Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Una casi confesión
Camila se sentó en su cama, mirando la pantalla de su teléfono con frustración. Había pasado ya más de un día desde que le había enviado un mensaje a Amanda, y la pequeña burbuja de “visto” se había convertido en un recordatorio constante de su desdicha. La situación que vivió Camila junto a Amanda y Santiago la dejo muy confundida y mal, pues no creía que su mejor amiga tomara tan mal la decisión de dejar que Santi las llevara. Sola y herida por la indiferencia de su mejor amiga y aún así albergaba la esperanza de una llamada o mensaje de su parte.
¿Por qué no puede entender que solo intentaba ayudar? pensó, sintiendo cómo la tristeza se apoderaba de ella. Se sentía atrapada en un círculo vicioso de culpa y frustración, y cada vez que miraba su teléfono, su corazón se hundía un poco más. Jamás fue su intención que esto ocurriera.
Decidió que ya había tenido suficiente de esa tristeza. Necesitaba dar un paseo, algo que la distrajera de su angustia. Recordó a Gabriel y decidió ir a ver si se encontraba bien, aunque ella sabía bien que si, no quería seguir estando allí con la cabeza pegada en la situación con su amiga. Gabriel siempre había sido un muy buen consejero así que él sabría qué hacer en esta situación, y quizás una visita a él podría ayudarla a poner sus problemas en perspectiva.
Tomando un respiro profundo, Camila salió de su habitación y se dirigió al hospital. Hacía un frío ligero así que tomó su abrigo verde y salió por camino que la llevaría hasta él. Las luces brillantes y los pasillos asépticos tan familiares la recibieron con una sensación de tranquilidad. Había estado allí tantas veces que ya conocía el camino de memoria. Al llegar a la habitación de Gabriel, encontró la puerta entreabierta. Se asomó y lo vio recostado en la cama, con una sonrisa que iluminaba su rostro demacrado. Cosa que no era extraño en él pero admitía que era increíble como siempre él se encontraba tan de buen humor siempre.
—¡Camila! —exclamó Gabriel, su voz llena de energía a pesar de su estado—. ¡Qué alegría le acabas de ofrecer a mis ojos!
—Hola, Gabriel —respondió Camila, con una risilla, acercándose a la cama. Se sentó en la silla junto a él, su corazón un poco más ligero al verlo—. ¿Cómo te encuentras hoy?
—Un poco mejor, gracias. Los médicos dicen que la quimioterapia está funcionando, aunque debo seguir siendo paciente —dijo, encogiéndose de hombros con una sonrisa resignada.
Camila asintió, recordando todas las veces que había estado a su lado durante sus tratamientos. Era un proceso largo y doloroso, pero Gabriel siempre había sido fuerte. Sin embargo, hoy, ella era la que necesitaba apoyo.
—Quería hablarte de algo —comenzó, sintiéndose vulnerable—. He tenido una pelea con Amanda, y no sé cómo manejarlo.
Gabriel la miró con atención, su expresión cambió a una de preocupación genuina.
—¿Qué pasó?
Camila le contó todo sobre la discusión, sobre cómo había ayudado a Santiago y cómo eso había enfurecido a Amanda. Habló de la razón detrás de su enfado, el hecho de que la familia de Santiago no aceptaba a Amanda por no ser de una familia bien posicionada y por estudiar arte. Sin embargo, a pesar de las adversidades, sabía que Santiago amaba a Amanda profundamente.
—No entiendo por qué tiene que ser así —dijo Camila, sintiendo que sus ojos se humedecen—. La familia de Santiago debería aceptar a Amanda por quien es, no por lo que tiene.
—Es complicado —respondió Gabriel, acariciando su cabello con su mano—. Algunas relaciones son delicadas, especialmente aquellas donde se juega tanto dinero de por medio. Tal vez lo mejor sea darles un poco de espacio.
Camila asintió, sintiéndose un poco más tranquila al escuchar las palabras de Gabriel. Siempre había tenido una forma de calmar sus tempestades internas.
—Pero, ¿y si eso significa que podrían alejarse para siempre? —preguntó, sintiéndose ansiosa.
—A veces, el espacio es necesario. No significa que no se amen, solo que necesitan resolver sus problemas sin presiones externas. Confía en que todo se resolverá a su debido tiempo y recuerda Amanda te quiere profundamente, ella necesita tiempo para poner todo en su lugar —dijo Gabriel con una calma que era contagiosa.
Camila se sintió aliviada, agradecida por tener a alguien tan comprensivo a su lado. Se recostó junto a Gabriel en la cama, sintiendo su calidez y la suavidad de sus sábanas. El ambiente del hospital, se tornó un poco tenso, parecía que todo rastro de tranquilidad empezaba a desvanecerse mientras Camila se concentraba en la forma en la que su amigo la tocaba.
Comenzó a jugar con su cabello, entrelazando los mechones entre sus dedos. Era un gesto reconfortante, y al mismo tiempo, una forma de distraerse de la tormenta emocional que aún la acechaba. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, se dio cuenta de que su corazón latía de una manera distinta, una mezcla de ternura y algo más profundo.
“¿Qué es lo que estoy sintiendo?”, se preguntó, sintiendo una chispa de confusión y emoción. La conexión que siempre había tenido con Gabriel se sentía más intensa, más palpable. Pero justo cuando la idea de declararle su amor a Gabriel pasó por su mente, la realidad la golpeó con fuerza.
Se sentó de golpe en la cama, sintiendo que el aire se le escapaba. Había mencionado a Amanda que estaba pensando en hablar con Gabriel sobre cómo se empezaba a sentir, pero ahora, viendo la situación de cómo jugaba con su cabello y lo que ese simple acto le generaba. Sintió miedo, no era el momento adecuado. Necesitaba tiempo para perder el miedo si algo salía mal, Amanda no quería perder su amistad.
—¿Te pasa algo? —preguntó Gabriel al notar su cambio de expresión. Su voz era suave, llena de preocupación.
—No, solo… estoy pensando en muchas cosas —respondió Camila, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—A veces es bueno hablar de lo que sientes, ya sabes. Estoy aquí para escucharte —dijo, con su tono sincero y abierto.
Camila deseó poder compartir su confusión, pero en su corazón sabía nuevamente que no era el momento. Había mucho en juego, y no quería añadir más peso a la situación. Así que decidió guardar sus sentimientos para otro día, cuando se sintiera más valiente y segura de sí misma.
—Gracias por estar aquí para mí, Gabriel. Eres un gran amigo —dijo, sintiendo que su voz se entrecortaba—. Prometo que hablaré con Amanda y resolveré las cosas.
—Eso es lo que tienes que hacer —respondió Gabriel, sonriendo—. Recuerda, las cosas siempre se pueden resolver, solo hay que tener paciencia.
Camila sonrió, sintiéndose un poco más fuerte. Volvió a tomar asiento en la silla al lado de Gabriel y cerró sus ojos. Se prometió silenciosamente a sí misma que, cuando llegara el momento adecuado, sería honesta con Gabriel, sentía que no podía seguir viviendo así por más tiempo. Por ahora, lo más importante era sanar las heridas de su amistad con Amanda y ser el apoyo que Gabriel necesitaba en su lucha contra la enfermedad.