En un mundo donde la posición del ser humano en el planeta se ve amenazada por intrusos desconocidos que intentan ocupar su lugar, este diario que acabas de encontrar contiene en el las voces de aquellos que no quieren quedar en el olvido
NovelToon tiene autorización de jose yepez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
05/04/2026
Hoy es uno de esos días en los que el peso de todo me aplasta.
No hay disparos afuera, ni criaturas acechando entre los escombros, ni gritos en la lejanía. Y, sin embargo, el silencio me resulta más insoportable que cualquier amenaza tangible.
Esta calma falsa, esta pausa en el caos, hace que los pensamientos se me acumulen en la cabeza como un enjambre de insectos zumbando sin descanso.
Me desperté tarde, o eso creo. Aquí ya no hay relojes que funcionen ni una rutina que me obligue a levantarme. Dormí mal, como siempre. Los sueños, si se les puede llamar así, son trozos rotos de lo que fue mi vida: Madison riendo en el parque, el sonido de nuestra cafetera vieja burbujeando por las mañanas, el olor de su shampoo cuando se acurrucaba junto a mí en la cama. Todo eso viene y se va, sin aviso, para luego dejarme tirado en esta cabaña oscura, recordándome que ya no está.
La busqué hoy otra vez.
No muy lejos.
Solo a unas cuadras de aquí, donde solía estar un centro comunitario. Quedó reducido a escombros y cenizas, como todo lo demás. Me aferraba a una idea absurda: que tal vez, solo tal vez, alguien dejó un mensaje, una señal, algo que dijera “sigo viva”. Pero no había nada. Solo las paredes quemadas y los restos de papeles carbonizados que crujían bajo mis botas.
Sentado entre los restos, encontré una fotografía pegada al marco de una puerta caída. No era Madison, pero era una pareja abrazada. Sonreían. Probablemente no sobrevivieron. La tomé. No sé por qué. Quizás porque quiero imaginar que aún es posible encontrar algo bonito en medio de esta ruina.
Volví al refugio cuando empezó a oscurecer.
El cielo estaba despejado, pero el aire se siente pesado, como si algo invisible me observara desde lo alto.
No sé si es paranoia o si realmente hay algo más allá de nuestra comprensión, moviéndose entre las sombras, esperando.
A veces creo escuchar respiraciones que no son mías.
A veces veo siluetas en las ventanas rotas de los edificios que ya revisé decenas de veces.
Pero cuando me acerco, no hay nada.
Escribo esto con una linterna que parpadea cada tanto, como si también estuviera cansada de seguir funcionando.
Quisiera que este diario fuera más que solo un desahogo.
Quisiera que fuera una prueba de que existí.
De que, incluso en medio del colapso, alguien intentó seguir adelante.
He pensado mucho en qué haré si no la encuentro.
Si Madison realmente está muerta.
Es una pregunta que evito, pero que regresa como un eco persistente.
No tengo una respuesta.
Solo sé que si dejo de buscarla, me muero también, aunque mi cuerpo siga caminando.
Hoy, mientras volvía, pasé por lo que alguna vez fue una tienda de música. La fachada está destruida, pero en el suelo encontré un disco viejo, aún en su funda: The Beatles. “Here Comes the Sun”.
Ironía cruel.
El sol no ha vuelto hace mucho tiempo.
Pensé en encender la radio. Solo para escuchar alguna voz humana, cualquier cosa que me recuerde que no estoy completamente solo en el mundo. Pero me da miedo que solo escuche estática. O peor aún… que escuche algo que no pueda explicar.
A veces, el silencio es más seguro.
Estoy cansado, pero no tengo sueño. La noche se siente más larga cuando no tienes con quién compartirla.
Extraño reírme.
Extraño que me pregunten cómo estoy.
Extraño no tener miedo al cerrar los ojos.
Este mundo está roto.
Y yo también.
Pero mientras pueda escribir, mientras mi mano siga obedeciendo y mi mente se aferre a cada palabra, seguiré dejando un rastro.
Por si alguien lo encuentra.
Por si algún día, Madison lo encuentra.