Aldana una joven doctora que cuando con un prometedor futuro, cambia su destino al cometer un gravisimo error...
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capítulo 19
Al volver a la entrada del restaurante, el ambiente entre ellos había cambiado. Más liviano, más íntimo, pero también incómodamente torpe. Leonardo se detuvo junto a la puerta y la miró, como si intentara descifrar cuál era el protocolo exacto en esos casos. ¿Besarse? ¿Abrazarse? ¿Darse la mano? ¿Chocar los cinco?
Aldana ladeó la cabeza, esperando algún movimiento, pero él solo se quedó ahí, dudando, como una estatua confundida. Ella dio un paso adelante, como si fuera a abrazarlo, pero él estiró la mano al mismo tiempo. Luego ella también sacó la mano, y él retrocedió. Sus movimientos parecían una coreografía descoordinada de malentendidos.
—¿Nos… chocamos los codos? —bromeó él, medio serio, medio desesperado.
—¿Quieres que te salude como cirujana o como… la madre de tu hijo? —dijo ella entre risas nerviosas.
—No lo sé… —soltó él, rascándose la nuca—. Esto del “reencuentro después de años con giro dramático incluido” no viene con manual.
Letty los observaba desde la entrada de la empresa, con una sonrisa que decía claramente: *"Los vi. Vi todo."*
—¿Ya terminaste de jugar al “quiero pero no sé cómo”? —dijo ella, cruzándose de brazos con teatralidad—. Porque si no te das prisa, jefe, le van a quitar el taxi.
Leonardo se apresuró a abrirle la puerta a Aldana, quien ya había levantado la mano para detener el vehículo.
—Te… te llamo —dijo él, con voz un poco más firme.
—Y yo te contesto, si no estás muy ocupado olvidando nombres —replicó ella con una sonrisa traviesa.
Letty soltó una carcajada mientras Aldana subía al taxi, que arrancó justo cuando Leonardo parecía animarse a acercarse otra vez. Él solo se quedó en la vereda, con la mano levantada a medio camino entre un adiós y un gesto que no alcanzó a definirse.
Dentro del taxi, Letty se acomodó con naturalidad. Aldana se giró un poco hacia ella, aún con una media sonrisa en los labios.
—¿Y? ¿Se saludaron como humanos civilizados? —preguntó Letty con sorna.
Aldana solo sonrió y agregó:
—Algo así.
—¿Y en qué quedaron?
—No lo sé… Él dijo que quiere estar presente. Pero si en algún momento se retracta, no voy a presionarlo.
Letty no respondió. Solo asintió con la cabeza y miró por la ventana. Sabía que no era momento de opinar. Luego de ese largo día, ambas solo querían regresar a sus departamentos. Por suerte, vivían en el mismo edificio, a un par de pisos de distancia. A veces eso era una bendición, otras, una maldición con paredes delgadas.
Aldana subió sola en el ascensor. Letty decidió quedarse un momento en el vestíbulo, como si necesitara aire antes de encerrarse. Cuando Aldana entró a su departamento, lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y soltar un largo suspiro.
Mientras tanto, del otro lado de la ciudad, Leonardo no podía dejar de pensar en lo ocurrido. Había sido un día largo, intenso, lleno de revelaciones, nostalgia y… sorpresas. Muchas sorpresas. Así que, sin pensarlo demasiado, tomó su celular y marcó un número que conocía de memoria.
—¿Quién murió? —contestó una voz ronca y burlona al otro lado de la línea.
—Necesito una cerveza. O dos. Tal vez diez —dijo Leonardo sin rodeos.
—¿Y el motivo del funeral? ¿Alguien volvió del pasado? ¿Un amor olvidado? ¿Un hijo inesperado?
Leonardo no respondió de inmediato. Solo soltó un resoplido.
—¡No jodas! —gritó Héctor—. ¡¿Tenías un hijo y no sabías?!
—Te veo en el bar —respondió Leonardo, y cortó la llamada.
Horas después, en el bar de siempre, Héctor llegó con su habitual aire despreocupado. Era un hombre de barba desordenada, camisa remangada y un talento innato para decir lo que no debía… justo cuando no debía.
—Míralo al padre del año —dijo, dejándose caer en el asiento frente a Leonardo—. ¿Y cómo es que tienes un hijo y te enteras así nomás? ¿Una cigüeña con retraso? ¿Te lo dejó Amazon en la puerta?
—¿Puedes ser serio por cinco minutos? —bufó Leonardo, llevándose la cerveza a los labios.
—Puedo intentarlo… pero no prometo nada —respondió Héctor, alzando una ceja—. A ver, suéltalo todo. Detalles. Drama. Lágrimas. ¿Quién es ella?
Leonardo se pasó la mano por el cabello, como si necesitara ordenarse antes de hablar.
—Aldana. ¿Te acuerdas de Aldana?
—¿Cuál Aldana? La única que conozco con ese nombre es... No jodas... ¿Tu hermana?
Leonardo frunció el ceño y replicó:
—Ella no es mi hermana...
—Pero como si lo fuera. Es la hija de tu madrastra… ¿Qué pasa con ustedes y sus “hermanas”? ¿Es algo cultural o qué? Tu hermano se comprometió con una y tú vas y te…
—Cuidado con lo que dices…
—Oye, yo solo digo que no es normal —insistió Héctor, encogiéndose de hombros—. No me mires así, solo intento entender. ¿Entonces qué, tuvieron algo en secreto? ¿Hace cuánto? ¿Por qué nunca lo contaste?
Leonardo lo miró con cansancio y vació lo que quedaba de su cerveza de un solo trago.
—Fue hace mes y medio. Pasó una sola vez… o eso creímos. Después de eso no volvimos a vernos. Ella se fue, yo seguí con mi vida… y ahora reaparece diciendo que espera un hijo mío.
Héctor abrió los ojos como platos.
—¡Eso sí que es una bomba! —Luego lo miró con más atención—. ¿Y tú? ¿Estás seguro de que es tuyo?
—Es que aún no te he contado la mejor parte. Hasta esa noche, Aldana se había guardado para estar con Sebastián —respondió Leonardo, más para sí mismo que para su amigo—. Te lo contaré todo, pero no me interrumpas.
La noche que pasó todo, Aldana quería olvidarse de Sebastián. Los dos estábamos alojados en el mismo hotel. Aldana y él habían tenido un noviazgo cuando eran niños… bastante largo, por lo que recuerdo. Pero cuando su madre y mi padre se enteraron, la mandaron a estudiar al extranjero. No sé qué pasó exactamente durante esos años porque yo también estaba lejos… pero lo que sé es que ella tardó diez años en volver.
Cuando regresó, se enteró de que Sebastián se comprometía con Laura, su hermana menor. Al parecer, cuando Aldana se fue, ambos prometieron esperarse. Ella le creyó. Lo esperó. Lo que nunca imaginó fue volver y verlo comprometerse con otra justo frente a ella, mientras él seguía escribiéndole y profesándole amor durante todos esos años.
La vi tan alterada esa noche… Yo creí que ya lo sabía, pero su reacción me lo dejó claro. Al verla así, le ofrecí llevarla al hotel, pero terminó conduciendo ella. Se emborrachó y me confesó que lo que más le dolía era haberse guardado todo ese tiempo para Sebastián. Me sorprendió, porque es una mujer muy bella y no parecía del tipo que haría algo así.
Cuando empezó a hablar sin sentido, quise llevarla a su habitación, pero no tenía la llave. Así que la llevé a la mía. Amenazó con buscar a cualquier tipo del bar para tener una noche con él… No podía permitirlo. Estaba vulnerable. No quería que nadie se aprovechara de ella.
En el ascensor, aún con esa idea en la cabeza, me lo propuso a mí. Aunque intenté ser un caballero… bueno, ya sabes cómo terminó todo.
Lo mejor vino a la mañana siguiente. Laura y Sebastián fueron al hotel para ofrecernos una escapada en familia… y nos encontraron juntos. Casi desnudos.
Intentamos disimular, pero la situación fue muy incómoda. Desayunamos todos juntos y terminamos diciendo que no asistiríamos a su boda. Yo tenía que venir a hacerme cargo de los negocios aquí, y Aldana, por todo lo ocurrido, obviamente no iba a ir. La única que no sabe nada… o eso parece… es Laura.
Héctor se quedó en silencio, lo cual ya era raro en él. Parpadeó un par de veces, luego tomó un largo trago de su cerveza y la dejó con fuerza sobre la mesa.
—Wow… —murmuró al fin, apoyando los codos y entrelazando las manos frente a su rostro—. Esto… esto es de novela, bro. De esas que mi mamá ve en las tardes mientras pela papas.
Leonardo alzó una ceja, cansado.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir?
—¡No, claro que no! Es que estoy procesando. A ver… —hizo una pausa teatral, como si armara mentalmente el rompecabezas—. Tu hermano se compromete con la hermana menor de la mujer que amó durante años. Esa mujer vuelve, se entera de la traición y termina en tu cama. Tú, como todo un héroe trágico, la “salvas” de lanzarse a los brazos del primero que pasaba y… ¡zas! Bebé sorpresa meses después.
—Lo dices como si fuera una telenovela barata.
—¡Porque lo es! —dijo Héctor, levantando un dedo—. Pero con producción de HBO. Esto tiene drama, traición, sexo culposo, secretos familiares… solo falta que haya una herencia millonaria en juego.
Leonardo se masajeó las sienes, frustrado.
—¿Puedes dejar el sarcasmo por un segundo?
—Lo intento, de verdad —respondió Héctor, más serio ahora—. Pero es que… esto es un desastre emocional. Y tú estás en medio de todo. Mira, no te voy a juzgar por lo que pasó entre ustedes. Es más, creo que hiciste lo que cualquiera en tu lugar habría hecho… más o menos. Lo que me preocupa es lo que viene ahora.
—¿A qué te refieres?
—A que tú no eres el tipo que solo se mete con alguien porque sí. Te conozco. Si te acostaste con Aldana, aunque fuera por impulso, aunque fuera por una noche, es porque ella te importa. Y si ahora hay un hijo de por medio… no vas a poder salirte fácil de esto.
Leonardo se quedó en silencio, asintiendo con lentitud.
—Me importa. Más de lo que debería. Pero no quiero arruinarle la vida. No quiero que sienta que debe cargar conmigo solo porque ahora hay un bebé.
—¿Y ella qué quiere?
—Dice que no piensa obligarme a nada, que puedo decidir si quiero estar o no. Pero también vi en sus ojos que tiene miedo. Está sola en esto, Letty la está ayudando, es su mejor amiga pero no es lo mismo.
Héctor bajó la mirada un momento, luego chasqueó la lengua y murmuró:
—Sabes… esto va más allá del “qué dirán” o del drama familiar. Un hijo cambia todo. Para ti, para ella, para tu relación con Sebastián, con Laura… incluso con tu madrastra. Te va a sacudir el mundo, Leo. Así que si decides entrar en esto, hazlo de verdad. No a medias.
Leonardo lo miró, con la mandíbula apretada.
—No sé cómo hacerlo. ¿Qué se supone que haga? ¿Le pido una oportunidad? ¿Intento formar algo con ella? ¿O solo me enfoco en ser un buen padre?
Héctor se encogió de hombros, con una sonrisa melancólica.
—No lo sé. Pero te diré algo: si hay una sola parte de ti que desearía volver esa noche y hacer las cosas diferente… entonces no lo arruines ahora. No por orgullo, no por miedo, y mucho menos por lo que opine tu familia.
Leonardo tragó saliva y dejó la botella vacía a un lado.
—¿Y qué hago con Sebastián?
—Ese es otro capítulo. Y no te va a gustar el guion —dijo Héctor con media sonrisa—. Pero primero enfócate en Aldana. Porque si no lo haces tú, alguien más lo hará. Y esta vez, no creo que ella vuelva a esperarte.