Ethan ya lo había perdido casi todo: sus pacientes, su reputación y la fe en la gente. Todo por una acusación que jura era mentira. Cuando aceptaron mantenerlo en la clínica bajo una condición —tratar a un paciente que nadie más quería—, tragó su orgullo y aceptó. El nombre en el expediente: Kael Drummond.
Luchador profesional. Incontrolable. Violento. Y con el hombro izquierdo casi inutilizable.
Kael no confía en nadie. Creció quebrando a otros antes de que lo quebraran a él. Su cuerpo es su arma, y ahora le está fallando. Lo último que quiere es un terapeuta metiéndose en sus límites.
Pero entre sesiones forzadas, provocaciones silenciosas y cicatrices que no son solo óseas, Ethan y Kael se enfrentan… y se reconocen. El dolor es todo lo que conocen. Quizás también sea donde empiecen a sentir algo que nunca habían tenido: cariño.
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Capítulo 21
[Primer round | El ringue empieza a tragar]
El gong sonó.
El adversario vino con todo. Kael esquivó por reflejo, pero sintió el peso del golpe en el viento. La gente gritó. El oponente era fuerte, agresivo. Quería sangre.
Kael retrocedió, manos firmes. Intentaba mantener la guardia alta. Intentaba recordar la respiración. Pero el sonido…
El sonido de la hinchada se convirtió en zumbido.
Las luces se convirtieron en sombras.
El sudor en la frente se convirtió en peso.
"Tú quieres vencer, ¿no es así?"
"Entonces trágate el llanto y obedece."
La voz del entrenador. La memoria como un puñetazo.
Otro golpe. Recto. En el abdomen.
Kael sintió el aire desaparecer.
El adversario sonrió.
— ¿Ya estás cansado, héroe de redes sociales?
Kael apretó los dientes. Dio dos pasos hacia atrás.
[Flashbacks en plena lucha]
En medio del segundo round, las piernas ya pesaban. El cuerpo luchaba. Pero la mente... estaba lejos.
Entrenador empujándolo en el vestuario.
"Tú solo eres alguien porque yo te he moldeado."
Lágrimas. Dolor. Silencio.
Un puñetazo en el rostro trajo a Kael de vuelta. La multitud explotó.
Él cayó de rodillas.
El juez se acercó.
— ¿Vas a levantarte?
El mundo quedó mudo por tres segundos.
Entonces él miró hacia el rincón. Ethan estaba allí. De pie. Manos en la reja. Ojos llenos. La boca se movía:
“Todavía estás aquí. Levántate.”
Kael se levantó. Despacio. Temblando.
Pero de pie.
[Tercer round | El cambio empieza]
Kael encaró al oponente con otra postura ahora. Las manos volvieron a la posición. La respiración se estabilizó. Él recordó el entrenamiento. Del nuevo control.
Bloqueó un gancho. Esquivó un directo. Respondió con un jab rápido, seco, limpio.
La multitud reaccionó.
El adversario intentó avanzar de nuevo, pero Kael ahora estaba presente.
El cuerpo respondía.
Pero era la mente la que comandaba.
"Ya no eres el chico callado."
"No eres el Kael que sangra para sentirse hombre."
"Eres el tipo que sobrevivió. Que amó. Que construyó."
Otro golpe. Más firme. En el estómago del adversario. Después en la barbilla.
El adversario retrocedió.
Kael se quedó en el centro. Firme.
Ethan, desde la grada, gritó:
— ¡AHORA ERES TÚ!
Kael no sonrió. Pero los ojos decían todo.
[ Último minuto del round final | La elección]
El adversario venía hacia arriba con todo. Intentó un cruzado directo. Kael podía noquear. Tenía la brecha. El golpe perfecto.
Pero no golpeó.
Paró el brazo a mitad de camino. Controló.
Porque él no estaba allí para destruir. Estaba allí para probar que no necesitaba más ser brutal para ser fuerte.
El juez separó. El tiempo acabó.
GONG.
Kael respiraba. Jadeante. Pero de pie. Intacto.
[El resultado no importa. Lo que importa es el retorno]
El juez levantó la mano del adversario. La decisión fue por puntos. Kael perdió.
Pero la hinchada… le aplaudió.
Porque todo el mundo vio: él volvió diferente.
En la salida, Kael bajó del ring y fue directo hasta Ethan. Lo envolvió en un abrazo largo, fuerte, desesperado.
— Casi me caigo — Kael susurró, con la voz temblorosa.
— Pero te levantaste. Yo vi. Yo sentí. Todo el mundo vio.
Kael apoyó la frente en su pecho.
— Yo luché por ti. Por mí. Por la versión que casi dejé morir allá atrás.
Ethan sujetó su rostro y dijo, mirando a los ojos:
— Y ella vivió. Vive aquí. Y es por ella que me quedo.