Todo Por Amor A Tí

—Jajaja. ¿Eres patético… amenazando? ¿Te estás escuchando? ¿Ahora resulta que eres una pobre víctima? Jajaja, perdón, pero no puedo. Me encanta tu cinismo.

Eres de lo peor, Alexis. Me engañas con mi hermana, la embarazas… ¿y luego pretendes que crea que te tenía amenazado?

—Insúltame todo lo que quieras, pero es verdad. Ella quería que cancelara nuestra boda o haría un escándalo en la iglesia.

—Conozco a mi hermana, y para llegar a tales extremos... ¿qué le dijiste? ¿Que no te harías cargo del niño?

—Si quieres saberlo, no. Directamente le dije que era mejor que ese niño no naciera. Yo no estoy para ser padre, y si en algún momento eso llega a suceder, me gustaría que fuera contigo.

—Eres un bastardo. ¿Dónde está Sofía? ¿Cómo pudiste decirle algo como eso? Será mejor que te vayas. A cada segundo mi odio por ti crece más.

—Lo hice por ti, Mía. No quería tener el hijo de esa mujer recordándote a cada momento que te fui infiel con tu hermana.

—Eres un desgraciado. Te he dicho que te vayas. ¡Vete!

—No me iré hasta que vuelvas conmigo, mi amor. Yo te amo. Prometo cambiar...

—¿Qué está pasando aquí? Entra a la casa, Mía.

Max se quitó el saco, lo dejó apoyado en el capó del auto, caminó arremangando sus mangas y habló.

—Veo que no entiendes. Esta mañana creí haber dicho que te alejaras de Mía.

—Mira, Max, yo no estoy aquí para pelear contigo, pero no me provoques. Ni tú ni el idiota que está ahí adentro van a separarme de Mía. Ella es la mujer que amo, y en cuanto me perdone, me la voy a llevar de aquí.

—La primera vez que te vi engañando a Mía te advertí que no jugaras con ella.

—Tú no tienes nada que opinar sobre la relación que llevo con Mía. Lo que a ti te duele es que ella me eligió a mí. Desde un principio supe que tú estabas enamorado de ella.

—¿Qué? Sabes qué, sí. Siempre la amé. Pero hay algo que parece que no sabías, y es que yo soy gay.

—Mentira. ¿Piensas que voy a creer esa estupidez?

—Bueno, allá tú si me crees o no. Solo te advierto por última vez: aléjate de Mía. Ella no está sola.

—Si lo dices por ese idiota que está ahí adentro, déjame decirte que tampoco logró intimidarme.

—Ese idiota, como tú le llamas, es Donato Mascardi.

Alexis se quedó helado al escuchar ese nombre. Donato Mascardi, también conocido en el bajo mundo como *El Rey*, era uno de los hombres más poderosos de Italia. Su familia tenía una historia de más de 150 años manejando el narcotráfico y la mafia siciliana.

Alexis sabía perfectamente quién era. No había empresario que no supiera de él.

—Por lo visto lo conoces. Será mejor que vayas con cuidado, Alexis.

Ahora vete de mi casa y no vuelvas.

Max no esperó más y entró a ver cómo estaba su amiga. No terminó de cruzar la puerta cuando Mía lo abrazó llorando.

—¿Estás bien?

—Eso te pregunto yo a ti.

—Sí, gracias. Perdón por ser una molestia para ti.

—Jamás serías una molestia para mí, Mía.

—Bueno —susurró—, y perdón por arruinar tu momento a solas con David. Tienes su olor impregnado en la ropa.

—A ti no puedo ocultarte nada. Luego te cuento. Pero creo que debes atender a alguien. Yo me voy a dar una ducha, te espero.

Max subió las escaleras y Mía se fue a la sala, donde estaba Donato.

—No estaba enterada de sus dotes actorales, señor Donato. La escena del beso le quedó de película.

Donato la miraba sin saber si reír o no. Parecía enojada, pero después de lo que dijo, se estaba aguantando la risa.

—Lo siento, Mía, pero tenía que hacer creíble mi papel de nuevo novio.

—No te preocupes, no estoy enojada. Un beso, un vaso de agua, un pedazo de pan... es algo que no se le puede negar a nadie.

Donato frunció el ceño.

—¿O sea que si cualquier tipo te pide un beso, se lo das?

—Por supuesto que no. Es algo que se dice en Argentina después de besarse con alguien que no es nada tuyo. Era una broma, y no la entendiste.

—Hmm... ok. ¿Y cómo te sientes ahora?

—Preocupada. Necesito viajar a Argentina para saber cómo está Sofía. Ese bastardo la dejó sola y quiso obligarla a abortar. Sé que ella es la culpable de su situación, pero es mi hermana. No tengo corazón para dejarla sola, si sé que no tiene a nadie más que a mí.

Debes pensar que soy una idiota, pero cuando éramos niñas, mis padres hacían mucha diferencia entre ella y yo.

Yo estaba consciente de eso y nunca hice nada. Siempre dejé que la maltrataran. Todo lo que hacía ella siempre estaba mal. Mis padres siempre la menospreciaron, y yo nunca hice nada para cambiar eso. Pero cuando ellos ya no estuvieron, quise compensar un poco la situación dejándola solo estudiar. Nunca le pedí que trabajara para ayudarme, porque quería que pudiera ser feliz... todo lo feliz que no fue en nuestra infancia.

—Olvidas que también tengo hermanos. Yo tengo tres. Dos ya los conoces, y con el tercero tenemos una relación complicada, pero no hay nada que no haría por él o él por mí. Te entiendo más de lo que crees. Es el gran problema de ser el hermano mayor. Pero… ¿cuándo quieres ir?

—Tengo que hablarlo con Max. No quiero ir sola.

—Si quieres, yo te acompaño.

—¿Harías eso por mí?

—Por supuesto. Solo confírmame la fecha y la hora, y te acompaño.

—Gracias, Donato.

Mía se acercó y lo abrazó. Luego se despidieron, y ella subió a contarle todo a Max.

-