Brenda Sanches es una mujer de 29 años que después de descubrir a su enamorado con quien pensaba ser madre decidí irse y hacerse madre mediante inseminación artificial lo que no sabe que el donante no es humano por error a ella le llegó su donación y el reclamara a sus hijos que pasara entre ellos ? estarán juntos por amor oh llegarán a un acuerdo por sus hijos ven a leer esta historia facinante
NovelToon tiene autorización de Aye Simbron para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 2
Escucho la alarma y, con un solo ojo abierto, miro el celular decidida a apagar esa cosa molesta. Una vez realizada la acción, me acomodo mejor en la cama, ya que no pienso levantarme; tengo los ánimos por el piso. Además, no dormí casi nada porque me la pasé llorando, y mi amiga no dejó de intentar consolarme hasta que, por el bien de ella, fingí estar mejor para que se acostara. No quiso irse a su casa, y aunque decía que yo ya estaba bien, era claro que no quería dejarme sola. Yo tampoco quería que se fuera, pero sí quería que descansara. Ella no tiene por qué pasarla mal por cómo estoy.
Mientras pienso en dormir todo el día porque no iré a trabajar, entra mi amiga alegremente.
Alexa: —¡Muy buenos días, mi bella durmiente! Es hora de desayunar —dice con una sonrisa.
Yo: —Buenos días, amiga… —digo con una sonrisa forzada, seguramente horrible—. No hace falta esto… no tengo hambre. Aparte, hoy no voy a trabajar.
Digo eso mientras dejo las cosas a un lado y me dispongo a acomodarme para seguir durmiendo. Pero mi amiga me jala la manta.
Alexa: —¡De ninguna manera te permitiré hundirte! Vas a desayunar —dice en tono de mamá—. Vas a levantarte ahora.
Yo: —¡Mamá, no quiero! —finjo molestia, refunfuñando.
Alexa: —Sí, habiendo que soy tu mamá, vas a comer y te vas a levantar. ¡Sí, lo seré! —dice con una sonrisa.
Hablamos un rato mientras termino de desayunar. Luego digo:
Yo: —Bueno, amiga… voy a ver si me pongo decente y vamos a la oficina.
Alexa: —¡siii! —dice con entusiasmo—. Vamos a ir, ya verás que te pondrás bien. Ahora ponte bien linda, así ve lo que se perdió por c*lentura —dice riéndose mientras se va.
Suspiro y decido juntar valor para salir de la cama. Me voy al baño, hago mi rutina y salgo. Me visto con ropa elegante, ya que es una oficina, y decido cubrir bien mis ojeras. Ya arreglada, me miro al espejo.
Yo (pensando): Vaya... ¿quién diría que anoche lloré a mares?
Ya lista, salgo y veo a mi amiga en el living.
Alexa: —¡Así me gusta! Siempre diva, bella, que nadie te opaque —dice riendo.
Nos vamos juntas. Ya en la oficina, cada una se dirige a su respectivo lugar (por suerte, están cerca). Empezamos a trabajar y, en un momento, digo:
Yo: —Puff... amiga, parece que hoy será un día complicado.
Alexa: —Ni me lo digas. Escuché que hoy vendrá alguien importante, por eso habrá más cosas por hacer. El jefe quiere darle buena impresión.
Yo: —Sí, claro, "buena impresión" —digo poniendo los ojos en blanco—. La dará a costa nuestra. ¿Pero qué tan importante es como para causar tanto alboroto?
En eso, una voz varonil interrumpe con tono sereno, pero autoritario.
Voz varonil: —Soy lo suficientemente importante como para hacer despedir a gente que cree que está en su casa y no trabaja.
Yo: —Disculpe, señor, pero se está trabajando. No me pareció inadecuado que me relaje un segundo, ni aunque usted sea el doble de importante.
Voz varonil: —Eso no es nada —dice señalando las carpetas—. A partir de mañana usted tendrá el doble de trabajo, a ver si así deja de holgazanear.
Yo: —Ja, ja, ja —me río con indiferencia—. No hable como si fuera el jefe, porque el jefe dice que soy muy trabajadora. Así que, si solo vino a molestar, ya se puede retirar.
Voz varonil: —Yo me iré cuando se me dé la gana. Y si sigues así de insolente con tu superior, me veré obligado a echarte. Y, la verdad, ganas no me faltan.
Dios… escuchar ese sonido sexy me hizo mirarlo embobada. Aunque me moleste lo que dice, debo admitir que es muy atractivo: pelo castaño, estatura 1.80, cuerpo robusto y bien trabajado, tez bronceada, barba bien cuidada...
Cuando noto que lo estoy mirando demasiado, cambio la mirada rápidamente.
Yo: —No sería así si fuera mi jefe... pero como no lo es, me da igual. Si no se va ahora, llamaré a seguridad —digo mientras levanto el teléfono.
Justo en ese momento, llega mi jefe, algo agitado.
Jefe: —Señor Black, disculpe a mi recepcionista, aún no ha aprendido los modales —dice mirándome con desaprobación.
Sr. Black: —Tranquilo, me puedes llamar Santiago. No seas tan formal, somos socios —dice y me lanza una sonrisa de reojo que derrite—. Ya sabrán que soy el inversionista mayoritario aquí y habrá cambios.
Yo: —Oh… disculpe, señor. No sabía que era importante —digo incómoda.
Santiago Black: —Descuide, señorita. Como dije, es normal que no lo sepan aún. Igual, a usted le faltan modales.
Yo: —Disculpe, pero sí los tengo. Usted no —respondo, algo molesta.
Santiago Black: —Bien, lo que digas. Veremos cuánto duras aquí —dice a mi jefe—. Vamos a terminar los papeleos.
Antes de irse, vuelve hacia mí y dice:
Santiago Black: —Por cierto, señorita, mañana la quiero aquí a primera hora.
Yo: —Aquí estaré —le devuelvo la mirada con firmeza.
Lo veo alejarse, con su espalda ancha y postura imponente. Bajo la mirada y noto que tiene un una parte de atras bastante atractiva. Mientras lo miro, siento que me cae un papel y veo a mi amiga riéndose.
Alexa: —Perdón que te interrumpa el paisaje, pero si sigues así vas a babear todo —dice riendo.
Yo: —¡Dios, cállate, Alexa, y trabaja! —digo entre risas.
Continuamos trabajando, y cuando termino por hoy, decido regresar a casa. Ya en ella, digo en voz alta:
Yo: —Uff… será mejor que duerma. Mañana me espera madrugar.
Café Amargo a las 7:00 A.M.
Escucho el sonido de la alarma por tercera vez y, esta vez, no tengo escapatoria. Me levanto a regañadientes, aún con el cuerpo adolorido por la mala noche. Entre el llanto de anoche, los recuerdos de Alexis y la aparición repentina de Santiago Black en la oficina, mi cabeza es un caos.
Pero si algo aprendí de Alexa, es que no puedo darme el lujo de seguir desplomándome.
Me arreglo con más detalle que nunca. Vestido tubo negro, tacones medios, blazer y maquillaje natural que disimula las ojeras. Me miro al espejo y susurro para mí:
—Hoy no me vas a ver derrotada, Santiago Black.
A las 6:50 ya estoy en la oficina. El silencio me da calma. Estoy sentada en mi puesto revisando unos informes para mantenerme ocupada cuando, a las 7:01 en punto, escucho la puerta abrirse.
Santiago aparece, impecable, con una camisa blanca remangada y pantalón de vestir oscuro. Su barba perfectamente arreglada, su postura firme, su mirada directa.
—Veo que llegó puntual. Me sorprende —dice con una sonrisa apenas perceptible.
—Soy puntual desde antes de que usted apareciera, señor Black —respondo con una sonrisa fingida, mirando la pantalla.
—Me encanta la gente confiada. Vamos, necesito que me acompañe a la sala de juntas.
Me levanto, lo sigo. Mientras caminamos, noto cómo algunas compañeras lo observan de reojo. Sí, él impone… pero también provoca. Llegamos a la sala y él cierra la puerta tras de mí.
—Muy bien, Brenda —dice, dejando mi nombre en el aire como si lo degustara—. Quiero ver si eres tan eficiente como dices. Necesito que revises estos contratos. Hay cláusulas dudosas, y quiero tu opinión antes de firmarlos.
—¿Mi opinión? ¿No que era una simple recepcionista? —respondo alzando una ceja.
—Ahora eres algo más. Estoy evaluando qué tanto puedes crecer aquí… si tienes lo necesario para escalar —dice acercándose un poco.
Trago saliva. Me mantengo firme.
—Bien. Entonces déjeme hacer mi trabajo sin sarcasmos ni provocaciones.
—Perfecto. Aunque no prometo dejar de provocarte —susurra con una sonrisa antes de sentarse.
Miro hacia otro lado para evitar que me vea sonrojarme. No pienso darle esa satisfacción.
Pasamos una hora en silencio, revisando documentos. De vez en cuando, me lanza miradas fugaces. Otras veces hace pequeñas correcciones sin consultar. Es tan mandón… pero eficiente. Eso me molesta más.
Al terminar, coloco los documentos sobre la mesa con firmeza.
—Listo. Revise las páginas 3, 7 y 11. Hay cláusulas que benefician más al proveedor que a nosotros.
Santiago las revisa, asiente con la cabeza y dice:
—Interesante. No esperaba tanto de alguien tan emocional.
—No soy emocional, soy humana. Y profesional. Aunque eso parezca incompatible para usted.
—Touché —dice, levantándose—. Brenda, tengo que admitirlo: me agradas… aunque me cueste.
—No vine aquí a agradarle, vine a trabajar —respondo, tomándole la delantera hacia la puerta.
—Entonces estamos bien. Me encantan los desafíos. Mañana, 6:30. Y prepárate, será un día largo.
—Estaré lista. Siempre lo estoy.
Y salgo, sin mirar atrás.
Pero justo antes de salir de la sala, escucho que dice en voz baja:
—Interesante… muy interesante.
No sé si se refiere al trabajo. O a mí. Pero por primera vez en días… sonrío sin sentirme rota.