Un Cuento De Maravillas [OMEGAVERSE]

Manos indecisas e inexpertas buscaron la calidez, no sólo  de la piel, y más allá de la curiosidad; buscaban en idílicas confesiones sin pronunciar, la presencia del otro. Entregando toda diminuta emoción, y a sí mismos, a alguien que traía gozo inocente, como cautivadoras pasiones.

Aun sumergidos en líricas infantiles, las tardes pasaban dulces para dos jóvenes con el transcurso del tiempo; entre la búsqueda de la cercanía y los labios del contrario,

Siempre acompañados de gentiles caballeros, y de nobles doncellas, respirando en tinta y papel.

Había tardes donde se iban lejos.

Otras simplemente peleaban batallas inimaginables con cruentas criaturas.

Pero un día los relatos se detuvieron.

Hwan llego al viejo árbol como cada tarde, como cada día, y Soo no llego. En la universidad le rehuía, claramente angustiado.

Aun así, perseverante y paciente, Hwan se sentó debajo del mismo árbol como todas las tardes.

Un mes paso así.

Y una tarde fue recibido por la figura que tanto quería ver, parado con sus ojos grises clavados en las hojas otoñales del suelo, Soo permaneció callado junto a él.

No pensó más y corrió a abrazarlo.

—Soo, qué bueno que viniste—dudoso, el pelirrojo abrazo con desespero a Hwan.

El silencio se hizo pesado.

—¿Qué tienes?—Los delgados brazos de Hwan se aferraron a Soo, cuando este quiso separarse—. ¿Qué pasa?

Soo se aleja y empuja suavemente a Hwan caminando para darle la espalda.

—¿Soo?— insiste acercándose para tocarlo, a lo cual el otro aleja su mano golpeándola y confrontando a Hwan que lo mira horrorizado ante la violenta reacción.

—So- —Intentan nuevamente siendo interrumpido por el pelirrojo.

—¡DETENTE!—Soo se tapa con sus manos sorprendido de reaccionar de esa manera, como jamás había hecho con el otro Omega—. Lo siento...lo siento—Su voz tiembla con ira—. Yo...parece que vernos será más difícil.

Hwan guarda silencio al percibir como el otro lucha por decir algo que parece torturarlo.

—Un compromiso— Los ojos grises de Soo miran desesperados a los violáceos del otro—, me han arreglado un compromiso— Ríe con amargura.

El rubio niega varias veces con la cabeza—. Eso no...¡NO QUIERO ESO!— Grita histérico Hwan al borde del pánico.

Soo lo toma de los hombros y lo agita buscando hacerlo reaccionar—.¡Escúchame!, ¡Yo tampoco lo quiero!—Su voz vuelve a su tono normal—, por eso ...por eso vámonos—Susurra y abraza al otro Omega enredando sus manos en los dorados cabellos, y escuchando el llanto de Hwan y suspira cansado.

—¿A dónde?— La voz de Hwan sale apagada en el hombro de Soo.

—A una ciudad grande, lejos...para que no puedan encontrarnos, tenemos tiempo...podemos juntar algo y terminar la universidad—Sonríe más tranquilo cuando las manos del Omega en sus brazos se aferran a la tela de su playera.

—Como cuando huyen en ese cuento... ¿recuerdas?— Hwan comenta riéndose dulcemente con su llanto apagándose.

Soo asiente—. Tú eres la princesa entonces— bromea acariciando la espalda del rubio.

El otro ríe—. Creo que te queda el título mejor a ti, tú vives en una clase de castillo.

Soo llego a pensarlo, imaginando innumerables veces que su casa era un deslumbrante palacio, entre magníficas fiestas y momentos felices imaginarios.

Si él era una princesa, o un príncipe, en realidad nunca lo llego tomar en cuenta; simplemente su mente creaba bellos y falsos recuerdos de él y Hwan corriendo felices por deslumbrantes pasillos.

A veces entre una multitud ataviada de ricos ropajes.

A veces a hermosos jardines.

Y Siempre juntos.

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Poco a poco los dos Omegas juntaron dinero, guardando en todo lo que podían ahorrar,

El tiempo corría presuroso en su contra.

Para sorpresa de Hwan, Soo logro conseguir trabajo casi concluyendo sus estudios, en una ciudad de la cual ninguno estaba seguro su ubicación, pero que era famosa por su tamaño.

Se irían en una semanas apenas terminarán sus preparativos.

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Para ambos la espera del autobús de aquel caluroso verano, les pareció larga como si cualquier minuto de demora los pudiera separar.

El silencio de la parada desierta aumentaba sus inseguridades.

Se tomaron de la mano tan fuerte que sus dedos se entumieron. Sus manos pequeñas se entrelazaron estrechándose temerosas.

Ninguno sentía nostalgia por la familia que dejaban atrás.

Más bien por los recuerdos que se iban quedando, tan pequeños y llenos de añoranza que cortaban su aliento.

El día anterior contaron como siempre alguna inocente y olvidada historia bajo aquel árbol.

Un adiós sin dolor.

Cuando se fueron al anochecer, no pudieron evitar preguntarse si algún día volverían a aquel lugar.

Probablemente eso sería solamente una querida memoria después.

El ruido del autobús que se acercaba los hizo volver a la realidad.

Soo hizo una reverencia hacia Hwan de forma bromista, como si fuera un paje real, el rubio negó suavemente con la cabeza divertido, y sorprendido ante la inusitada expresividad en público del otro.

Cuentos o no, para ellos este viaje era muy cercano a esas rimas inocentes, de líricas que relataban lo imposible.

Las calles pasaban rápidamente por la amplia ventana del autobús. Ambos comenzaron a adormecerse con el suave movimiento del vehículo.

Y soñaron;

De cosas ilógicas y extrañas; sueños normales.

De recuerdos viejos que salían airosos en su belleza en la inconsciencia.

Y de historias; de una princesa que huía con un caballero.

Historias de gozo infantil, e interminables en su dicha.

Memorias fueron dejadas atrás por cada kilómetro recorrido.

Pero no hubo arrepentimiento.

Ahora estaban juntos, nunca hubiesen podido vivir con el hecho de ser separados. Se irían lejos, muy lejos, una y otra vez.

Con sus manos siempre entrelazadas.