Katsuki es un chico que se enamoró de su mejor amigo de la infancia Izuku, para no expresar sus sentimientos hacia las personas decidió escribir en un diario íntimo. Este libro es aquel diario el cual Katsuki escribía todos sus pensamientos y sentimientos a lo largo de los días.
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compras
Hoy fue… complicado. Empezó como una simple salida de compras con Izuku, una actividad que normalmente encuentro tediosa y frustrante, pero que hoy se convirtió en algo… más. Mucho más. Fue un día de revelaciones, de silencios cargados de significado, de momentos inesperados que me dejaron con una sensación de… inquietud. Una inquietud que, a pesar de mi intento de negarla, se aferra a mí con una fuerza sorprendente.
La fase de compras para mí fue, como siempre, un asunto rápido y eficiente. Un par de camisetas, unos jeans, nada llamativo, nada que se desvíe de mi habitual estilo minimalista y funcional. Izuku, por otro lado, era un torbellino de colores y patrones, un huracán de sugerencias y opiniones que me dejaron ligeramente mareado. Me mostró una camisa de un color vibrante que casi me ciega, una camisa que, según él, “resaltaría mis ojos”. Casi lo estrangulo. Casi.
Luego llegó su turno. Y aquí es donde las cosas se pusieron… interesantes. Observarlo probándose ropa fue una experiencia nueva para mí, algo que nunca antes había considerado. Su indecisión, su timidez, la forma en que dudaba antes de mirarse en el espejo… fue algo que me conmovió de una manera que no esperaba. Era como observar a un animal en su hábitat natural, un animal hermoso y vulnerable al mismo tiempo. Y entonces, lo vio. Un vestido. No era un vestido corto, no en el sentido vulgar de la palabra, pero sí lo suficientemente corto como para… para que se le vieran las piernas. Y se le veían bien. Increíblemente bien. Mucho mejor de lo que jamás habría imaginado. Sus piernas, largas y delgadas, parecían destacarse aún más con ese vestido.
Se lo probó. Y en ese instante, algo cambió. Se veía diferente. Más seguro de sí mismo, más… maduro. Más atractivo. Mucho más atractivo. No le dije que se veía sexy, claro. Eso sería… demasiado. Demasiado directo. Demasiado… sentimental. Pero cuando salió del probador, con ese vestido, le dije que le quedaba increíble. Que me encantaba cómo se le veía. Y fue la verdad. Me quedé mirándolo un rato, analizando cada detalle, cada curva, cada línea de su cuerpo. Y en ese momento, en medio de esa tienda llena de gente, supe algo con total certeza: estoy profundamente enamorado de él. Profundamente, y sin ninguna duda. Un sentimiento que me sorprendió, que me conmovió, que me dejó sin aliento. Un sentimiento que, a pesar de mi reticencia a admitirlo, me llena de una extraña y persistente calidez.
La sala de juegos fue un respiro, un regreso a la familiaridad. Mi territorio. Dominé cada juego, como era de esperar. Soy demasiado bueno. Demasiado bueno para mi propio bien. Pero dejé que ganara en algunos. Ver esa sonrisa en su rostro, esa alegría genuina, esa satisfacción infantil… vale la pena fingir que no soy tan bueno como soy. Es un idiota, sí, pero es mi idiota. Y me encanta verlo feliz. Incluso si eso significa dejarlo ganar en un juego de carreras de mierda.
Mientras tomábamos helados –su elección, por supuesto–, me di cuenta de algo. Este día, este día de compras aparentemente trivial, se convirtió en algo más. Se convirtió en un recuerdo, un momento compartido, un pequeño pedazo de nuestra historia. Y me di cuenta de que, a pesar de mi negación constante, estoy profundamente, irremediablemente, y completamente enamorado de ese idiota. Y esa inquietud… esa inquietud persiste. Pero ahora, sé que es una inquietud que no quiero que desaparezca. Es una inquietud que me dice que estoy vivo. Que estoy sintiendo. Que estoy… enamorado.
"Te amo Izuku. Siempre te amaré solo a ti."
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