—Divorciémonos.
La voz de Alessio Albrecht cortó el silencio como un bisturí, precisa y sin emociones. Ni siquiera se dignó a mirar al hombre que había sido su esposo durante ocho largos años. Frente a él, Enzo Volkov entrecerró los ojos, cruzándose de brazos con frialdad.
—¿Quieres separarte mi ahora?
Ocho años atrás, Alessio, quien no era el verdadero villano. Solo era un hombre que despertó atrapado en el cuerpo del antagonista de una novela BL escrita por su compañera de oficina. En ese mundo ficticio, su personaje era cruel, obsesivo y dispuesto a cualquier cosa para separar al protagonista de su verdadero amor.
Se enamoró de Enzo Volkov y lo obligo a comprometerse y contraer matrimonio con él. Finalmente, después de 8 años, su amor no fue correspondido, Y así, un día, harto del eco de su propia culpa y su amor no fue correspondido, solicitó el divorcio.
Un día sucedió un accidente. Un segundo de descuido. Un camión. Y entonces, la segunda oportunidad.
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19
Alessio dejó a Artem en casa, asegurándose de que se acomodara y prometiéndole que no tardaría. Una vez lo vio entrar y cerrar la puerta, se dirigió directamente al departamento de su hermano.
Mientras caminaba por la acera frente al edificio, sus ojos se movían de un lado a otro, atentos a cada sombra, cada figura que pasaba cerca. Observó los alrededores con cautela, intentando detectar algún movimiento sospechoso, algún rostro que se repitiera o lo mirara por demasiado tiempo. Nada. Al parecer, hoy el acosador no había seguido a Artem. Eso solo le inquietó más.
¿Por qué no pensé en esto antes? Se recriminó en silencio. ¿Y si es alguien cercano, alguien que forma parte de su rutina o entorno? Chasqueó la lengua, molestó consigo mismo.
Era posible. El departamento de Artem estaba cerca de su empresa, un lugar transitado por compañeros, conocidos, vecinos. En cambio, su propia casa quedaba en la dirección contraria, lejos de esa área. El acosador tenía más oportunidades de seguirlo sin levantar sospechas.
Alessio caminó hasta la entrada del edificio, entornando los ojos. El lugar se veía tranquilo. Pocas personas pasaban por ahí. Algunas salían apuradas, otras entraban charlando entre sí. Todo parecía en calma. Al llegar a la puerta, se detuvo un momento.
Si no mal recuerdo… Artem vive en el segundo piso. Cinco departamentos por piso. Dos a cada lado y uno al fondo… El de Artem estaba al final del pasillo. Un poco más amplio que los demás. Privado, apartado.
Alzó la vista. ¿Las luces están encendidas…? Frunció el ceño. Tal vez Artem olvidó apagarlas… O tal vez alguien había entrado. El pensamiento lo impulsó a moverse con rapidez, pero antes de subir, algo vino a su mente. El correo. Recordó las palabras de Artem sobre los sobres y cartas extrañas.
Se desvió hacia los buzones alineados junto a la entrada. La luz del recibidor era tenue, pero suficiente para leer los nombres grabados con etiquetas de papel. Localizó el buzón de Artem. Estaba cerrado, pero no con llave, solo con el seguro básico. Lo abrió con cuidado.
En su interior había varios sobres y papeles doblados. Entre los sobres arrugados y papeles sin importancia, algo destacó de inmediato. Una pequeña caja marrón, sin remitente, cuidadosamente encajada al fondo del buzón. Alessio la tomó con recelo. Era liviana, pero algo en ella le puso la piel de gallina. Abrió la tapa lentamente, y su estómago se revolvió al instante.
Dentro, sobre una cama de algodón sucio, yacía un muñeco de trapo. Lo inquietante no era solo su forma rudimentaria, sino lo evidente que resultaba su parecido con Artem. Cabello negro azabache cosido con hilos gruesos y suaves que caen en mechones lisos. Sus ojos, grandes y expresivos, están bordados con hilo azul intenso que refleja un brillo casi vívido. La piel de tela es de un tono marfil, con mejillas ligeramente sonrojadas, y en sus labios cosidos se dibuja una pequeña sonrisa tímida. Y la misma ropa que había usado recientemente. Encima del muñeco había una sustancia viscosa, oscura y pegajosa.
Una mueca involuntaria torció el rostro de Alessio. A un costado del muñeco, casi oculto, había una tarjeta. La tomó con dos dedos, cuidando de no rozar la sustancia. La tarjeta era sencilla, de cartón negro mate con letras doradas. Un diseño minimalista, pero elegante, con una caligrafía limpia y deliberada. Demasiado prolijo para no causar inquietud.
Sin abrirla aún, la guardó con cuidado en el bolsillo interno de su chaqueta. Cerró la caja con un gesto rápido y volvió a meterla en el buzón. No era prudente cargar con ella en ese momento, pero sí la usaría como evidencia. Tal vez con esa tarjeta bastaría para empezar una investigación policial.
¿Y si el acosador estaba en el departamento ahora mismo? Pensó de golpe.
Camino hacia el ascensor, sus pasos firmes y silenciosos. Mientras esperaba, con la vista fija en los números que marcaban la bajada, sus pensamientos se dividían entre dos opciones. ¿Llamó a la policía? ¿O me adelanto y lo enfrento yo mismo?
No quería actuar sin estar seguro. Si llamaba a las autoridades y no había nadie, Artem quedaría más vulnerable aún, y el acosador sabría que estaban atentos.
Primero confirmo. Después, actúo.
Asintió levemente, tomando la decisión justo cuando el ascensor emitió un sonido sordo y las puertas se abrieron lentamente con un suave “ding”.
Iba a dar un paso dentro cuando una mano firme lo sujetó del hombro. Su cuerpo se tensó de inmediato, como un resorte listo para atacar. Giró la cabeza con lentitud, su mirada preparada para cualquier cosa. Quedó sorprendido al ver quién estaba detrás de él.
—¿Enzo? —murmuró, sorprendido.
Allí estaba, Enzo Volkov, mirándolo con sus ojos fijos en los suyos.
—¿Qué estás haciendo aquí, Alessio? —preguntó, sin rodeos.
Alessio salió de su estado de alerta en cuanto reconoció el rostro frente a él. Relajó los hombros, pero no pudo evitar que una nueva pregunta surgiera en su mente. ¿Qué hace él aquí?
—Bueno… vine a visitar a mi hermano. —dijo Alessio con aparente naturalidad, aunque sabía que aquella no era la verdadera razón de su presencia. Fingir era más sencillo que dar explicaciones que no podía revelar. —¿Y tú?
Enzo no respondió enseguida. Su silencio fue breve, pero cargado de algo que Alessio no supo identificar del todo, mantuvo la mirada, recordándose que uno de los dos tenía que encargarse de esto, y si Enzo no lo hacía… entonces él debía hacerlo. Aunque, al verlo tan cerca, su mente, traicionera, evocó el recuerdo del incidente del beso. Fue breve, pero lo suficiente para grabarse en su memoria con una claridad irritante. Se esforzó por no mirar los labios de Enzo, apretando suavemente la mandíbula y soltando un suspiro como para disipar el recuerdo.
Lanzó una mirada rápida hacia el buzón, tratando de concentrarse. Tenía una misión. Atrapar al acosador. No había espacio para distracciones.
—Viniste a ver a Artem… pero no respondiste mis llamadas —soltó Enzo, con un tono que no dejaba claro si era reproche o preocupación.
Alessio lo miró, desconcertado. Frunció el entrecejo y sacó el celular del bolsillo de su pantalón.
—¿Tus llamadas? No me has llamado…
Al encender la pantalla, vio en la lista de notificaciones varias llamadas perdidas y una serie de mensajes de Enzo. Todas recientes, justo desde que se había dirigido al departamento. Se quedó unos segundos observando la pantalla, notando que había estado tan concentrado que ni siquiera había sentido el teléfono vibrar. Levantó la vista, encontrándose con la mirada penetrante de Enzo.
—¿Por qué me estabas llamando? —preguntó, no con sospecha, sino con una mezcla de curiosidad y cautela.
Enzo sostuvo la mirada de Alessio por un instante, hasta que finalmente abrió los labios.
—Necesitamos hablar —dijo con un tono que no dejaba espacio para evasivas.
Alessio sintió un peso caerle encima. Lo que había intentado evitar, ahora venía directo hacia él. Se mordió el labio inferior con una mezcla de frustración y resignación, y dejó escapar en voz baja.
—¿No habías venido a ver a Artem? —preguntó, disimulando el nerviosismo tras una falsa calma.
Enzo negó de inmediato.
—No. Fui a buscarte a tu casa, pero quien salió a recibirme fue Artem. Me dijo que estabas aquí, así que vine.
Alessio guardó silencio unos segundos. No podía creer que esa escena hubiese ocurrido sin que él estuviera presente. Respiró hondo, soltando un suspiro suave antes de formular la siguiente pregunta:
—¿Con qué frecuencia estás en contacto con Artem? —dijo con un tono como si no quisiera dar demasiada importancia a la pregunta.
—Hablamos casi todos los días —respondió Enzo, sin vacilar.
Aquello encendió una chispa de sospecha en la mente de Alessio. Si tienen comunicación tan frecuente… ¿Es posible que él también haya notado algo extraño?
Alessio lo miró fijamente, su mirada clavada en la de Enzo como si buscara leerle los pensamientos.
—¿Entonces estás al tanto? —preguntó con voz baja, cuidando cada palabra.
Enzo frunció el ceño, confundido por la insinuación.
—¿Al tanto de qué, exactamente?
Sus ojos se movieron instintivamente por el vestíbulo, y pronto se posaron sobre la fila de buzones. Fue como si algo se encendiera en su mente. Sin decir nada más, avanzó directamente hacia el buzón de Artem.
—Espera —alcanzó a decir Alessio, siguiéndolo con pasos rápidos, pero ya era tarde.
Enzo abrió el buzón y extrajo la caja. Al ver el muñeco, su expresión se endureció, mostrando un claro gesto de repulsión. Lo miró solo un par de segundos antes de volver a colocarlo dentro del buzón.
Alessio, que ya se encontraba a su lado, murmuró entre dientes.
—Intenté evitar que lo vieras…
Enzo cerró con fuerza la puerta metálica del buzón y se giró hacia él con el ceño fruncido.
—¿Viniste aquí solo? —preguntó con incredulidad.
Alessio se encogió de hombros, desviando la mirada.
—No pude evitarlo…
Luego, como si algo lo empujara a recuperar el hilo, volvió a mirarlo directamente y preguntó.
—¿Notaste que las luces del departamento de Artem están encendidas?
Enzo asintió, comenzando a entender a dónde quería llegar.
—Entonces probablemente… alguien esté dentro del departamento en este momento —dijo Alessio, su voz firme y clara, como una advertencia que ya no podía ignorarse.
Enzo abrió los ojos con sorpresa y su voz se alzó sin querer.
—¿¡Qué!?
Cuando Enzo alzó la voz, Alessio reaccionó de inmediato, levantando su dedo índice y colocándolo frente a los labios del contrario en un gesto firme, indicándole que guardara silencio.
—Shhh… —susurró.
Algunas personas que salían del edificio giraron la cabeza hacia ellos, curiosas por la breve tensión en el aire, pero pronto los ignoraron y siguieron su camino. En cuestión de segundos, el vestíbulo quedó vacío, dejando a los dos hombres frente a frente, rodeados por el eco distante de la calle.
Enzo fue el primero en romper el silencio, esta vez con un tono bajo, casi en un susurro.
—Entonces… ¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó con cautela.
Alessio retiró su mano y respondió con calma.
—Primero necesito comprobar si realmente hay alguien en el departamento.
Enzo alzó una ceja, cruzándose de brazos.
—¿Y cómo planeas hacer eso sin alertar a nadie?
Alessio metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una pequeña llave plateada. La sostuvo entre los dedos, mostrándosela a Enzo.
—Tengo una copia de la llave. Abriré la puerta y revisaré por mí mismo.
Enzo lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Eso podría ser peligroso.
—Lo sé —admitió Alessio, asintiendo. —Pero no puedo llamar a la policía sin pruebas claras. Si resulta ser una falsa alarma, podrían dejar de tomar en serio la situación. Por eso… debo ir.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pesado y denso. Enzo bajó un poco la mirada, como si midiera los riesgos, y luego volvió a levantarla con decisión.
—En ese caso… seré yo quien entre a comprobarlo.
Alessio reaccionó de inmediato, negando con firmeza.
—No. Lo haré yo. Se trata de algo que involucra directamente a mi hermano.
Pero Enzo no retrocedió ni un paso.
—Y yo no voy a dejar que entres solo. Espera aquí.
Alessio apretó los labios y lo miró con seriedad.
—¿Y por qué tendría que obedecerte? Voy a ir.
Enzo desvió la mirada con frustración, mordiéndose el labio inferior. Alessio notó entonces las ojeras marcadas bajo sus ojos, signos del cansancio que cargaba. Por un momento dudó… ¿Y si iba él solo? Pero algo en su interior se lo impidió. No podía permitir que Enzo enfrentara algo peligroso por su cuenta.
—Entonces vayamos juntos —propuso Enzo, rompiendo el silencio.
Alessio negó lentamente con la cabeza.
—No es necesario que te arriesgues. No tienes por qué hacerlo.
Por un segundo, consideró cederle el asunto, dejar que Enzo se encargara… pero lo descartó enseguida. No podía pasarle a otro una situación tan peligrosa, y menos aún a alguien que no tenía por qué cargar con ella.
—Entonces vayamos los dos —cedió Enzo al fin.
Pero Alessio negó con la cabeza, aunque su tono se suavizó apenas.
—No tienes por qué involucrarte. Esto no es tu responsabilidad.
Pensó en dejarle la situación, al fin y al cabo, Enzo se encargó de esta en el original. Pero descartó esa idea de inmediato. No podía simplemente delegar algo así… no si había riesgo de que alguien resultara herido.
Fue entonces cuando sintió la presión firme de la mano de Enzo cerrándose alrededor de su muñeca. Alessio soltó un suspiro resignado.
—Está bien —cedió finalmente Alessio, frunciendo el ceño—. Pero entraré primero yo.
Enzo asintió con cierta reticencia. Se notaba que no le agradaba la idea, pero no presentó objeciones.
Juntos caminaron hacia el ascensor. El trayecto fue silencioso, solo el zumbido del aparato acompañaba su respiración contenida. Al llegar al segundo piso, las puertas se abrieron con un leve pitido. Ambos salieron, caminando juntos por el pasillo alfombrado. La luz tenue del techo proyectaba sombras largas, y cada paso resonaba con un eco leve, hasta llegar al fondo, donde se encontraba el departamento de Artem.
la pregunta es el es el de la novela cundo hizo que se separen o era el hermano original el que hizo que se separen ?