Siempre he pensado que el hombre que nace malo, nunca en su vida vuelve a recuperar la bondad de su corazón, nadie se hace malo porque quiere, la vida, la sociedad y el mundo te obligan.
Pero que haces si a tu vida llega una persona que no te teme y que cambia el rumbo de tus pensamientos.
Soy Jarek y necesito una madre para mi hijo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirla.
NovelToon tiene autorización de Katerine Pulgarín Taborda para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 19: Eres mía… solo mía.
Al día siguiente Victoria evito a Jarek en todo momento.
El recuerdo de lo que había visto en el despacho la perseguía como un fantasma, y aunque intentaba convencerse de que no tenía derecho a sentir celos, el dolor en su pecho era tanto que no lo podía evitar.
Jarek no lograba entender que estaba pasando con su esposa, ya que últimamente compartían momentos juntos, hablaban de todo y se reunían en el jardín cada noche a observar la luna.
La rabia se apoderó de Jarek, el no saber el porqué la actitud de Victoria lo estaba desesperando hasta que recordó la visita de Cinthya, esa seguramente había sido la causa de la tristeza en los ojos de su esposa.
La cena paso en completo silencio, Alma podia notar que algo sucedía entre su nieto y la doctora, pero no se quería entrometer.
Victoria se levantó de su silla, llevo a Jacob a su habitación y lo acostó en su cama como de costumbre. La sonrisa del niño le animaba un poco el corazón.
Un rato después se dirigió hacia su habitación, mientras se encerraba en ella escuchó un golpe suave en la puerta. Dudó en abrir, pero la voz grave que conocía demasiado bien la obligó.
—Victoria… —dijo Jarek, al entrar.
Ella bajó la mirada, evitando sus ojos.
—No tengo nada que hablar contigo.
Él dio dos pasos hacia ella, hasta quedar a pocos centímetros.
—Sí lo tienes. No entiendo que te hice, no se que pasa, porque actuas de esta manera conmigo.
Victoria apretó los puños.
—Yo estoy bien, soy tu prisionera o ya lo olvidaste, además con lo que vi anoche me quedo muchísimo más claro mi papel en esta casa, mi distancia contigo es la normal— dijo apartando la mirada.
Jarek tomó su rostro con firmeza, obligándola a mirarlo. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de rabia y desesperación.
—No. Lo que viste no es lo que piensas. Ella me buscó, pero yo la rechacé. Porque la única mujer que me importa, la única que amo… eres tú.
Victoria quedó paralizada. Su corazón latía tan fuerte que creyó que él podía escucharlo.
—¿Qué dijiste?
—Te amo, Victoria. —Las palabras salieron como un rugido contenido—. Te amo con una fuerza que me rompe por dentro, y ya no pienso callarlo más.
Ella tembló. Durante semanas había sentido crecer ese vínculo, pero escucharlo de sus labios lo cambió todo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras lo miraba, y antes de que pudiera responder, Jarek la besó.
Un beso salvaje, cargado de necesidad, que la dejó sin aliento. Victoria se aferró a su cuello, y en ese instante todo lo que los separaba desapareció.
El deseo los envolvió.
Jarek la tomó en brazos y la recostó suavemente sobre la cama, sin dejar de besarla.
Sus manos recorrieron su cuerpo con ansiedad, deteniéndose en cada curva que tanto lo enloquecía.
—Eres perfecta… —murmuró contra su piel, rozando con sus labios el cuello de Victoria hasta hacerla estremecer.
Ella, insegura, intentó cubrirse con las manos.
—No soy como Cinthya…
Jarek la detuvo, sujetando sus muñecas con suavidad.
—No. Eres mil veces mejor. Tus curvas, tu piel, tu fuerza… eres real. Y eres mía.
Las palabras la hicieron arder. Sus labios volvieron a encontrarse, esta vez más lentos, más intensos.
La ropa fue desapareciendo entre caricias y susurros.
Jarek adoraba cada rincón de ella: sus caderas generosas que encajaban contra sus manos, la plenitud de sus senos que besaba con devoción, la calidez de su piel que lo enloquecía. Victoria, entregada a la pasión, descubría un fuego que nunca había sentido antes.
El cuarto se llenó de jadeos, de palabras entrecortadas, de risas ahogadas entre la pasión.
No había espacio para miedos ni recuerdos del pasado: solo ellos, descubriéndose, reclamándose el uno al otro.
Esa noche, Victoria dejó de ser la extraña en la mansión. Esa noche, se convirtió en la dueña del corazón de Jarek.
Cuando el amanecer tiñó de oro las cortinas, él la abrazaba aún, con el rostro hundido en su cabello, murmurando entre sueños:
—Eres mía… solo mía.