En está historia, inspirada en la película «La laguna azul» veremos como Perla y Dayhan, por incidente inesperado, ambos quedan varados en un sitio remoto, mientras que todos los buscan con desesperación, pero ese incidente parece que los ayudará a entenderse mejor de lo que ellos creen. ¿Que pasará con esos adolescentes?
NovelToon tiene autorización de Ana de la Rosa para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capitulo 21
Todas las personas estaban esperando el barco que se venía acercando. Con gritos, algarabía y llantos, los recibían. La emoción que se vivía en ese momento, invadía los corazones de todos los presentes.
Antes de bajar del barco, Dayhan sostuvo la mano de Perla. Con alegría y a la vez con mucha tristeza, le susurró: "No olvides que te amo". Perla lo miró con aflicción y, apretando su mano, le dijo: "También te amo, juraste siempre estar conmigo". Soltaron sus manos sintiendo una gran amargura.
Bajaron del barco y la multitud se acercó a Perla. Sus padres, sus amigos, los periodistas, ¡en fin! Ella era hija de una modelo famosa y de un empresario muy reconocido. En cambio, a Dayhan solo se acercaron su papá, Gael, y Madison. El señor Raúl abrazó a su hijo como si no hubiera un después. Lloraba y reía mientras lo miraba por todas partes.
—Papá, estoy bien— dijo el chico, no muy feliz. Gael le dio un fuerte abrazo y Madison también.
—¿Me puedes decir qué demonios fuiste a hacer a ese estúpido bote?—preguntó Madison.
— Después hablamos de eso, Mady.— dijo Dayhan.
— No sabes lo difíciles que han sido estos días, hijo.—expresó el señor Raúl.
— Gracias a Dios, ya estás aquí, hermano.— habló Gael, emocionado.
—Vamos a casa.—sugirió Dayhan.
El chico miró a Perla y Andhy la tenía abrazada. Sintió un dolor en el pecho. Era un dolor que hacía estragos en cada parte de su ser.
Los padres de Perla les hacían muchas preguntas. La tenían agobiada. Las chicas y Andhy también preguntaban todo sobre lo que había pasado.
—¿Pueden dejar sus preguntas para después?.—pidió Perla.
—¿Él te secuestró? Dime la verdad, hija.— preguntó Alberto.
Ella sintió rabia y le gritó evidentemente molesta:— No. No papá. ¿Por qué siempre tienes que pensar en lo peor? Maldición.— dijo a punto de llorar.
—Hija, puedes contar con nosotros. Somos tus padres.— dijo su mamá, acariciando su rostro.
Perla respiró profundo para no llorar, pero fue imposible. Sus lágrimas no demoraron en salir. Se dirigió a su nana y la abrazó fuerte.—Vámonos a casa, nana, por favor.
—Vamos, mi niña. —asintió Mercedes.
Perla le pidió fuerzas a Dios. No podía ni quería estar lejos de Dayhan. Lo amaba, se había enamorado. Iba caminando de brazos con su nana y ambos se miraron. Claramente se podía ver tristeza en sus rostros.
Dayhan, si fuera de esas personas que lloran, se derrumbaría a llorar como una Magdalena, pero como no lo era, apretó sus mandíbulas y sus puños con fuerza. Él estaba seguro de que empezaba, lo que terminó.
Perla llegó a su casa, subió a su habitación y se encerró a llorar. Sus padres querían hablar con ella, pero no le abrió la puerta. Tocaba su cama, miraba a través de la ventana, se miraba al espejo y sentía que algo le faltaba. Estaba de regreso en su mundo, con todos sus lujos, con todos los operativos que quisiera, con sus padres, sus amigas, y aun así sentía un hueco en el pecho.
La señora Mercedes tocó la puerta. Toc. Toc. —Abre la puerta, mi niña. Te traigo una rica sopa. Sé que no te alimentaste bien.
—No tengo hambre, nana.
—Ábreme, por favor. —pidió la nana.
Ella le abrió la puerta y volvió a la cama. Mercedes puso la bandeja en una mesa, luego se acercó a ella, que estaba acostada en posición fetal, arropada con la sábana.
—¿Me puedo acostar contigo un rato? Cuando era niña y estaba triste, me pedía que me quedara contigo.
—Ya no soy una niña, nana.
—Para mí, siempre serás una niña. Perla, jamás te había visto tan triste. Vi cómo se miraron ese joven y tú. ¿Qué pasó entre ustedes?
— Nada.
—No soy tu mamá, pero te conozco como si fuera mi hija… ¡Pero bueno! Si no me quieres contar tu experiencia, no lo hagas.
—¿De qué experiencia hablas? —preguntó Perla.
Mercedes se sentó en la cama y se pegó al espaldar. Perla se acomodó en sus piernas.
—Sabes bien a qué me refiero. ¿Estás enamorada de él? — preguntó con sabiduría.
Perla se cubrió el rostro y empezó a llorar. —A ti no te puedo mentir, lo amo, nana. Me enamoré de él. No puedo estar lejos de Dayhan. Lo necesito.
El señor Alberto iba a hablar con su hija, se dirigió a la habitación. Cuando estaba a punto de tocar, la escuchó hablar y prefirió escuchar la conversación detrás de la puerta. Escuchó todo lo que Perla le dijo a Mercedes. No lo podía creer, su única hija se había enamorado del hijo de un jardinero. Se llenó de coraje y su odio por Dayhan aumentó considerablemente. Canceló la conversación y, se fue al despacho. Hizo una llamada que definiría el futuro de Dayhan.
Dayhan llegó a su casa. Aunque estaba muy triste, se sentía bien junto a su papá y sus amigos. Estaban sentados en la pequeña sala de la casa, todos felices.
— Dayhan, no sé cocinar, pero te puedo hacer algo, una pasta con huevo u otra cosa. —dijo Madison. Todos la miraron.
—No, gracias, Mady. —dijo Dayhan.
—Te voy a hacer algo de comer, hijo. No hay muchos ingredientes. Ya no tengo trabajo. —habló el señor Raúl.
—Y eso, ¿qué pasó? —preguntó su hijo.
—Esos malditos Thompson le hicieron la vida imposible a tu papá. Son unos desgraciados. —dijo Gael.
Dayhan fue a la cocina, donde ya estaba el señor Raúl. Lo agarró por el brazo y le preguntó molesto: —Papá, ¿qué te hicieron ellos?
El señor Raúl le informó todo lo sucedido, también que lo estaban acusando de secuestrador. Dayhan estaba indignado, se sentía impotente y lleno de rabia. No podía creer todas esas cosas, pero alguien tocó la puerta haciéndole ver la cruda realidad.
Toc. Toc. —Abran la puerta, somos policías. —gritaron.
Todos se asustaron. El señor Raúl, preocupado y con miedo a que algo le pase a su hijo, le pidió a Dayhan que se ocultara.
—Hey, papá, tranquilo, ¿sí? Voy a abrir.
Caminó a la puerta, no sin antes, mirar a sus amigos.— Buenas tardes.
—Buenas tardes, somos policía. Venimos por el joven Dayhan Maldonado. —mostraron sus placas.
— Soy yo.—confirmó el adolescente.
—¿Quién lo denunció y por qué? —preguntó Raúl.
—Queda detenido por el secuestro de la señorita Perla Thompson. En la delegación le darán información. Señor, tienes que acompañarnos, joven Maldonado.
El señor Raúl se echó a llorar con desesperación. Mady y Gael gritaban que él era inocente. —Todos tranquilos, Papá, todo va a estar bien, no te preocupes, no la secuestre.— les dijo él. Sin embargo, lo esposaron y se lo llevaron.
ella es más terca que una mula,a el le faltan pilas para poner esa mujer en su sitio, y la maddy está queda.
voy a seguir leyendo a ver si estoy se compone jejejeje