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Caoba

Caoba

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Reencuentro / Matrimonio arreglado / Juego del gato y el ratón / Amor-odio / Viaje a un mundo de fantasía
Popularitas:176.5k
Nilai: 4.9
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Cuarto libro de la saga colores.

Edward debe decidirse entre su libertad o su título de duque, mientras Daila enfrentará un destino impuesto por sus padres. Ambos se odian por un accidente del pasado, pero el destino los unirá de una manera inesperada ¿Podrán aceptar sus diferencias y asumir sus nuevos roles? Descúbrelo en esta apasionante saga.

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ABIERTOS AL QUERER

...EDWARD:...

— Habrá una feria en dos semanas, mi lord, nos gustaría que se hiciera presente — Dijo uno de los ancianos.

— Claro, estaré aquí para ese día, no se preocupen — Forcé otra sonrisa.

— La feria del año pasado estuvo muy movida, espero que éste año podremos contar con la misma suerte — Comentó una mujer — Su hermano estuvo presente...

Volví a guiar mi vista hacia la Señorita Daila, quien seguía hablando alegremente con el Señor Chester. Jamás había visto a mi mujer tan risueña y menos con otro hombre, la muy descarada le estaba dando mi miradas a ese infeliz, sabía que le gustaba lo que estaba detallando, no se molestaba en disminular que estaba encantada con ese campesino.

Él idiota tampoco se molestaba en alejarse de ella por su bien, en sus ojos se veía la lujuria y la atracción, conocía las reacciones de los hombres y cuando había una mujer atractiva, sus ojos se tomaban más brillantes.

¿Cómo se atrevía a mirar a mi esposa de esa forma?

Quería ir allí a apartarla y arrastrarla a mi lado, pero eso sería un escándalo. Ella debía quedarse a mi lado, pero no, estaba haciendo un espectáculo con el Señor Chester.

Riendo, hablando, señalando las verduras y las frutas. Él dedicándose a explicarle.

Estaba furioso, tratando de ocultar la chispa de la irritación, apreté mi manos en puño, inhalé con fuerza.

Ella era mía.

Jamás había sentido tantos celos.

Solía compartir las mujeres con otros hombres e incluso una vez llegué al extremo de ir a una urgía, allí todos tenían relaciones con todos, eran una maraña de cuerpos enredados, hombres con hombres, mujeres con dos hombres, mujeres con mujeres.

No era mi idea del placer, así que fue la primera y última vez que asistí a ese tipo de eventos. Recordaba que ese había sido el detonante para que mi padre descargara en mí todo su odio y desprecio, pero eso no venía al caso.

No quería a Daila cerca de ningún hombre.

Ella era diferente, era pura y delicada, era una flor cuyo néctar no había sido probado y la idea de que otro hombre le hiciera...

No, eso no iba a ocurrir. Daila era inteligente, no permitiría eso, ella era una mujer de carácter fuerte, que valoraba su integridad y la defendía, incluso ante mí.

Ella no iba a traicionar su voto.

Observé como volvía a reír y sentí un extraño pecho en el pecho.

Odié que ella no me dedicara carcajadas, ni se sintiera alegre ante mi presencia.

Era otra, estaba mostrando otro matis que no conocía y no lo estaba haciendo conmigo.

Me sentí desdichado.

No era nada para Daila, solo una molestia, un ser al que odiaba y que la había arrastrado a un matrimonio infeliz.

Seguí mi recorrido, todavía tenía cosas que resolver, habían unas gallinas enfermas.

Dejé a Daila con el idiota que olvidó sus obligaciones de representante por estar distraído con mi mujer.

Uno de los hombres sacó una gallina del gallinero, justo a un lado de su casa.

La gallina tenía un ojo hinchado con pus.

— ¿Tiene alguna idea de lo que pueda ser?

— Hay que drenar eso y aplicar vinagre, es bueno para limpiar y desinflamar — Sugerí.

Había algunas complicaciones a parte de esas, pero no en cantidad alarmante, así que mi visita en las tierras habían terminado.

Volví hacia la mesa, cuando me ofrecieron probar las creaciones.

Esa gente era agradecida y tenían la generosidad de obsequiar sus productos como si no lo necesitaran.

Me gustaba la sencillez y lo reales que eran. Claro, tenían dificultades, pero eran admirables porque no cesaban de trabajar. La gente pobre era mucho más fuerte que los nobles y ricos, estaban preparados para pasar penurias y volver a tener abundancia.

Me gustaba eso.

La Señorita Daila esperaba junto al árbol, los niños la rodeaban y tiraban de su falta, jugando con ella.

Probé las delicias, incluyendo el queso, las frutas y la leche.

El Señor Chester se acercó y tuve que contenerme de no darle un puñetazo.

— Su excelencia ¿Ha terminado su recorrido con éxito?

Maldito Chester.

— Así es, todo está en buenas condiciones, salvo algunas complicaciones, pero prontas a resolverse — Le dí otra mordida a la fresa.

— ¿Qué le parece nuestra producción?

— Dignas de un buen pago, cualquier comprado las elegiría con gusto.

— La duquesa tiene la misma apreciación — Dijo, sonriendo y casi tomé el cuchillo del queso para cortarle la garganta — Todos estos son obsequios de bienvenida.

Quería negarme, pero seguirían insistiendo en obsequiar, no aceptarían un no de mi parte.

— Gracias, muchas gracias, mandaré a unos sirvientes para que los trasladen al palacio — Me limpié las manos con una servilleta — Es tiempo de marcharnos — Observé a Daila — Esposa mía, debemos volver al palacio.

Alejó su atención de los niños y asintió con la cabeza.

Acercándose a mí.

— Vuelvan pronto, estaremos encantados de recibirlos — Volví a estrechar mi mano con el infeliz.

— Estaré aquí en la feria.

Nos despedimos de las personas y emprendimos nuestro viaje de regreso, en el camino hubo silencio, sentía los pasos de Daila siguiéndome.

Cuando estuve en la cima de la colina ella habló.

— Me ha gustado conocer a los campesinos — Me alcanzó, caminando a mi lado — Son personas increíbles, trabajadoras.

— Es lo único que tienen para sobrevivir.

— Son más valiosas por eso, ojalá se les diera más importancia, me gustaría ayudarles — Dijo, muy animada.

— No muestre lástima ante ellos, los hará sentir insignificantes, no necesitan ayuda, con solo dejarles sembrar y vivir en nuestras tierras es suficiente — Dije, deteniendo mi andar, enojado por imaginar a ella volviendo para hablar con el bastardo de Chester.

Se detuvo, desconcertada.

— Pienso que necesitan más reconocimiento, no siento lástima de ellos, quisiera que pudieran tener más oportunidades.

— ¿Qué clase de oportunidades? — Cuestioné.

— Los niños deberían poder tener un maestro para que les enseñen a leer y aprender — Dijo, muy esperanzada, maldición, tenía que ser tan, tan perfecta.

— La sociedad estaría en contra de ello.

Frunció el ceño — ¿Por qué?

— Si los hijos de los campesinos eligen el estudio antes de aprender los oficios de sus padres, no habrá mucho futuro para la siembra — Era la realidad, si nacías campesinos debías morir como uno — Sumado a eso, el estudio les abriría otros caminos, como crecer económicamente.

— ¿Y eso es malo?

— No, no para mí, ni para usted, pero la gente de la clase alta haría todo lo posible para cerrarle las puertas a los de origen humilde, temiendo que les arrebataran sus oportunidades, sus sustentos...

— Eso es injusto — Gruñó.

— Lo es, pero es así como funciona ésta porquería de sociedad, jamás los verán como iguales, no aceptarían convivir con ellos...

— Está mal — Se indignó — Esa gente es mucho más que esos nobles estirados, son mucho más que nosotros, sin su trabajo nosotros no tendríamos comida en las mesas.

— Así es, pero no todos piensan así y es una pena — La observé detenidamente, admirando cada parte de ella, estaba fascinado con ésta mujer, me percaté de que me gustaba más allá de lo carnal y eso jamás lo creí posible.

— No debería ser así.

— Por eso trato de brindarles un trato justo y no ser un tirano, mantener los arriendos a un precio justo y brindar soluciones a sus problemas.

— Quisiera volver, me gustaría estar en el festival — Dijo, el viento agitaba su ropa y su cabello.

— No será necesario, con mi presencia basta — Hice ademán de volver a caminar.

— Pero quiero acompañarle...

— Dije que no, ya la han conocido, no es necesario que vuelva — Corté, volviendo a enojarme.

— No necesito de su permiso.

Me giré para tenerla de frente.

— Es mi esposa, juró ante el altar obedecer. Así que no vendrá conmigo la próxima vez.

— ¿Por qué? — Se enojó, sus mejillas se tornaron rojas.

— No volverá y punto — Empecé a caminar.

— Puede que sea su esposa, pero usted no me trata como una — Dijo, detrás de mí y me volví nuevamente.

— ¿A qué se refiere?

— No me dió anillo — Gruñó, acercándose, plantando su cuerpo frente al mío — Allí, me dejó sola, me trató como una desconocida.

— Olvidé lo del anillo, pero mañana mismo lo tendrá y en cuanto a lo otro, estaba ocupado, resolviendo mis asuntos de terrateniente.

Se quedó callada.

— Lo olvidó, claro — Resopló, con expresión amarga — Me trata como amante en lugar de su esposa.

Sabía lo que quería.

Amor.

La tomé del brazo.

— Solo quiere volver por el Señor Chester.

— ¿Cómo dice? — Se tensó.

— Le gustó ese hombre.

Se quedó parpadeando por unos segundos, evaluando lo que dije.

Elevó su barbilla.

— ¿Y si es así qué? — Me retó y mi mal humor se disparó — Está guapo y fuerte, levantaría una roca con esos brazos tan duros y músculos.

Maldita sea, apreté mi agarre.

— Usted no puede ser tan descarada.

— No tiene derecho a celar, nosotros somos amigos y los amigos no hacen esto, así que puedo coquetear con cualquier hombre que me guste.

Solté un gruñido — Es mi esposa.

— No es válido, ya que no hemos consumado el matrimonio, así que puedo conquistar...

La tomé de la nuca y azoté su boca en la mía.

Intentó empujarme cuando moví mis labios bruscamente contra los suyos, su boca era suave, dulce, tan exquisita que me endureció de inmediato.

Se resistió a mi asalto, manteniendo la boca quieta.

Succione su labio inferior, noté como se estremecía, pero me empujó, con sus manos en puño en mi pecho.

— No puedo — Jadeó, con la respiración cortada, resistiéndose a lo que yo le provocaba, podía ver su anhelo, su necesidad.

Volví a besarle, ésta vez con más calma, con cuidado.

Atrapó mi labio y succionó, aprendiendo rápido. Exploré su boca, sin usar mi lengua, dando toques a su labios y luego tomando a profundidad.

Su respiración se agitó más, sus latidos se escuchaban contra mi pecho.

Rodeé su cintura y pegué mi dureza a su abdomen.

Enterró sus manos en mi pecho, mientras seguía mi ritmo.

Cerré mis ojos, tocando su espalda, abriendo su boca para profundizar.

Inclinó su cabeza hacia atrás, gimiendo cuando reclamé el interior de su boca con mi lengua.

Se desesperó cuando mi lengua rozó la suya.

Rodeó mis hombros y movió a prisa su boca, soltando quejidos y temblando.

Era tan intenso, era el primer beso que me elevaba hasta tocar algo, que dominaba mi cuerpo, mi ser y mi alma. Era vida, su boca, era como un elíxir.

Me aparté y jadeó.

Rocé mi nariz con la suya.

— La necesito tanto.

Se apartó, cambiando de expresión.

— ¿Solo mi cuerpo?

Me quedé callado, sin saber que responder, hubo decepción en su mirada.

Salió de mi agarre, corriendo, pero no hacía el muro de la propiedad.

— ¡Daila! — Grité, corriendo tras ella — ¡Daila, por favor, pare! — Corrió más rápido — ¡Daila, hablemos de esto! — Supliqué cuando estuve cerca — ¡Hablemos y resolvamos esto, yo no quiero que estemos así! — Me detuve — ¡Quiero más que su cuerpo, la quiero a usted!

Hizo ademán de detenerse, al escuchar eso, pero resbaló y gritó.

Había un barranco y me lancé, tomando su muñeca antes de que cayera hacia unas piedras en el fondo del barranco.

— ¡Edward! — Gritó aterrada — ¡Ayuda!

— ¡La tengo! — Apreté los dientes, tirando de su peso, pero solté un grito cuando mi hombro envió una oleada de dolor — ¡Apoye los pies del barranco!

Me acosté sobre la hierba.

Hice lo que le pedí, extendí mi otra mano antes de que me fallaran los dedos y la tomó, tiré y se impulso, temblando por el miedo a caer.

Tiré, atrayendo su cuerpo.

Terminé acostado sobre mi espalda, jadeando.

Ella terminó sobre mí, con su cabeza apoyada de mi pecho.

Se apartó y la observé, estaba sentada a un lado.

— Gracias — Susurró, aún pálida, se le había deshecho el moño y estaba despeinada.

— No iba a dejarla caer.

Me incorporé, pero solté un gemido de dolor, llevando mi mano al hombro.

— ¿Qué sucede? — Jadeó ella, preocupada, cuando mi brazo se puso rígido y mis dedos se arquearon, dormidos — Oh, Dios mío, su hombro — Su preocupación aumentó.

— No es nada.

— No mienta.

— Pasará.

— Debemos ir al palacio y conseguir un doctor — Posó su mano en mi mejilla, el gesto casi me hace suspirar.

¿Si le importaba?

— No, odio los doctores, no es nada.

Bajó su mano, dándose cuenta demasiado tarde.

— No debe tomarse esto a la ligera.

— Aplicaré bálsamo y estará bien.

— Yo lo haré, pero si continúa, voy a buscar un doctor ¿Puede levantarse solo?

— Si, si puedo.

Se colocó de pie, me impulsé con mi otra mano y con mis pies.

Estuve de pie y volvimos al palacio.

...****************...

— En esa de ahí — Señalé el segundo cajón de la cómoda.

Daila abrió, rebuscando el frasco, mientras que yo me mantenía sentado en uno de los sillones.

Sacó un frasco — ¿Éste?

Asentí con la cabeza y caminó hacia mí.

Me había quitado la chaqueta y el chaleco, andaba en camisa.

— Quitese la camisa — Ordenó cuando se sentó a mi lado.

No hubo lujuria en su tono, pero aún así no pude evitar sentirme deseoso.

Me bajé los tirantes.

Quité los botones, con la mano izquierda, pero era torpe.

— Yo lo hago.

— No es necesario...

Guardé silencio cuando puso sus manos en los botones.

Los quitó, con agilidad.

Observé su rostro, estaba sonrojado.

Así todo lo posible para controlar su respiración.

Descubrió mi pecho velludo y mi abdomen duro, bajó la camisa hasta dejarla a mi alrededor, sobre el sillón.

Viajó su mirada hacia mi hombro y se tensó cuando dió con la cicatriz.

Tocó con sus dedos la piel deforme donde se había cerrado la sutura.

Mis vellos se erizaron, su toque era tan suave que no podía tolerarlo y la dureza en mis pantalones fue imposible de ocultar, pero ella estaba concentrada en la herida.

Pasó sus dedos al otro lado, por donde había salido la punta de la flecha.

Su rostro estaba lleno de un sentimiento de culpa.

— No fue su culpa — Dije y me observó.

— Si lo fue — Suspiró.

— Fue un accidente.

— Ahora me doy cuenta del daño que provoqué con mi torpeza, soy causante de esto, independientemente de que la flecha terminara en su hombro por accidente, yo tomé ese arco.

Si le dijera que todavía conversaba la flecha de caoba, se sentiría más culpable. No lo había hecho para alimentar mi rencor, sino porque esa flecha me había unido a ella, gracias a esa flecha había descubierto a esa diosa y había vuelto a dibujar.

— Eso está en el pasado.

— Pero le dejó secuelas — Suspiró, agitando su garganta.

— Me merezco esto.

Volvió su vista hacia la cicatriz y acercó su boca.

Depositó un beso allí.

Se apartó y me sonrió débilmente.

— Lo siento tanto.

Dejó mi corazón tan acelerado que se me hizo costoso respirar.

Tomó el frasco de la mesita para desenroscar.

La abrió sin problema y luego se aplicó bálsamo en las manos.

Gemí, estremeciéndome cuando empezó a masajear la zona.

1
Mariela De Los Angeles Serrano
Es estresante cuando se hacen las dignas. El orgullo muchas veces no es bueno, porque al final terminas tragándose las palabras y mordiendo tu lengua
Eleonor Baker
Ella está bien, ella salvo a Lean y a su esposo...¿🤔Porqué no aceptar tantito que ella tiene razón?
Ness_Newt
Gracias por otra de tus historias. Recomendable toda la saga
Eleonor Baker
Que hermoso diálogo
Eleonor Baker
¡Esoooo carajo bien ahí! mínimo ya están parejos
Eleonor Baker
Uhhhh... Yo ahí, aviento la espada al suelo y le grito:Yo sola me desarmo ahí está, perdí porque quise y le quitas 1° El que el sea el que mande y establezca condiciones 2° Que no aceptas que no aclare y ojo eso aplica para todo
Eleonor Baker
¡Esoooo bien ahí! El ser rudo no quita que reconozca, esos son hombres
Eleonor Baker
Y la blusa que color era?
Gloria San Martin
pero si es la mamá de Edward y el viejo Delacroix la amaba,por qué al hijo lo odiaba? seguramente la esposa lo descubrió y tuvo que echarla y culpó al bebé.Cosas que a uno se le ocurren!!!
Gloria San Martin
que metáfora más linda !
laura valentina segura rueda
Excelente historia autora gracias
sandra martin
Autora no te olvides de la historia de los hijos por favor /Pray//Pray//Pray//Pray//Pray//Pray/
Dyjhons
jajajjajajajajajjajajaja muero
Stella Santabaya
Me encantó, me encantó,me encantó 😊💕🇦🇷
Noemi Alvarez
realmente la felicito autora, cada historia de la saga estuvieron maravillosas
Marleny Rodriguez
Normal
Marleny Rodriguez
Malo
SARITA carrasco ramos
tus cuatros historias lo máximo me mantuvo prendida /Kiss/
Blue 👻
Sinceramente ame todos los libros de esta saga, felicidades por tus historias✨❤️...sería genial ver una historia de los hijos de ellos djdjjdjd😂❤️✨
Blue 👻
buuu pensé que buscaba prometida para sus bebés sujddnjdd
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