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La Luz Rojo Carmesí Del Final

La Luz Rojo Carmesí Del Final

Status: En proceso
Genre:Acción / Escena del crimen / Terror
Popularitas:6.2k
Nilai: 5
nombre de autor: XintaRo

Pesadillas terribles torturan la conciencia y cordura de un Hombre. Su deseó de proteger a los suyos y recuperar a la mujer que ama, se ven destruidos por una gran telaraña de corrupción, traición, homicidios y lo perturbador de lo desconocido y lo que no es humano. La oscuridad consumirá su cordura o soportará la locura enfermiza que proyecta la luz rojo carmesí que late al fondo del corredor como un corazón enfermo.

NovelToon tiene autorización de XintaRo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Hombre Sin Ojos. Pt19.

La comisaría del Distrito Sur aparece a los pocos minutos. Pero algo no está bien. Decenas de reporteros rodean la entrada, cámaras, micrófonos, luces que parpadean como si el infierno tuviera su propio show matinal. Un grupo de oficiales intenta contenerlos sin mucho éxito.

En el pórtico, el teniente levanta las manos, intentando calmar a la multitud.

—¿Qué carajos pasa aquí? —murmura Héctor, asomándose por la ventana.

—Ni idea —respondo—, pero será mejor pasar desapercibidos.

Me detengo detrás de todos. Apago el motor.

Apenas bajamos, una ola de periodistas nos rodea. Micrófonos frente al rostro, cámaras en los ojos, flashes. Todos gritando el mismo nombre: Mat Slim. El aire se vuelve sofocante. Mi paciencia se quiebra. Odio a estos buitres…

Los miro uno por uno, directo a los ojos. Siento la tensión en mi rostro, sin duda es mi espantosa sonrisa. La que me ha hecho ganar tantos silencios incomodos. Y, como un efecto dominó, el bullicio se apaga. Los micrófonos bajan. El murmullo muere.

—Apártense de mi camino —digo despacio, apretando los dientes.

Y se apartan. Como si el simple sonido de mi voz pesara demasiado.

Camino entre ellos. Las suelas de mis gastados zapatos resuenan sobre el suelo mojado, la lluvia fría me choca la sonrisa tensa en el rostro. A mi lado, Héctor aprovecha para saludar con una sonrisa descarada a las reporteras. Les guiña un ojo. Yo resoplo. Este estúpido nunca cambia.

Subimos las escaleras hasta el pórtico donde está el teniente.

—¿Qué demonios pasa, jefe? —pregunto—. ¿Por qué tanto circo?

El teniente suspira. Se nota que está molesto.

—Te dije que esto iba a ser grande. Ahora es peor. Recuerda que Mat Slim era el Sub-Director de Inversiones Liv.

Me giro hacia los periodistas. Sin apagar mi sonrisa.

—Escúchenme todos —gruño—. Voy a responder una pregunta por persona. Una sola. Y cuando termine, si alguno sigue aquí, lo arresto por obstrucción durante 24 Horas. ¿Entendido?

El silencio dura un segundo, luego una reportera morena, delgada, da un paso al frente, alzando su micrófono. Su valentía destaca entre tanto buitre.

—¿Cómo encontraron al Sub.Director de Inversiones Liv, Mat Slim y, cómo murió? —pregunta.

—Una pregunta —le recuerdo con una sonrisa tensa.

—Entonces… ¿quién lo mató? —reformula, segura.

—Eso aún no lo sé —respondo—. El siguiente.

Un hombre canoso se adelanta. Lo reconozco al instante: William Waller, el peor de todos. Le gusta intentar humillar a los policías, es una marioneta de los corruptos.

—Ya que tengo una pregunta detective —dice con voz engreída—, quiero saber cómo lo encontraron.

—Cinco adolescentes lo hallaron en un edificio abandonado —respondo sin rodeos—. Un guardia de una fábrica cercana llamó a la policía, solo vio a los niños correr y gritar durante veinte minutos llenos de pánico.

—¿Y…?

—Y nada —lo interrumpo—. Ya gastó su turno. Siguiente.

Un muchacho joven, de unos 18 años, con una libreta sin logos, se abre paso. Tiene esa mirada limpia que solo tienen los periodistas que todavía creen que las verdades sirven para algo.

—Escuché que Slim murió de una forma terrible —dice—, pero quiero que usted me diga cómo murió realmente.

Sus ojos no tiemblan. Sus manos, sí.

Respiro hondo. No puedo decirle la verdad, no frente a cámaras, sin duda su familia verá esto.

—Solo puedo decirte que fue herido gravemente y eso causó su deceso —respondo—. No entraré en detalles. —tenso el cuerpo y la voz, mirando fijamente a las cámaras—. Y juro, aquí frente a todos, que encontraré a los responsables. Y los pondré tras las rejas.

El chico asiente y baja la mirada anotando todo. Nadie más se atreve a hablar. Hasta que Héctor se adelanta, colocándose entre ellos y yo.

—La rueda de prensa terminó —anuncia con voz firme—. Lárguense del frente de la comisaría. Este lugar no es para buitres… ni siquiera para las hermosas damas presentes —añade, con su sonrisa de siempre y un guiño a las reporteras.

Yo lo miro con una mezcla de rabia y resignación. Él sonríe. Los reporteros retroceden, algunos confusos, otros simplemente asustados por mi expresión.

Y así, entre la lluvia que cae y el murmullo apagado de las cámaras, dejamos atrás el enjambre de buitres que aún intentan sacar algo de carne de un cadáver ya frío.

Entramos a la comisaría junto con el teniente. El ruido de la mañana se siente denso; teléfonos, pasos, órdenes cruzadas, olor a café viejo y a papel húmedo.

El teniente se gira y nos mira a los ojos.

—Hablemos en mi oficina, —dice, molesto— Hay demasiada gente, demasiadas orejas queriendo escuchar lo que no deben.

Aceptamos, sabiendo lo que viene. Nos gritará, como siempre.

Y lo soportaremos, como siempre. Al final del día, confiamos en él más que en nadie. Es parte del Círculo, ese pequeño grupo de locos que todavía cree en la verdad, aunque duela. Lo vemos como a un padre furioso que te regaña mientras te cose las heridas con las manos manchadas de sangre y orgullo.

Caminamos los tres por el corredor. Las paredes están llenas de retratos antiguos, y el eco de nuestros pasos parece acompañar la rutina de cada alma perdida ahí dentro.

Al entrar a su oficina, el olor a puros baratos y heroísmo me golpea la nariz. El teniente deja caer su cuerpo pesado sobre su asiento, ese viejo trono que parece sostenerlo más por costumbre que por fuerza. Héctor y yo nos sentamos frente a él. El viejo suelta un suspiro profundo, cansado, de esos que arrastran más historia que aire.

—¿A dónde fueron anoche, a mitad de la madrugada, saliendo a toda prisa a las tres y media? —pregunta con la voz ronca.

Le cuento la verdad. Que tuve uno de mis sueños. Que me dijeron dónde ir… El teniente se pasa una mano por la cara y suspira.

—Otra vez tus malditos sueños metiéndose en los casos… —murmura.

No me defiendo. No hace falta. Le cuento lo que encontramos: el cuarto secreto en la Casa 47, los informes, las pruebas… todo lo que puede poner una soga en el cuello de los Linova. Los tipos que llegaron a quemar el lugar. Le explico que guardamos todo en mi departamento, que ahí está seguro.

1
favita
me encanta la historia muy genial el detective
melani99
🥰
sofialopez2010
favuloso
jomijomi2012
Muy buena, que siga
jomijomi2012
Que increíble el relato, hasta me dio penita la polilla de papel😔
manueles
Me encanta, que siga contando la historia 😻😻😻
manueles
Que hermoso, parese un poema😻
jotape
Donde habrán quedado mis alas de papel 😔
entomomoyan
Yo nací sin mis alas de papel, al igual que el detective 😔
latifa
yo igual ya no tengo mis alas de papel 😭
XintaRo
👍
latifa
ingreible quiero leer mas
jotape
😻
Anon
Esta muy buena la historia
Anon
Nadie pisa el sur sin consecuencias 😎
Anon
El héroe oscuro del distrito sur 😻😼
Anon
/Casual//Determined/
Anon
😻😎😼
Anon
👏/Good/
Anon
Esto esta muy bueno 🙀 esta muy buena la historia
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