Ariana una joven de veinte años es obliga a casarse con un hombre que no conoce, todo para salvar la vida de su padre, el único familiar que le queda en esta vida, ella terminará amando y odiando al hombre con el que le tocó compartir su vida, pero no sabrá si es más el odio o el amor lo que mad siente por ese hombre.
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#19
Sergio interrumpió los besos, consciente de que, si no lo hacía, esa noche podría suceder algo más. Conociendo a Ariana, temía que ella pudiera arrepentirse más adelante. Aunque las ganas de estar con esa flaca no le faltaban, se obligó a parar. Ella se separó y en sus ojos la inocencia se había perdido. Limpiándose los labios, apenada aceptó la cena que Sergio había preparado para ella. Pero con más vergüenza, pidió permiso para ir al baño. Era la primera vez que algo así le sucedería.
Ariana llegó al baño y cerró la puerta con seguro. Su mente era un torbellino de emociones y sensaciones desconocidas. Bajó sus bragas y notó algo cristalino en la tela. Cuando tocó su zona baja, se dio cuenta de que estaba mojada por los besos de Sergio. Se miró al espejo, buscando alguna señal de qué hacer a continuación, pero solo encontró su propia imagen, ruborizada y un poco asustada. Sabía que tenía que salir del baño para cenar, pero no sabía cómo enfrentarse a Sergio después de lo que había sucedido.
Mientras tanto, Sergio estaba sentado en la mesa, esperando a que Ariana volviera a comer. Su amigo, grande y despierto, no tenía ninguna intención de calmarse. Tomó una respiración profunda y trató de pensar en otra cosa, en cualquier cosa que no fuera la sensación de los labios de Ariana contra los suyos, en la forma en que su cuerpo había reaccionado al contacto.
Finalmente, Ariana salió del baño. Caminó hacia la mesa con pasos cautelosos, y Sergio la recibió con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora. Se sentaron y comenzaron a comer en silencio, una comida acogedora pero cargada de tensión.
Ariana tomó un bocado de la comida, deliciosa como siempre. Sergio era un excelente cocinero, y siempre había disfrutado de sus cenas. Pero esta vez, la comida parecía tener un sabor diferente, más intenso, más difícil de saborear con la mezcla de emociones que bullía dentro de ella. Miró a Sergio de Reojo, notando cómo sus manos se movían con precisión y cuidado, como si cocinar fuera una forma de calmarse.
El silencio se alargó, pero no era incómodo, sino más bien un espacio necesario para que ambos procesaran lo que había sucedido. Ariana recordó cómo sus labios se habían encontrado con los de Sergio, primero con timidez y luego con una pasión que no había esperado. La intensidad del momento había sido abrumadora, y ahora, sentía una mezcla de vergüenza y deseo.
—¿Te gusta la cena? — preguntó Sergio de repente, rompiendo el silencio con una voz suave y considerada.
Ariana asintió rápidamente. —Sí, está delicioso. Gracias—
Sergio sonrió, aunque podía sentir la tensión en el aire. Sabía que la mejor forma de manejar la situación era no presionar a Ariana. La había cocinado la cenar con la intención de pasar un buen rato juntos, no para que las cosas se salieran de control. Pero la química entre ellos era innegable, y ahora, tenían que encontrar la forma de seguir adelante sin que las cosas se volvieran incómodas.
Ambos continuaron comiendo, sus mentes viajando a través de los recuerdos recientes de los besos y las caricias. Para Ariana, cada bocado era una lucha por mantener la compostura. Para Sergio, fue un intento por distraerse del deseo palpable que sentía. Pero a pesar de la incomodidad, había algo reconfortante en compartir ese momento juntos.
Después de lo que pareció una eternidad, terminaron la cena. Sergio se levantó para recoger los platos, y Ariana se ofreció a ayudar. Trabajaron en silencio, uno al lado del otro, sus movimientos sincronizados en una danza silenciosa de colaboración y respeto. Mientras lavaban los platos, las manos de Sergio rozaron las de Ariana, y ambos sintieron un escalofrío recorrerles el cuerpo.
—Gracias por la cena, Sergio— dijo Ariana cuando terminaron. Su voz era apenas un susurro, pero sus palabras estaban cargadas de sinceridad.
—No hay de qué, Ari. Me alegro que te haya gustado— respondió él, mirándola a los ojos. Había algo en su mirada que decía más de lo que sus palabras podían expresar. Un entendimiento silencioso, una promesa de que todo estaría bien.
Decidieron sentarse en el sofá un rato, intentando recuperar la naturalidad que siempre había caracterizado su relación. La conversación fluyó de manera más ligera esta vez, hablando de temas triviales, de recuerdos compartidos y de planes futuros. Poco a poco, la tensión se fue disipando, dejando lugar a una sensación de calma y comodidad.
Finalmente, la noche llegó a su fin. Ariana acompañó a Sergio hasta la puerta, y ambos se miraron, sin saber muy bien cómo despedirse. —Cuídate, Ari— dijo Sergio, con voz baja y gentil.
—Tú también, Sergio. Gracias por todo— respondió ella, con una sonrisa tímida.
Se abrazaron brevemente, un abrazo lleno de cariño y comprensión. Cuando Sergio se alejó, Ariana se quedó en la puerta, mirándola desaparecer en la noche. Cerró la puerta y suspiró, sabiendo que esa noche había sido un punto de inflexión en su relación. Mientras se dirigía a su habitación, su mente seguía repasando cada momento, cada beso, cada palabra.
Sergio, por su parte, condujo hacia su casa con el corazón acelerado y una mezcla de emociones en su pecho. Sabía que algo había cambiado entre ellos, y aunque no estaba segura de qué significaba, sentía que, de alguna manera, todo estaría bien.
Esta vez condujo suavemente mientras se recuerda de los besos, su mente estaba en aquel momento, pero sus ojos se iluminaron al ver como un mensaje de texto entra a su bandeja de entrada, era ella pidiéndole que regresara, sin pensarlo dos veces Sergio giro el auto y se devolvió a casa de Ariana.