Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
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Capítulo 12 – La entrevista
Lunes, 8:55 a.m.
Gia se ajustó el saco negro frente al espejo del ascensor. Su cabello suelto, maquillaje sutil, mirada firme. Llevaba una carpeta con copias de su currículum —ligeramente modificado para ocultar rastros de su vida anterior— y un cuaderno nuevo para tomar notas.
Hoy era un nuevo comienzo.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el impacto visual fue inmediato. El edificio de B & Co. era tan elegante como funcional: mármol claro, paredes de cristal, acentos metálicos. La recepción, en tonos neutros, irradiaba poder sin ostentación. Noa no exageraba cuando decía que la empresa era exigente. Estaba claramente en otro nivel.
Se presentó en recepción con una sonrisa contenida.
—Hola. Tengo una entrevista programada con recursos humanos para el puesto de asistente del CEO.
La recepcionista, amable y profesional, buscó su nombre en la agenda digital.
—Claro, Daniela Rocco. Bienvenida. Te estaban esperando. Toma el ascensor hasta el piso 15. Sala ejecutiva. Alguien irá por ti.
—Gracias —respondió, tragando saliva.
El ascensor subió rápido, casi sin ruido. En su pecho, los nervios eran un tambor. “Solo respira”, se dijo. “Tú puedes con esto”.
Cuando llegó al piso 15, una joven con traje azul la recibió con una sonrisa cordial.
—Buenos días, Daniela. Me alegra conocerte.
Soy Ana, del equipo de Recursos Humanos.
El CEO prefiere hacer la entrevista personalmente, ya que se trata de un cargo muy cercano a él. Por aquí, por favor.
Gia asintió, sin sospechar nada. Siguió a Ana por un pasillo silencioso hasta una puerta de cristal opaco. Ana tocó dos veces y la abrió con delicadeza.
—Adelante.
Gia entró con paso controlado, sin mirar de inmediato al fondo. El despacho era impresionante: elegante, minimalista, con una gran ventana que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Al fondo, una figura masculina de espaldas.
—Buenos días —dijo ella, con la voz algo tensa.
La figura se giró lentamente.
Era Noa.
—Buenos días, Daniela —respondió él, con una sonrisa tranquila.
Por un segundo eterno, el mundo se detuvo. Ella lo miró, paralizada, sin comprender.
—¿Tú…?
Él asintió, acercándose con las manos en los bolsillos.
—Sí. Yo soy el CEO.
El aire se volvió denso. Gia retrocedió medio paso, más por impulso que por miedo. Noa levantó las manos con suavidad, sin acercarse más.
—Sé que debí decírtelo antes. Pero no quería que te sintieras presionada. Y no quiero que pienses que te ofrecí el trabajo por lástima o por compasión. Lo hice porque vi en ti a alguien capaz. Tú decidiste venir. Yo solo abrí una puerta.
Gia sintió cómo el desconcierto cedía espacio a una mezcla extraña: algo de rabia, algo de sorpresa… pero también una punzada de comprensión. Él no se había burlado. No la había manipulado. Solo había esperado que ella lo descubriera cuando se sintiera lista.
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó en voz baja.
—Porque no quería que pensaras que debías aceptar por compromiso. O que tenías una deuda conmigo. Creo que en tu historia ya hubo demasiadas decisiones impuestas, Daniela. Este trabajo tenía que ser tu elección. Libre.
Ella respiró hondo. Aún sentía el corazón latiendo a mil por hora.
Pero lo miró… y no vio arrogancia. No vio superioridad. Solo a Noa, el hombre que le dejaba desayuno con notas escritas a mano.
Que la había abrazado en medio de su peor pesadilla. Que no había preguntado, pero siempre había estado allí.
Al fin, suspiró.
—¿Tengo que hacer la entrevista, entonces?
Él sonrió con humor contenido.
—Por supuesto. Aquí no se regalan puestos, señorita Rocco.
Gia lo miró con una ceja arqueada.
—Entonces prepárate. Porque soy bastante buena en las entrevistas.
Noa le brindo una hermosa sonrisa.