Una integrante de inteligencia nacional muere por causas ajenas a ella. Piensa que hasta ahí acabo su vida, pero cuando cierra los ojos por última vez en su vida actual... los vuelve a abrir en un mundo diferente siendo está una chica que tendrá que enfrentarse a todos aquellos que quieren usarla para subir de estatus. ¿Encontrará el amor? ¿Qué es lo que hará?.
Acompáñame a descubrirlo.
Una ex agente reencarnada, un general frío como el hielo y muchas piedras en el camino para llegar a un mismo objetivo.
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Regalo fallido.
Al mismo tiempo en el que hablaba Lale, al príncipe se le ponían las orejas muy rojas, síntoma de que alguien lo estaba maldiciendo en algún otro lugar.
—Bueno, ya no importa. Creo que mejor le daremos un buen uso a estos vestidos. ¡Escuchen todos!, cómo premio por su desempeño cada semana le daré un vestido a cada uno de ustedes y podrán regalarlo a la chica que les guste cuando regresemos, en caso de hacer falta algún ajuste, yo me haré cargo de costearlo.— dijo Lale con una sonrisa, aunque no le haya gustado que le enviarán esos vestidos, se veía que eran de excelente calidad y era por eso que los utilizaría como incentivos para que sus soldados pusieran un poco más de esfuerzo.
—¿Y si no tenemos a nadie general?, al menos yo no tengo a alguien especial que me espere.— comentó uno de los soldados.
—Bueno al menos tendrás a una hermana, una prima o quizás una conocida. Se lo puedes dar a quien tú quieras, pero antes de decir cualquier cosa deberás ganarlo. Entonces todos a dar lo mejor que tengan porque serán entrenados para ser verdaderos espías y serán los mejores.— Exclamó Lale.
—¡Si señora!— se escuchó a una sola voz, simplemente porque cada uno de los soldados estaba expectante de como sería aquel entrenamiento.
Del otro lado del imperio, el príncipe y el Duque habían decidido acampar para descansar y continuar su viaje después. Aunque no era lo ideal, no llegaron a ningún poblado y era necesario descansar tanto para ellos como para los caballos que eran su transporte.
—Hace un momento note que tus orejas se pusieron muy rojas, seguro que tú conquista ya recibió su presente, ¿ya me dirás qué fue lo que enviaste?— le dijo el duque al príncipe.
—Bueno, solo fueron unos cuantos vestidos, los más hermosos y de la mejor calidad.— Contestó el príncipe.
—No puede ser... — el duque comenzó a reír a carcajadas, sin poder parar y después de unos momentos. —Tú si que eres un idiota, ¿cómo se te ocurrió enviarle vestidos a una General, aquella que siempre trae puestos pantalones?.— Dijo el duque y continuo riendo. —Ahora entiendo porque tenías las orejas rojas, de seguro te estaba maldiciendo por lo tonto que fuiste.— Pobre duque ya ni podía hablar y tenía dolor de estómago por tanto reír.
—Entonces tú qué eres experto, ¿qué crees que debí haberle dado?.
—Para empezar, si no conoces sus gustos, enfócate en su trabajo, a lo que se dedica por ejemplo ya que ella es general pienso en una espada, una armadura o quizás un caballo. Cosas como esas le podrían interesar, nada que sea común como las joyas, vestidos o incluso flores te ayudarán en tu conquista.— Respondió el Duque y comenzó a reír de nuevo.
—Ya basta, deja de burlarte de mí. Entiende que nunca tuve interés por nadie y sabes porque, esto que ella causo dentro de mí es algo nuevo. En vez de reírte deberías ayudarme.— Dijo el príncipe un tanto sentido por el comportamiento de su amigo.
—Tranquilo, te estoy ayudando al decirte que le puedes regalar, además quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti por el esfuerzo que estás haciendo por mostrar algún sentimiento al sexo contrario.
—Bueno, entonces la próxima vez le enviaré una espada forjada con los mejores materiales, y por cierto si le escribo ¿me veré muy desesperado?
—No lo creo. Aunque también depende de lo que le escribas. Viniendo de ti, me asusta un poco lo que le puedas escribir a la pobre general.
Y así continuaron platicando amenamente estos dos hombres mientras cenaban.
Por su parte Lale y sus soldados ya habían terminado su cena y se habían retirado a descansar. Y la mañana volvió a llegar.
—Despierten holgazanes, es hora de comenzar el entrenamiento. Tienen solo cinco minutos para despertar y vestirse, luego de eso tendrán una media hora para desayunar y comenzaremos a entrenar.— Decía Lale con mucho entusiasmo, cosa que no era muy común a menos que sintiera satisfacción por ver sufrir a sus subordinados con el entrenamiento que les daba.
Todos y cada uno de los soldados se apresuraron a hacer lo que su general les había pedido. En cuestión de unos treinta minutos ellos estaban listos.
—Bien, el entrenamiento será para que se conviertan en los mejores espías y guerreros del continente. Necesito medir sus reflejos, el tiempo de respuesta que tienen cuando un enemigo ataca, la facilidad con la que pueden defenderse y defender a los demás. Trabajarán en equipos algunos días y otros individualmente. También daré misiones pequeñas a algunos de ustedes y serán secretas, quién se atreva a traicionar ese secreto será echado fuera de mi ejército. ¡¿Entendieron todos?!.— Dijo Lale.
—¡Si general!— respondieron los soldados.
Así que el entrenamiento comenzó como Lale lo había planteado y en primera instancia de los más de mil soldados que se encontraban ahí, los dividió en grupos de cien y así a cada grupo los puso a hacer actividades diferentes que iban desde entrenamiento cuerpo a cuerpo, con espadas, con lanzas y dagas, y aunque era raro para todos, les pidió que leyeran todos los documentos que encontró sobre el imperio Silver, el imperio North y los demás contingentes. Esa era la forma de saber que tanto podía retener cada soldado. Ciertamente algunos comenzaron a fastidiarse, siendo tentados a desertar.
me asombras/Good/