Un Amor Que Duele

Cada vez que el señor de la casa salía por asuntos de trabajo yo tenía sexo con la señora Amalia creí estar enamorado pero ni si era sexo con ella aprendí muchas formas era tan placentero me sentía el más poderoso de los hombres en cuanto a mis padre ellos no sabía de la relación que tenía con la señora, cada momento con ella me hacía sentir muy bien ella me daba la impresión de estar siempre triste incluso podía ver qué ella se sentía abandonada pero no era así eso era solo una máscara ella en el fondo era mala y manipuladora, fría, despiadada y eso lo supe un verano era la primera vez que veía a las señoritas de la casa Gema y Perla, cuando vi a Gema por primera vez tuve un sentimiento extraño, ella era como un sueño sus cabellos rubios, sus ojos azules como el cielo y esa hermosa sonrisa ella parecía un ángel, su mirada era tierna y en sus ojos se podía ver qué era una chica soñadora, ella era de mi misma edad su hermanita Perlita apenas tenía como diez años ella era una niña muy traviesa, alegré y soñadora durante varios días me hice amigo de ellas en cuanto a la señora Amelia no había tenido encuentros con ellas y la verdad estaba dispuesto a terminar con eso ya que me había enamorado de Gema y ella me corresponde lo pude comprobar aquella vez que estaba en el jardín los dos hablamos de cosas sin sentido, después hubo un silencio nuestras miradas se cruzaron, yo la tomé de su mano pude ver qué ella se sonrojó, cuando la toque miles de cosquillas sentí en el estómago, sentí como si entre nosotros hubiera chispas, después yo me acerque más a ella la mire fijamente y ella hizo lo mismo se acercó a mí y me dio un tímido beso me sentí como si estuviera en el cielo cuando escuchamos que alguien venía nos apartamos

--- ¿Que están haciendo aquí?--- dijo Perlita.

--- Nada enana, estamos cortando flores para adornar la mesa--- contesto Gema, los dos nos miramos con complicidad, llevamos las flores ese fue un beso con sentimientos de por medio fue muy diferente a los que había tenido con la señora Amalia, esto era más puro e inocente, una vez cuando nadie se encontraba en casa ella me llevo hasta su habitación me comenzó a besar y yo correspondía a todos sus besos era una clara invitación que no pensaba desaprovechar pues mis ganas de sentir su cuerpo eran bastantes las sensaciones que sentí con Gema eran muy diferentes esto era tierno, suave, sin aquel arrebato de pasión se podía decir que era amor, esa día la hice mía se que fui el primer hombre en su vida, sin embargo lo que mal comienza mal termina, la señora Amalia seguía insistiendo yo me negué a continuar con esa relación se que ella buscaría la forma de que eso no se quedará así. No se cómo se enteró que entre Gema y yo existía una relación una de las noche que imaginamos que la casa estaba sola fui hasta la habitación de Gema hicimos el amor como otras tantas veces se que sería nuestra despedida pues ella se iría a seguir estudiando ella me hizo la promesa de que me esperaría que nunca tendría otro hombre que lucharía con todas sus fuerzas por nuestro amor pues el estaba lleno de obstáculos, el sueño nos venció y quizá ese fue nuestro gran error cuando desperté el señor Ibarra me levanto con tirando de mi muy fuerte podría decir que casi me estrangula después entro la señora Amalia con una gran sonrisa al parecer esa era su venganza y tenía en su cara el rostro de la victoria, todavía conservo muy bien grabada su expresión la cual marco nuestro destino.