Entre Sombras Y Traiciones.

Valeria Ferrara, con su cabello recogido en una coleta trenzada, vestida completamente de negro y con su rostro cubierto por un casco y un pasamontañas que solo dejaba ver sus ojos, se movía con la agilidad de una pantera. Sabía que algo no estaba bien, pero no tenía tiempo para dudar. Los disparos y explosiones en el exterior eran solo el preludio de lo que estaba por venir.

 “¡Prepárense! Esto es una trampa”. Gritó Valeria al darse cuenta de que eso era.

Antes de que sus compañeros pudieran responder, la puerta del almacén se abrió de golpe y un grupo de agentes de la OMSG irrumpió en el lugar. Valeria reaccionó al instante, desenfundando sus armas y disparando con precisión letal. Cada bala encontraba su objetivo, pero los agentes seguían llegando, como una marea imparable.

"Aquí, General Adams Walker, ¡Equipo Charlie, avancen! ¡No dejen que escape!”

Valeria se movía con una gracia mortal, esquivando balas y devolviendo fuego con una precisión que solo años de entrenamiento podían otorgar. Sus movimientos eran fluidos, casi coreográficos, mientras cambiaba de posición constantemente para evitar ser rodeada.

“¡Cúbranse y mantengan las posiciones!”, volvió a ordenar Valeria; el lugar olía a pólvora y había mucho ruido.

Sus compañeros de la Falange Oscura intentaron seguir sus órdenes, pero fueron rápidamente superados por la cantidad de agentes. Valeria vio cómo caían uno a uno, abatidos por una ráfaga de disparos. La rabia y la desesperación se mezclaron en su interior, pero no podía permitirse el lujo de perder el control.

"Habla el general de división Shen Liu !Rodeen el perímetro! ¡No dejen que salga!”, seguían ordenando ellos.

Valeria lanzó una granada de humo, creando una cortina que le permitió moverse sin ser vista. Aprovechó la confusión para acercarse a uno de los agentes y desarmarlo con un movimiento rápido. Utilizó su propia arma contra él antes de seguir avanzando.

“¡Cuidado con el humo! ¡No la pierdan de vista!”, dijo el coronel Elliott McGarrett.

La lucha se intensificaba. Valeria utilizaba todo a su disposición: cuchillos, armas de fuego, incluso sus propias manos. Cada movimiento era calculado, cada golpe preciso; la ayuda, la oscuridad del lugar, parecía una sombra siniestra matando a todos a su paso. Pero los agentes eran demasiados, y poco a poco, la ventaja numérica comenzaba a hacer mella.

"Aquí, Teniente General Harry Carson. ¡Equipo Alfa, refuercen la entrada! ¡No podemos dejar que escape! Repito que no salga”.

Valeria sabía que estaba sola. Los elementos que había traído consigo habían sido eliminados y los otros la habían dejado sola a propósito. Ana estaba entre ellos; la desgraciada que siempre la envidió y que fue enviada con ella se rio, dio una orden y la dejaron sola.

 Estaba rodeada, pero no derrotada. Con una última explosión de energía, se lanzó hacia un grupo de agentes, desarmándolos y utilizando sus conocimientos de anatomía para matarlos: golpes certeros a la garganta, patadas a la ingle, sus uñas en los ojos; ella estaba en modo supervivencia.

"Habla el general Adams Walker: ¡Ríndete, Leyenda! No tienes escapatoria".

Valeria, con la respiración agitada y el sudor corriendo por su frente, miró a su alrededor. Sabía que sus posibilidades de escapar eran mínimas, pero no se rendiría sin luchar. Con una última mirada desafiante, se preparó para el enfrentamiento final; la hora de la verdad había llegado: iba a morir, pero luchando.

 Los agentes de la OMSG la seguían rodeando, pero ella no estaba dispuesta a rendirse.

De entre los agentes, el coronel Elliott McGarrett avanzó, decidido a enfrentarse a Valeria. Ambos se miraron fijamente, sabiendo que solo uno saldría victorioso. El hombre tenía un traje negro táctico y un casco; sus ojos también eran solo los que estaban a la vista.

"Ríndete, no tienes escapatoria, ya déjate de juegos, niña", habló de manera arrogante el hombre.

Sin decir una palabra, Valeria se lanzó hacia McGarrett con una velocidad sorprendente. Sus movimientos eran rápidos y precisos, utilizando sus habilidades de artes marciales para atacar. McGarrett, un experto en combate cuerpo a cuerpo, bloqueó sus golpes y contraatacó con fuerza. Medía un metro noventa y era realmente musculoso.

La pelea era intensa. Valeria utilizaba una combinación de técnicas de Muay Thai y Krav Maga, buscando cualquier apertura en la defensa de McGarrett. Él, por su parte, respondía con golpes contundentes, intentando derribarla. Ambos combatientes mostraban una destreza impresionante, cada uno utilizando sus habilidades al máximo.

“No me subestimes, agente de papel”, dijo de manera burlona.

Con un giro rápido, Valeria lanzó una patada alta de Muay Thai que McGarrett apenas logró esquivar. Aprovechando el momento, ella se acercó y lo golpeó en el estómago con el codo, una técnica clásica de Krav Maga, haciéndolo retroceder. McGarrett se recuperó rápidamente y lanzó un puñetazo que Valeria bloqueó con su antebrazo.

Coronel Elliott McGarrett: “Eres buena, pero no lo suficiente.”

La lucha continuaba, ambos intercambiando golpes y bloqueos en una danza mortal. Valeria utilizaba su agilidad para moverse rápidamente, mientras que McGarrett confiaba en su fuerza y resistencia. En un momento de descuido, McGarrett logró agarrar a Valeria y lanzarla contra una pared. Ella se levantó rápidamente, sin mostrar signos de rendirse.

“Ni creas que estoy acabada, agente de papel.”

Con una determinación feroz, Valeria se lanzó de nuevo al ataque. Utilizó una serie de movimientos rápidos y precisos, desarmando a McGarrett y dejándolo momentáneamente vulnerable. Todos solo veían sin meterse; conocían muy bien a ese arrogante como para no hacerlo. Aprovechando la oportunidad, lo golpeó con una patada giratoria de Muay Thai que lo derribó al suelo.

McGarrett se levantó y le hizo una llave que la inmovilizó de inmediato; no quería golpearla, pero tampoco dejaría que lo dejara en ridículo.

Los agentes de la OMSG se acercaron rápidamente, haciendo un círculo armado. Ella trató de quitarse al hombre de encima y sacar un explosivo para acabar con todo, pero en ese momento un disparo en el cuello de ella con un sedante eficaz la hizo marearse. El coronel la soltó y ella trató de huir; no veía a nadie, todo estaba borroso, se caía. El sedante era muy fuerte y, a pesar de eso, seguía despierta.

Un soldado trató de disparar de nuevo, pero el general Walker no lo dejó.