo de una roca —su mirada me advierte de que si sigo hablando me va a golpear. Suspiro y le quito la cuchara.
—¿Qué ha pasado contigo? Eras una seguidora devota de la iglesia, toda la iglesia la tienes de tu lado...
—Déjeme adivinar, la iglesia esta de mi lado ¿porque hago muchas donaciones extravagantes? Aunque no tengo mucho que decir de la iglesia actual, la de esta época es la peor. Son unos tipos corruptos que queman a mujeres inocentes, que asesinan usando el nombre de Dios a aquellos que la iglesia consideré deshonestos o pecadores, Dios no tiene enemigos, Majestad. Tal vez el Dios del antiguo testamento era de mano dura, sin embargo, jamás tuvo enemigos. El diablo no es su enemigo —recuerdo las cruzadas, la santa inquisición, la cacería de brujas y todo se me hace tan horrible.
>> La serpiente emplumada no es el diablo. Las diferentes culturas no son del diablo, todos tienen un Dios que se ve diferente, pero tal vez todos sean el mismo Dios. Así como dice que se aparece Dios a los sacerdotes, a alguien más se le pudo aparecer en otra forma.
—No escuchare nada de lo que dice.
—Y no lo haga porque podría acusarme de brujería y la iglesia me quemaría, todo un combo —exagero. Soy sensible a estos temas, no me gusta hablar de ello porque todos tienen una idea diferente, yo no voy a corregir a quienes opinan maravillas de la iglesia, tampoco voy a obligar a los demás a que piensen lo mismo que yo.
—¿Acaso esta enojada con Dios?
—¿Por qué voy a culpar a Dios de lo que me pasa? —lo miro sin ninguna expresión—. Dios deja a todos a su libre albedrío. Soy yo la que decido mi camino y tomo mis decisiones propias, no culpe a Dios por las desgracias que ocurren Majestad, eso sería injusto —suspiro.
—¿Por qué le desagrada la iglesia? —mi ceño se frunce y apuñalo la avena, aunque no hay nada que apuñalar.
—No odio la iglesia, ni me desagrada, solo no es de mi gusto, que alguien se aproveche de los inocentes, es algo que detesto —murmuro.
—¿Tuvo problemas con los sacerdotes?
—No fui violada por ningún sacerdote, Majestad —su ceño se frunce, me río nerviosa—. Lo siento, es algo que siempre me preguntaban cuando no quería hablar de la iglesia.
—¿Entonces cuál es su motivo?
—No necesito un motivo, Majestad. Es solo mi ideología, no sigamos hablando de eso. La menstruación es natural y no se debe obstruir, hacer eso ocasionará problemas en el futuro para mi cuerpo. Tener hijos será difícil.
—¿Quieres tener hijos? —parece desconfiado, me río.
—No con usted, Majestad —un pequeño calambre vuelve, el Emperador se levanta y va por algo, cuando vuelve veo otra toalla en sus manos, me quita la que ya no esta caliente y me acomoda la reciente, se siente bien.
—Pediré que traigan un té caliente —asiento soportando los recientes dolores—. Estaremos juntos mucho tiempo —murmura y acaricia mi frente, lo ignoro porque estoy sufriendo de dolor.
¡DEBÍ TENER PENE! ¡¿POR QUÉ NO REENCARNE EN UN HOMBRE?!
que sucedió? tiene que ponerle nombre de colores a los palacios? no sé supone que era arquitecto y muy buena! además de una madurez sobresaliente (tienes más de 30 años por dios) y de repente es Boba y ridícula, que mal, para tantos capítulos mejor lo dejo aquí! aaaa por cierto
cómo es que su mejor amigo de repente está del lado del emperador? resulta que fingió en la oficina o que rollo? pinche giro de trama más sin fundamento...