Una vez existió un pasado donde, de alguna manera, ella fue la villana de todo el imperio. Merecía morir en aquella guillotina. Sin embargo, ¿por qué recordaba ahora su vida pasada? Lo que era peor, había regresado en el tiempo, antes de que Kristina Laurent cavara su propia tumba.
Si de verdad había regresado, lo juraba. Juraba que, en esta vida, no volvería a ser la villana.
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Capítulo 20: Más Allá del Maná
Rhys y Llyr se miraron fijamente, para luego dirigir sus ojos a los míos.
Los tres nos quedamos en silencio, además de quietos.
—No creo que sea buena idea que Rhys y Llyr la muerdan —comentó Vicent— después de todo, mi hermana a penas se está recuperando de su enfermedad.
—¡Ja! —Natalia se burló— esa niña está cómo está porque no realizó el contrato de subordinación cuando pudo... Además de otros factores no importantes.
Mientras decía eso, fijó su vista en la mía, pese a que a Vicent no le daba buena cara, a mí me dirigía una peor. Era una especie de rencor del cual yo no era consciente.
—¿Qué quieres decir? —cuestioné dudosa.
Natalia, quien no tenía buena cara desde el principio, puso una peor.
—Hace años, niña, existió una raza capaz de domar lo indomable —comentó con un tono orgulloso y misterioso— pero no lo hacían para enaltecerse, sino por necesidad. Si ellos no realizaban el contrato de subordinación con estos animales, no podían controlar el maná, qué fluía por su cuerpo por sí solos, causando ataques de maná e incluso su propia muerte.
Guardé silencio, pensando en las palabras de Natalia, intentando adivinar a esos dichosos seres.
Repentinamente, me vino una especie, cuya extinción ocurrió junto con la separación del continente.
—¿Los dragones?
Ante mis palabras, Natalia frunció el ceño, un tanto fastidiada.
—No todo gira en torno a esos seres egoístas —dijo con un toque de ira para luego continuar con un deje de nostalgia— eran los elfos oscuros.
—Ellos fueron repudiables —Vicent intervino un tanto asqueado— no solo lastimaron a los humanos, sino que utilizaron a esos pobres animales.
Natalia le dirigió una mirada cargada de veneno.
—Mocoso, la mayoría de ellos no decidieron ser lo que eran. Y tampoco quisieron su extinción, ellos formaron parte de una historia mal contada —culminó con arrogancia.
—Lo que sea —Vicent dijo con irritabilidad.
Debido al ambiente tenso, Vicent se marchó, dejándome a solas con Natalia.
—Continuemos con lo nuestro.
Asentí un poco insegura. Analizando qué mano sacrificar.
Al parecer, Natalia se percató de mi inseguridad, ya que se acercó con un paso firme y una mirada segura.
Sin previo aviso, sujeto mi mano derecha y la acercó a Llyr.
—Muérdela —le ordenó.
Sin embargo, Llyr evitó mi mano, moviendo su cabeza hacia la derecha.
Ladrido. Ladrido. (Mujer, es imposible que yo haga algo así).
—En esta vida no existe nada imposible —dijo tomando una navaja de su cintura.
Antes de que me diera cuenta, ella pinchó mi dedo índice, logrando que fluyeran gotas de sangre.
Quedé perpleja ante lo que sucedió después, mi sangre fluía junto con una extraña energía dorada.
Como si Rhys estuviese hipnotizado, lamió mi herida y junto con ello, ambos brillamos.
—Porque fallamos al árbol de la vida, te ata a ti, un ser de la naturaleza, con raíces de luna, y hojas de brisa, en un hechizo de eterna magia —Natalia recitó.
Aquel brillo, que al principio era leve, se intensificó.
Poco a poco, ese brillo desapareció, no obstante, podía sentir que Rhys y yo ahora compartíamos un fuerte vínculo, ya que mi maná instintivamente lo rodeaba y acariciaba.
Rhys, por su parte, absorbía el maná, y a medida en que lo hacía, su tamaño aumentaba.
Llyr me miró con pérdida, en cambio, cuando su vista se dirigió a Rhys, sus ojos contenían una pizca de odio.
Ladrido. Ladrido. (Llyr, yo quise evitarlo, pero no pude).
Ladrido. (Ambos sabemos que no es así).
Ambos se pararon frente a frente, provocando una vista divertida.
Aquel lobezno, que antes no eran más grande que un cachorro de 2 meses, ahora parecía un perro de raza mediana intimidando a un cachorro.
—Por favor, no peleen —dije, conteniendo la risa.
Natalia miraba lo que hacíamos con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido.
—Sigamos —indicó con impaciencia.
Asentí. Esta vez no fue necesario que Natalia cortara mi dedo, ya que Llyr corrió hacia él, mostrando sus dientes.
Inconscientemente, al ver sus dientes cerca de mi dedo, cerré los ojos; esperando que el dolor me azotara.
No obstante, sentí un leve pinchazo y con ello la sangre y el maná fluyó hacia Llyr.
—Porque fallamos al árbol de la vida, te ata a ti, un ser de la naturaleza, con raíces de luna, y hojas de brisa, en un hechizo de eterna magia —Natalia volvió a recitar lo mismo.
Aquel hechizo resonaba en mis oídos como una canción de cuna, y a su vez, como algo maligno.
Llyr repitió el mismo proceso que Rhys.
—Eso es todo. No era tan difícil.
Ladrido. Ladrido. (¿Por qué si este contrato es tan bueno, nadie dice nada de él?).
Le preguntó Rhys a Llyr. Sin embargo, antes de que él respondiera, Natalia interrumpió.
—Porque está prohibido —dijo con indiferencia.
Los tres nos paralizamos.
—¿Cómo que está prohibido? —inquirí, soportando la extraña sensación que se apoderaba de mí.
—Sí. Un contrato mal realizado, causa la muerte de una de las partes involucradas o de ambos directamente.
Su indiferencia me enfureció. ¿Cómo podía hablar sobre la muerte de ese modo?
—¿Y aun así lo hiciste?
Su ceño se frunció al oírme.
—Si no lo hacía morirías. Mocosa, deberías agradecerme rápidamente.
—¿Por poner en riesgo a todos? —cuestioné— lo lamento, pero no estoy loca.
El maná escapó de su cuerpo, esparciéndose por todo el dormitorio, anunciando su furia.
—De verdad creí que porque recordabas tu primera vida como Kristina Laurent, serías una persona mucho más inteligente. Me equivoqué —terminó con un tono de fingida decepción.
Sin embargo, aquello me heló.
—¿Y tú como lo sabes? —inquirí nerviosa.
—Porque no volviste solo tú, lo hizo toda esta realidad a causa de una maldición —comentó— no obstante, somos pocas personas las que recuerdan aquella primera vida.
Mi expresión estoy segura de que mostraba una sorpresa tan genuina que era estúpida.
Natalia, finalmente, mostró una sonrisa ladina.
—Yo no soy solamente tu médico personal como todo el mundo cree —anunció con arrogancia— yo soy la persona que le prometió a alguien ayudarte a evitar el final de este mundo.
La novela surgió un día mientras leía una historia en NovelToon, plagada de errores ortográficos y gramaticales. Pensé: "¿Por qué no escribo una yo, que tenga menos errores?". Lo hice sin mucha planificación, lo que provocó que la historia perdiera sentido, incluso para mí. Al releerla, me desanimaron las incoherencias, el mundo poco desarrollado y los personajes innecesarios que complicaron la trama hasta el punto de que ni siquiera yo recordaba quién era quién.