DE VUELTA AL DESEO

—¿Por qué no me llamaste?— pregunta Jules enojada.

—No te llamé, porque llegaron mis padres— confieso y si su mandíbula fuese elástica estaría ahora mismo en el piso.

—¿Qué? Oh Dios, si era verdad cuando me aseguro de que iría a verte— dice con rapidez— ¿Fueron los tres?— pregunta.

Asiento—No sabes cómo me sentí ver a mi hija con sus abuelos— confieso.

—Todo tiene solución, menos la muerte— dice—Estoy feliz por ti y por mi pequeña—me abraza—Los chicos ya vienen para acá— anuncia—Menos Juan Carlos— tuerce los labios.

—Sigo molesta, pero pensaba hablar con él si venía, pero por lo visto tendré que llamarlo— digo.

—Odio cuando toma esa actitud— niega—Muy infantil— chilla.

Pongo los ojos en blanco y sigo acomodando los productos, ya la tienda está casi lista, solo faltan unos pequeños retoques, pero gracias a ese incendio pude remodelar ciertas partes y ahora me gusta más que antes, más moderna y actualizada.

Este año Grace irá al kinder y estoy emocionada, está próxima a cumplir los 4 años, siempre encuentro una linda canción y le canto. Recuerdo cuando le cantaba a su padre y aunque no era un experto en el baile veía en su rostro que disfrutaba esos momentos conmigo.

—Te llegó esto— me indica Mirna.

—Gracias— sonrío.

Es raro que me haya llegado un paquete, no he encargado nada, veremos qué dice la nota.

La vida no me alcanzará para pedirte perdón por lo cabrón que fui y todos los días crece en mí el miedo a perderte. Grecia eres perfecta y yo nunca he dejado de amarte, de amar esa perfección que hay en ti ante mis ojos.

Logré ubicar tus chocolates favoritos, espero que lo disfrutes.

Con amor Liam.

Rompo la envoltura de la caja y sonrió feliz, estos chocolates son un poco complicados de encontrar aquí en Londres. Los chocolates Wilde son una delicia, su fábrica está en Irlanda, específicamente en Tuamgraney, Co. Clare, mi padre me compraba antes de que viniéramos a esta ciudad y lleve a mi pequeña bebé a la fábrica el año pasado cuando decidí visitar mi país natal.

Meto un trozo a mi boca y jadeo extasiada por el sabor tan exquisito, Liam tiene ahorita 10 puntos por esto.

—¿Quién te trajo eso?— pregunta Jules señalando la caja.

—Liam me lo mando— respondo.

—Con razón, mírate, los ojos te brillan como estrellas— se ríe.

—Cállate— le digo—Estás mintiendo—declaro.

—No— niega— Solo debes verte— se ríe.

—Jules, mis ojos son verdes y ya de por sí siempre están brillantes— le digo a la defensiva.

—Sé que van a cambiarte el color de los ojos y sabes que a mí no puedes mentirme— niega—A lo que venía, tenemos reservación en el restaurante de la esquina a las 2 para almorzar con los chicos— me informa.

—Oh, está bien— sonrío.

Mis ojos cambian de color depende de como este emocionalmente y eso me delata muy rápido.

Salgo de mi oficina para irme junto a Jules a comer con nuestros amigos, me alegra muchísimo que hayan podido venir, serán unos pocos días, pero los disfrutaré al máximo.

—Hola— saludos abrazando a cada uno de mis amigos.

—Mírate esos ojos— comenta Esther—La maternidad te cambio, pero para bien — dice feliz.

—Exageras— niego.

Nos sentamos a comer mientras mantenemos una charla amena, extrañe muchísimo a mis amigas, falta Juan, pero ya veremos qué sucede más adelante.

Tengo amigas que me recargan de mucho amor, desde que nos conocimos hemos sido nosotras para todo, incluso, en las enfermedades y cuando di a luz todas querían estar, pero debido a las responsabilidades que tenían no pudieron venir, pero estaban siempre presentes.

Toda mi vida estaré agradecida y si después de la muerte hay vida, también lo estaré.

Son fan número uno de mi hija, ahora mismo se preocupan más por ella que por mí y no me molesta, al contrario, me llena de mucha ternura.

—¡¿Cómo que regreso?!— pregunta casi que gritando Esther.

—Así es— asiento.

—Ya se lo follo también— interviene Jules.

—¡Por Dios!, así no era Grecia— niega Cecilia riéndose.

—Chicas, nosotras no tenemos secretos, tres años sin nada, llega él con lo bueno que esta ni siquiera ustedes se hubieran resistido—les aclaro.

Se miran entre ellas y rien—Bueno, tienes razón, sin ofender, Liam siempre ha estado como quiere— susurra Jules.

—Fue un idiota, pero no le quita lo buenazo— le sigue Esther.

—Ya cállense— me carcajeo.

La hora se nos ha ido por completo y casi me ahogo con mi propia saliva al ver la hora en el teléfono, tengo ocho llamadas perdidas de Liam, tres de mi madre y cinco de Brigitte.

—Debo irme— digo apurada— He olvidado a mi hija— me quejo.

—Nosotras vamos contigo— Se levanta Cecilia.

—Están ebrias— las señalo.

—No importa, hoy nos quedaremos con ustedes— asegura Jules.

No puedo negarme y no pensaba hacerlo, si no las llevo conmigo llegarán allá de igual manera, son muy tercas, ellas se pasaron con la bebida, por suerte yo no.

Llevan un escándalo, van cantando y bailando como locas en la parte trasera del auto y se volverán más locas cuando vean a Grace.

Será una noche muy larga.