La Princesa Antiguo Desafía A Los Dioses

Los 5 hombres avanzaron a gran velocidad cada uno usando sus habilidades sobrenaturales.

Aying cruzó sus brazos, las 4 energías de poder que se acercaron fueron detenidas al instante.

—¡ugh!—gimió de dolor, Aying quien rodó al suelo como una pelota de futbol miró con incredulidad la figura hermosa de traje dorado.

El cabello negro se balanceó como una seda fina, cada rasgo recorrido en ese hermoso rostro es como la luna menguante blanca, tan pura como un río que que desciende de la cascada más extraordinaria, las pupilas oscuras como la noche estan llena de belleza.

—¡Atar a nuestros hermano te llevará a la muerte!—murmuró una voz ronca tan fria como el invierno.

Aying esquivó la mano delgada rodando más lejos, pero cuando logró llegar a la distancia fue detenida por un campo de fuerza, apretando los labios con fuerza se levantó, sus rodillas están cubiertas de sangre aunque no es visible por el vestido largo que cubre sus piernas.

Los 5 hombres avanzaron a gran velocidad con un movimiento rápido de sus mano crearon cadenas las cuales envolvieron el cuerpo de Aying.

—¡duele! “No, debo salir de aqui”—lo pensó mientras cerraba sus ojos.

Las cadenas en su cuerpo se apretaron con más fuerza esto hizo que Aying no pudiera evitar vomitar sangre, las cadenas que ataban al hombre en suelo se deshicieron.

El hombre de belleza elfica se levantó mirando con amargura a la niña que está sufriendo con un tono un poco débil habló—¡basta! Solo hay que dejarla ir.

Los 5 hombres ignoraron sus palabras solo se prepararon para usar su poderes nuevamente al mismo tiempo.

Los ojos de Aying que se mantuvieron cerrados se abrieron abruptamente revelando nuevamente las pupilas plateadas.

—¡Hoy pagarán el precio por lastimarme!—susurró, tocando su labio cubierto de sangre sonrió con encanto.

Bajando la mano Aying tocó las cadenas, una luz tenue brilló en las pupilas plateadas una explosión de energía se escuchó al instante.

Los hombres que estaban usando sus poderes fueron derribados al suelo por una fuerza abrumadora.

El hombre de belleza de luna vómito sangre con dificultad miró la figura que se acercaba paso a paso—¿qué no hiciste?—le preguntó con dificultad.

—¿cómo pueden hacerme esto? ¡Nisiquiera los conozco! ¿Porque deben lastimarme?—les murmuró, su mano suave sostuvo la barbilla del hombre de belleza de luna—“realmente eres hermoso, si esa diosa de la luna te viera te amaría”

Las palabras de Aying dejaron con incredulidad al hombre de belleza de luna no solo él si no los otra 5 restantes.

—¡Eres del reino divino!—preguntó con incredulidad el hombre astuto como un zorro.

—¡reino divino!—se burló Aying mientras pasaba su mano sobre su rostro con amargura, sus ojos plateados miraron al hombre—“El reino divino, los dioses son mis enemigos, no me detendré hasta matarlos” tu eres del reino divino verdad, ya que es así ¡vete a la muerte!—su voz están dominante como si estuviera sentenciado a los pecadores.

Sobre la palma de Aying una daga plateada apareció, su movimiento fue tan rápido que nadie se dio cuenta hasta que vieron al hombre de belleza astuta como zorro derramar sangre en su hombro.

—¡tu!—murmuró aguantando el dolor que atravesó su hombro sin poder hacer nada solo está arrodillado en suelo a la merced de Aying.

La sonrisa malvada de Aying se filtró como el silencio viento que deja una huella en el mundo.

—¡Ese es el precio por lastimarme! Ahora deshagan el campo de fuerza, dejen ir a mi bestia y les prometo que vivirá para contarlo—dijo la voz indiferente de Aying.

Aying quien esperaba sus respuestas miró al frente al ver que el campo de fuerza se ha roto se apresuró a ir con el pájaro, a pesar de que sangraban sus rodillas corrió tambaleando.

—¡pollo! ¿Estás bien?—preguntó muy nerviosa.

El pájaro en el aire se movió, al ver a los hombres arrodillados se sorprendió—¡Eres increíble maestra! Esos hombres se lo merecen son demasiados arrogantes—lo dijo mientras rodeaba Aying como si la adorada igual que a una diosa.

—¡detente pollo! ¡Debemos irnos ahora! Mis poderes aún no los he controlado del todo, durará poco tiempo—habló en su mente.

El pájaro asintió.

Aying tomó esta oportunidad para saltar, al llegar arriba miró fríamente a los hombres arrodillados, sin más que hacer se apresuró para salir corriendo a toda prisa.

Después de una hora los hombres arrodillados en el suelo sintieron que la presión en sus cuerpos se había ido que se levantaron para luego mirar en la dirección que Aying se ha ido.

Mientras tanto Aying.

—¡pollo! ¿dónde estamos?—preguntón mirando a escondidas detrás de un edificio enorme.

Al ver los autos Aying se mantuvo en guardia.

—¡maestra esta es la ciudad A!

Aying que se mantenía escondida salió mirando a su alrededor—¡cuidad A! Como lo he olvidado es en esta ciudad donde maté a mi padre—lo pensó sintiendo tanto dolor en su pecho.

—¡maestra! ¿Qué sucede?—dijo el pájaro volando hasta terminar sobre su hombro.

—¡nada! Solamente comencé a recordar amargos recuerdos que tuve en esta cuidad—susurró bajando la mirada mientras sus puños se apretaron con fuerza.

El pájaro sintió mucha tristeza para cambiar la situación voló hasta llegar al suelo que observa Aying—¡maestra debemos descansar! También debe cambiarse de ropa.

—¡es verdad! No puedo continuar así, vamos por ahí hay un hotel—lo dijo avanzando al frente.

Al llegar al hotel, Aying se sorprendió al ver los lujos.

—¡puedo ayudarte!—dijo la recepcionista.

Aying avanzó al frente con pasos elegantes como una verdadera noble—¡deseo una habitación, que sea la mejor!—ordeno con arrogancia.

—¡esta chica! Es muy extraña ¿tendrá dinero? Su ropa no parece ordinaria, la corona parece ser un tesoro—lo pensó, con decisión la recepcionista comenzó a buscar la mejor habitación—¡tome la tarjeta!

—¡Gracias!—se despidió avanzando hacia el ascensor.

Aying llegóo hasta la habitación, al abrirla se sorprendió al ver lo grande que era.

—¡me encanta! ¡Pollo acuéstate en esta cama es muy suave!

El pájaro salió volando para aterrizare en la cama.

—¡maestra es muy suave!

Los ojos de Aying se cerraron para descansar un rato hasta que sintió como algo suave tocaba sus mejillas—¡uhm! ¿Pollo que haces?—susurró agitando su mano pero sin abrir sus ojos.

El toque suave no se detuvo solo continuó molenando a un más a Ayin.

—¡basta!—gritó saltando casi de la cama, al abrir los ojos pudo observar el rostro es ese mismo rostro que declaró como suyo—¡qué! ¿Qué está haciendo aquí?—le preguntó saltando de la cama.

Una daga plateada ya había saludado el cuello el hombre de rasgos tridimensionales perfectos.

—¿vas a matarme?—la voz del hombre es como una melodía llena de melancolía.

Gorgoteando la sangre Aying observó los ojos rojos como el rubi.

—“es peligroso la belleza es peligrosa, más cuando muestran lástima”—lo pensó, al instante quitó la daga de su cuello para después darle la espalda—¡vete de mi habitación , no quiero verte!—confesó cruzando sus brazos.

Al darse la vuelta Aying ya no pudo ver al hombre de rostro tan perfecto, suspirando tocó su pecho.

—¡esto es demasiado irreal!—murmuró mientras se hechaba aire con sus manos.

Aying avanzó al baño para quitarse la suciedad al salir del baño esa sonrisa en su rostro se borró por completo al ver que un hombre apuesto como un zorro milenario está sentado en la silla del comedor pequeño.

El hombre de belleza milenaria se levantó mirando con una sonrisa a la joven de bata—¡has terminado!

—¡si lo ignoras se irá, si lo ignoras se irá!—murmuró caminando hacia el pequeño tocador.

Aying que estaba por sostener el cepillo fue interrumpida por una mano delga que lo sostuvo, unas mano grandes rozaron su cabello hasta acariciarlo y pasar el cepillo en su cabello con extremadamente suavidad.

—¿quién?—lo pensó levantando la barbilla.

La mirada de Aying que observó el espejo hizo que su mente se sintiera en blanco, un hombre hermoso como un ángel puro está cepillando su cabello con una sonrisa dulce que derrite el corazón de cualquiera.

—¡imposible!—lo pensó nuevamente esta vez levantándose de la silla de manera abrupta.

El hombre de belleza angelical aún sostiene el cepillo miró la espalda de Aying que se alejaba.

—¡necesito aire!—murmuró.