El Principio Del Fin: Virus E.Z.

**** Vista de Perse****

Su confesión me tenía petrificada, y estábamos enlazados con beso muy apasionado, pero no puedo con mi genio. Decidí cortar todo porque aún no tengo bien en claro mis sentimientos. Lo empujé y le pegué una cachetada. Le dije enojada, pero sin gritar —¿Creo que te pregunté algo? Y tú aún no me lo respondiste, y quiero que me lo respondas sin mentiras, porque sabes cuál es el precio de mentirme.—sí, lo sé, me excedí, mi enojo me hizo olvidar su estado. Él, con sus de rendición, me dice: —Fue "Venomb", pero no le digas a Ruby —. Cuando no, como siempre, arrastrado por su amor hacia Ruby, se mete dónde no debe. Pero decido confesarle a Haise —él fue quien le avisó al chino sobre tú y yo, así te alejaba de Ruby— Él se acerca lentamente, y me dice —ahora no importa, lo que me importa es, si me das una oportunidad— ¿Qué palabras puedo pronunciar para responder a la confesión de amor que me ha hecho Haise? Mi corazón está sumido en la oscuridad, y mi alma está luchando por encontrar la verdad. ¿Cómo puedo admitir lo que siento por él, cuando ni yo misma lo sé? ¿O es que lo sé, pero mi miedo a amar me impide aceptarlo? ¿Qué puedo decirle para no dañar su corazón, para no extinguir la llama de amor que arde en su alma? No quiero rechazarlo, no quiero ver su rostro reflejando la desilusión y el dolor. Pero aceptarlo... aceptarlo es confesar que lo amo, es admitir que mi corazón late solo por él. ¿Estoy preparada para tomar ese riesgo? ¿Estoy preparada para dejar que mi amor por él me consuma? Él, al no ver qué respondo, me dice: —Te esperaré, Perse, en el abismo de la eternidad. Mi alma será una llama que arde en la oscuridad, esperando el momento en que puedas ver su luz. No importa el tiempo que pase, no importa la distancia que nos separe. Mi corazón late solo por ti, y mi amor es una fuerza que puede mover montañas y vencer mares. Te esperaré, Perse, en la soledad y en la desesperación. Te esperaré, aunque mi alma se desgarre de dolor y mi corazón se rompa de tristeza. Porque sin ti, no hay vida, no hay esperanza, no hay nada. Solo te pido que me des una oportunidad, una pequeña posibilidad de demostrarte mi amor. Y si no es así, entonces te esperaré en la eternidad, en el infierno o en el cielo, dondequiera que estés.—Lo miro boquiabierta y le digo —demasiado poético, muy romántico para mi gusto—. Él me responde con su mirada pícara: —Todo esto es para ti, mi Princesa, solo tú eres capaz de sacar esta faceta mía. Y ambos nos miramos y comenzamos a besarnos. En el momento en que nuestros labios se encontraron, el universo entero se detuvo. El tiempo se congeló, el espacio se comprimió, y solo quedamos nosotros dos, suspendidos en un vacío de pasión y deseo. Fue como si nuestras almas se hubieran desnudado, expuestas y vulnerables, pero también libres y salvajes. La conexión fue instantánea, como si hubiéramos estado esperando este momento durante toda la eternidad. Y ahora, estando en la cama con él, sintiendo su peso sobre mí, es como si estuviéramos fusionados en un solo ser, un ser que late con un solo corazón, que respira con un solo aliento. Sus caricias son como llamas que me consumen, mi contacto con él es como un rayo que me ilumina. Todo es nuevo, todo es intenso, todo es apasionado. Siete días sin estar juntos parecieron una eternidad, pero ahora que estamos unidos, es como si el tiempo no existiera. Es como si fuéramos almas gemelas, finalmente reunidas después de una búsqueda infinita. Y yo, que nunca creí en el amor, ahora siento que estoy viviendo algo real, algo auténtico, algo que me hace sentir que estoy viva, que estoy respirando, que estoy latiendo. Es como si hubiera estado muerta durante toda mi vida, y ahora, finalmente, he encontrado la vida, la pasión, el amor.

El miedo me consume como una llama devoradora, un terror que me paraliza y me hace dudar de mi propia capacidad para amar. Me aterra dejar que mi corazón se exponga al riesgo de ser destrozado de nuevo, de ser reducido a cenizas por el fuego de la decepción y el dolor. Es como si estuviera entregando mi alma a un verdugo que podría ejecutarla sin piedad, sin remordimiento. Me aterra que mi máscara de indiferencia se rompa, que la mujer fría y sin corazón que he construido durante tanto tiempo se derrumbe como un castillo de naipes, revelando la verdad sobre mi vulnerabilidad y mi miedo. Me aterra que él vea la verdad, que vea el abismo de dolor y de soledad que hay en mi interior, y que se aleje de mí, horrorizado por la intensidad de mi sufrimiento. Pero al mismo tiempo, me atrae la posibilidad de que él sea el único que pueda salvarme, el único que pueda curar las heridas del pasado y hacer que mi corazón vuelva a latir con la pasión y la intensidad de la vida.

****Vista de Alexa****

Me senté en la cama, con la espalda apoyada en la pared y las piernas estiradas frente a mí. El chino estaba sentado en la silla de enfrente, su mirada intensa fija en mí. Me sentía incómoda bajo su mirada, como si pudiera ver dentro de mí. —¿Qué es lo que no me estás diciendo, Alexa?—me preguntó, su voz baja y amenazante. Me encogí de hombros, intentando mantener la calma. —No sé de qué hablas—, mentí, sabiendo que el chino no se creía una palabra. La verdad era que estaba aterrorizada. Las fugas de zombis en el laboratorio eran cada vez más frecuentes, y yo sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que algo saliera terriblemente mal. Pero no podía decirle la verdad al chino, no podía arriesgarme a que él descubriera mi secreto. Aunque, a medida que lo miraba, me di cuenta de que mi secreto no era el único que estaba en juego. Había algo más, algo que no podía ignorar. La forma en que me miraba, la forma en que me hacía sentir... era como si pudiera ver dentro de mí, como si pudiera leer mis pensamientos. Me sentía expuesta, vulnerable. Y, sin embargo, no podía evitar sentirme atraída por él.—Alexa, sé que me estás ocultando algo— dijo el chino, su voz más suave ahora. —Puedo verlo en tus ojos. ¿Qué es lo que te preocupa?—Me mantuve firme, me mantuve distante. No podía dejar que mis sentimientos me llevaran a hacer algo que podría arrepentirme —Nada—, mentí de nuevo. —No hay nada que me preocupe —El chino me miró durante un momento, como si estuviera intentando leer mi mente. Luego se levantó de la silla y se acercó a mí.—No te creo—, dijo, su voz baja y sensual. —Pero no importa. Porque voy a descubrir lo que te preocupa, Alexa. Y cuando lo haga, no habrá forma de que puedas ocultármelo —sentí un escalofrío recorrer mi espalda al escuchar sus palabras. Sabía que el chino no se rendiría hasta que descubriera la verdad. Y yo no sabía si estaba preparada para enfrentar las consecuencias.