- No eres más que una pobre omega - le dice con desdén la novia de su amigo de infancia...
Amelie lleva años soportando malos tratos y burlas indiscriminadas de parte del grupo de amigos de Armand.
Su abuela Selene lo pondrá en jaque cuando casi la pierda.
¿Podrá demostrar su valía, pese a ser una omega?
¿O el destino le tendrá preparado algo más?
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Entre besos.
Ya la etapa del celo estaba por culminar, los amantes hijos de la diosa Luna se habían entregado de lleno uno al otro. Amelie estaba recostada sobre el amplio pecho de Armand escuchando los latidos erráticos de su corazón, luego de una buena ronda de sexo fogozo. Los dos tenían esa sonrisa bobalicona que queda luego de hacer lo que más nos gusta y quedar satisfechos.
Era solo cuestión de tiempo para que aparecieran los resultados de esos tres días, la fertilidad estaba en su punto máximo.
- Creo que me gustaría volver a vivir el celo. - dijo con voz de satisfacción, Armand. - Mis padres me habían dicho cuán maravilloso era, pero jamás me imaginé cuánto.
Amelie levantó un poco la cabeza, apoyando su mentón en la mano que tenían sobre el pecho de su alpha.
- Mamá también me había hablado del celo, aunque se quedó corta al describir lo fantástico que es. - suspira enamorada, mientras vuelve a acomodar la cabeza como antes.
Habían dejado que Buker y Valcana también se exteriorizaran y disfrutaran del mismo. Aunque Valcana es mucho más pequeña que el gigante Buker, le dio la talla y ese lobo quedó mucho más enamorado de su linda omeguita rojiza.
- Creo que debemos darnos un baño, me siento la piel pegajosa. - dice Amelie.
- ¿Me está haciendo una invitación, madame Dumont?
- Claro que si Monsieur Dumont.
Armand se levantó dejando ver su plena desnudez y altura, era un monumento digno de admirar en toda la extensión de la palabra. Amelie se quedó más que atontada al verlo así de hermoso, dio una plegaria mental de agradecimiento a la diosa Luna por haberla bendecido con ese descendiente suyo.
- Veo que te gusta lo que ves. - le dice muy coqueto mientras le extiende la mano para que ésta se levante.
A lo que ella responde estirando su delicada mano. Él la coloca de pie, también en su plena desnudez, admirando su belleza en pleno.
- Mejor te cargo para irnos al baño, si te sigo mirando no te voy a dejar levantar de la cama. Además, quiero probar eso de hacerlo en el baño, mi descarada madre me dijo que era fa-bu-lo-so. - hace un gesto de gustoso con sus dedos índice y pulgar, mientras sonríe ante las locuras de su madre.
- La luna Rebecca es todo un caso. - sonrió al recordar los ''consejitos'' sobre sexualidad.
Armand la tomó por las nalgas y la hizo treparse sobre él, cual koala, para llevarla al baño. Entraron a la ducha y la colocó delicadamente sobre el piso lleno de azulejos. Abrió la regadera y empezó a bañarla, así le lavó con dedicación el cuerpo y el cabello. Ella también talló su cuerpo, al ser mucho más alto, se tuvo que inclinar un poco para que ella lavara sus rubios cabellos. Entre miradas y risas cómplices, entre besos, se fueron entregando hasta volver a hacer el amor allí mismo en el baño.
Otros que se hallaban en pleno idilio, eran Marion y Pierre. El lindo rubio le había dado la talla a la loba pervertida. Esa mujer era toda una diosa del sexo. Quizás antes no le importaba con cuántos hombres estuvieron sus antiguas parejas en el pasado. Sin embargo, una espina de celos se había clavado en su corazón, pero rápidamente abandonó ese pensamiento y se dedicó a disfrutar de su amor recién encontrado.
No sabía que había hecho para recibir la gracia de la diosa de los hombres lobos, tenía claro que lo recibía más que feliz. Lo poco que ha comprendido, es que los lobos son fieles y entregados a sus parejas, cosa que él no había precisamente tenido. Sus padres estuvieron separados un tiempo por las infidelidades mutuas.
Eso no era algo que él quería para él, tampoco para su hermana. Entonces pidió a la diosa por una oportunidad para que su hermana pudiera tener un amor así. Florence merecía tener un poco de felicidad, luego de todo lo que ha sufrido.