las pesadillas no la abandonan desde la noche que perdió a sus padres encuentra la muerte lo más profundo y oscuro del mar cruel y silencioso terminó por arrastrarla pero su historia no termina allí renace despertando en un mundo nuevo llevando el mismo nombre y apellido cargado de un significado que la adapta su pasado su vida anterior al descubrir que que renació en la novela trágica que su madre solía leerle de niña donde no es la protagonista sino un simple extra pero el destino la arrastra a conocer cinco hombres envolviéndola en un laberinto de pasiones celos y secretos que pueden conducirla a cambiar el rumbo de la historia con el peso de dos vidas sobre sus hombros y cicatrices que aún sangran en lo más profundo de su alma debería elegir si sigue el mismo camino marcado por las páginas de un libro o si escribe su propio destino sanando así las heridas de su pasado.
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bajo la luz del despertar
El murmullo de las voces se había apagado. Los pasos de los guardias se oían lejanos en los corredores, y la mansión de los alados había quedado envuelta en un silencio solemne. Solo quedaba él.
Ferrael seguía sentado a un costado de la cama, vigilándola, cuidándola. Su mano no había soltado la de Melody en ningún momento, aunque sus propios ojos ardían de cansancio. El resplandor de la luna bañaba la habitación, iluminando el cabello de la joven como hilos de plata que parecían absorber cada rayo.
De pronto, un leve movimiento en sus dedos lo sacó de su quietud.
La respiración de Melody cambió, más profunda, más consciente. Sus labios temblaron apenas, como si intentara pronunciar una palabra.
Ferrael se inclinó de inmediato, su voz apenas un susurro:
—Melody… ¿me escuchas?
Los párpados de ella se alzaron lentamente. El verde de sus ojos, aún húmedos de sueño y dolor, lo encontró. Por un instante, solo un instante, creyó que seguía soñando.
—Ferrael… —su voz era tan débil como un hilo.
Él la sostuvo con cuidado, ayudándola a incorporarse apenas sobre las almohadas.
—No hables. Descansa… estás a salvo.
Ella lo miró, y una lágrima resbaló por su mejilla sin que pudiera evitarlo. Lloraba en silencio, no de dolor físico, sino de todo lo que había cargado, de todo lo que aún le pesaba en el alma.
Ferrael, con el corazón oprimido, limpió sus lágrimas con la yema de los dedos.
—No tienes que ser fuerte conmigo —susurró, tan cerca que ella pudo sentir la calidez de su voz—. No más máscaras, no más silencios.
Melody cerró los ojos, pero su llanto se intensificó, como si al fin hubiera encontrado un lugar donde podía romperse sin miedo. Se aferró al pecho de él, temblando, buscando en sus brazos el refugio que siempre le fue negado.
—Tengo tanto miedo… —murmuró entre sollozos—. Tengo tanto dentro de mí que no sé si algún día me destruirá.
Ferrael la abrazó con firmeza, apoyando su barbilla en el cabello de ella.
—Si llega ese día… —dijo con un hilo de voz, quebrado pero firme—, yo cargaré contigo ese peso. Prefiero arder contigo en la oscuridad que dejarte enfrentarla sola.
Las palabras lo sorprendieron incluso a él, pero eran verdad. No eran promesas vacías, eran un juramento que nacía desde lo más profundo de su ser.
Ella lo miró, los ojos verdes brillando bajo la luz de la luna. Por un instante, olvidó las cadenas del pasado, las cicatrices y los susurros del dolor. Solo vio en él un hombre que no la soltaba, que no huía de su fragilidad, que no la rechazaba por lo que era.
Y en ese instante, con un gesto tembloroso, Melody apoyó sus labios en la mano de elodin, como si quisiera grabar en él su gratitud y su necesidad.
Él cerró los ojos, conmovido, acariciando su rostro con una ternura que quemaba más que cualquier fuego.
—Descansa… estoy aquí. Y aunque todo el mundo intente arrancarte de mi lado… yo estaré aquí.
Y por primera vez en mucho tiempo, Melody cerró los ojos sin miedo, sabiendo que alguien la protegería mientras soñaba.