Mi Ángel Azul

La doctora Angélica Harrison había tenido otro día agotador en el Hospital . Recién llegaba a su pequeño departamento después de haber ido a la entrevista sobre fertilidad asistida informada por el nuevo Dr Ali , especialista en ese ramo, que llegó a trabajar con ellos reemplazando a Rubí Halem.

En la entrevista además de firmar una serie de planillas y contratos , le habían hecho un sin número de estudios de sangre, placas radiológicas, controlado su peso, estatura e incluso le sacaron fotografías de su rostro y cuerpo entero. Sea quien fuera la pareja que ansiaba un hijo, era sin dudas muy exigente en las características que debía tener la madre.

Le dijeron que la llamarían en caso de ser aceptada para la inseminación y le volvieron a recalcar el tema de la confidencialidad, como si por ventura ella fuera a hablar con alguien de esta locura que hacia para conseguir dinero.

Cuando Ali Tuzak le preguntó si iría , sonrió y le dijo que no. Ali era un hombre moreno, de barba y buen mozo, parecía todo un conquistador y sin dudas estaba coqueteando con ella y con otras doctoras jóvenes del lugar desde que llegó a trabajar allí.

Se dio un baño y se miró criticamente al espejo. Estaba más delgada de tanto trabajo y de la comida rápida y descuidada que consumía entre horas en el hospital. No le quedaba otra. Hacia mucho tiempo que no llenaba su refrigerador de productos saludables. Cuando su pequeña Mary estaba con ella compraba a diario frutas y verduras frescas y tenía la alacena rebosante de alimentos. Ahora no valía la pena. De alguna manera ella sobrevivia.

Se tiró en la cama y pensando en su hijita lloró un rato y luego se durmió.

El sueño recurrente de Mary con unas hermosas alas azules volvió. Mary se acurrucaba junto a ella y Ángelica sentía su olor inundando su cerebro dormido de una paz increíble. Acariciaba en sueños las alas iridiscentes de su hija y apretaba su cabecita en su pecho. En esos sueños el mundo para ella estaba en paz y era maravilloso.

Estaba oscureciendo cuando despertó. Se vistió rutinariamente, cogió su abundante cabellera con un broche y salió disparada al hospital.

Cuando ingresaba al sector donde Alfred estaba volvió a ver a Francisca.

_ Dra Angélica. Usted va a enfermarse cuidando cada noche a su esposo ! - dijo preocupada la mujer.

_ Hola Francisca. No te preocupes. Soy fuerte como tu. - contestó con una sonrisa.

Francisca sacudió la cabeza . Tenía pena por esa doctora tan maravillosa que perdió a su hijita y tenía a su esposo más muerto que vivo en el hospital.

Las malas lenguas decían que el esposo fue el responsable de la muerte de la pequeña sin embargo la doctora pasaba las noches cuidándolo. Francisca no se imaginaba de dónde ella sacaba la fuerza necesaria para trabajar toda la mañana y pasar la noche en vela.

Habló consigo misma : "angelito, donde quiera que estés , cuida a tu madre. Amén "- dijo en su interior. Luego se persigno y siguió con su tarea.

Angélica realizó la rutina de todos los dias. Revisó los datos médicos colgados en la cama de Alfred, le asculto, le tomó la presión, revisó su cuerpo completo, luego extrajo un pote de crema de su bolso y comenzó la sección de masajes. Puso en su celular una música suave y fue detallista en su tarea moviendo sus manos en cada parte del cuerpo inmóvil de Alfred. Finalmente se sentó en una silla y comenzó a leer como todos los días el cuento preferido de Mary : El pícaro Ángel Azul.

El cuerpo de Alfred no tuvo reacción alguna pero el cuento leído adormilo a Angélica Harrison. Y soño como siempre con su pequeña. Pero esta vez, vió a Alfred con ella. Y su esposo la miraba y murmuraba : 'Perdóname Angélica".

El sueño fue tan vivido que despertó con el sonido del despertador del celular y miró con rapidez los aparatos que rodeaban a su esposo. Todo estaba igual aunque ella juraría haber escuchado su voz pidiéndole perdón.

Se levantó de la silla y salió de la habitación. Ya llegaba la enfermera de la mañana. La saludó y se marchó a su departamento. Compró un café con medialunas y después de comer se acostó marcando otra vez la hora para levantarse y seguir la rutina del hospital.

Esa rutina siguió igual hasta que al final de la semana le llamaron de la Compañía de Fertilidad asistida. Informaron a Angélica que había sido seleccionada y ese mismo día , después de comprobar su cronómetro fisico de fertilidad, le hicieron el procedimiento de fertilización . Por iniciar la tarea le pagaron cinco mil dólares. Le dieron una serie de recomendaciones y Angélica pudo por fin , llevar dinero al hospital y menguar así un poco de la deuda que tenía.

En su interior estaba prácticamente segura que ese era el fin del camino , no pensaba poder embarazarse. Para esperar a Mary había hecho demasiados intentos con Alfred y cuando quería tirar la toalla resultó embarazada.

No comía bien, no sentía ningún interés por tener un hijo y menos aún criar un niño. Todo lo contrario a el embarazo de Mary. Esto solo era pérdida de dinero para la rica pareja y unos pesos que mal no le venían a la doctora Angélica.

Terminado el procedimiento a pesar de recomendarle que descanse en su casa, Angélica fue a trabajar como todos los días al hospital y como todas las noches a cuidar a su enfermo.

Solo que el destino, quizá ayudado por unas alas azules, le daría una sorpresa.