En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XIII Desilusión
La tormenta arreciaba cada vez más fuerte, el miedo era notorio en Valeria. Gabriel notó que su esposa no estaba bien, así que se acercó a ella y la tomó entre sus brazos. “Tranquila, estoy aquí para protegerte”.
Una vez sintió los fuertes brazos de su esposo, Valeria dejó de temblar, “perdón”, susurro Valeria.
“Por qué pides perdón?”, pregunto Gabriel confundido.
“Por no ser una mujer fuerte”, respondió Valeria separándose de su esposo.
“¿Quién dijo que no eres fuerte?”, pregunto Gabriel intrigado.
“Nadie tiene que decírmelo, yo se lo que soy”, dijo Valeria restándole importancia a sus palabras.
Gabriel no quiso caer en discusiones con su esposa, en vez de eso la volvió a abrazar fuertemente aspirando el olor a flores que expedía su cuerpo, el deseo que había reprimido hasta ahora volvió a hacerse presente y sin pensar volvió a besar los suaves labios de Valeria. Ella también se dejó llevar por lo que estaba sintiendo y le siguió el beso a Gabriel, quien empezó a acariciar suavemente la piel desnuda de su esposa.
Quitando poco a poco la cobija que cubría el delicado cuerpo de Valeria, mientras se iba perdiendo en el deseo, Gabriel besó cada parte descubierta del cuerpo de su esposa. Los gemidos se hicieron presentes inundando la pequeña cabaña, y el fuego de la chimenea junto a las gotas de lluvia que golpeaba el suelo fueron testigos de la entrega total entre dos almas que desde un principio estuvieron destinadas a estar juntas.
Valeria se quedó dormida entre los brazos de Gabriel, mientras que él solo pensaba en que si todo eso era un error, pero si era un error entonces fue el error más bello que jamás había cometido.
Era media noche cuando finalmente la lluvia cesó, Valeria se despertó al ya no sentir más las gotas de agua golpeando el suelo.
“Vuelve a dormir, aún no amanece”, dijo Gabriel somnoliento.
“Perdón por despertarte, solo quería verificar que de verdad ya no estaba lloviendo”, respondió Valeria nerviosa.
Gabriel la sostuvo entre sus brazos, para volver a quedarse dormido; sin embargo, Valeria tenía una mezcla de miedo y felicidad que no la dejaban dormir, por un lado tenía miedo por lo que le deparaba el futuro, se había entregado a Gabriel, ahora eran un matrimonio real y eso la hacía muy feliz.
Con dudas en su cabeza, Valeria logró dormirse finalmente, sintiendo que todo era un sueño. Al día siguiente la luz del sol entró por las ventanas de la cabaña, despertando a la pareja de recién casados.
“Ya amaneció, debemos volver al castillo”, comentó Gabriel distante.
Valeria sintió como algo no estaba bien, pero prefirió ignorar su sexto sentido e ir a ponerse su ropa, la cual ya se había secado. Al volver a la sala encontró a Gabriel listo para partir, ella esperaba que al menos le dijera algo de lo ocurrido aquella noche, pero en su lugar se encontró con un hombre frío y distante. Sin querer caer en polémicas, ella tomó sus cosas y salió de cabaña sin voltear a ver a su esposo. Se sentía una estúpida por caer en las redes de Gabriel, era obvio que ya había obtenido lo que quería y que ahora ya no era de interés para él.
Caminando de vuelta al castillo Valeria empezó a estornudar, sentía como si su piel estuviera helanda, pero por dentro sentía un fuego consumiéndola, la cébela le dolía y sentía que cada paso que daba, lo daba encima de brazas ardientes. Aún faltaba mucho camino por recorrer y ella sentía que ya no podía más. Gabriel iba delante de ella, con un torbellino en su corazón, no podía negar que hacer el amor con Valeria fue una experiencia maravillosa, ella era tan dulce e inocente que lo hizo perder la razón, pero también sabía que no podía llegar tan lejos con ella, pues la persona que estaba detrás de su venganza se lo advirtió, él no podía enamorarse de ella.
Sin mirar atrás continuó caminando, hasta que decidió dirigirle la palabra a Valeria, “ya casi llegamos, ¿te encuentras bien?”. Al no obtener repuesta de su esposa, Gabriel se detuvo y volteó a ver que le pasaba a Valeria.
Con gran temor corrió hasta Valeria quien estaba mojada en sudor. “¿Qué tienes?, no te ves bien”, dijo Gabriel tratando de tocar la frente de Valeria.
“No me toques, no tienes porque preocuparte por mi”, dijo Valeria apartando a Gabriel con las pocas fuerzas que le quedaba.
“No seas infantil, así como estas no podrás llegar al castillo, ven te llevo cargada”, ordeno Gabriel tratando de agarrar a Valeria.
“Te dije que no me toques, no quiero que me toques, no quiero que me lastimes nuevamente”, las palabras de Valeria atravesaron el corazón de Gabriel, él sabía que ella lo rechazaba por la manera en cómo se porto por la mañana, después de lo sucedido por la noche.
“No me rechaces, yo solo quiero ayudarte te ves muy mal y estoy seguro que te sientes mal, solo déjame ayudarte, eres mi esposa y no quiero que te pase nada malo”
“Ja, ja, ja, eres tan hipócrita, yo no soy nada tuyo, así que déjame en paz y desde ya te lo digo. Me quiero divorciar de ti, no quiero saber nunca más nada de ti. Ve y busca a tu amada Aurora y se feliz con ella, pues yo no te necesito, siempre me he defendido sola y se que de esta voy a salir”, la mención de la palabra divorcio lleno de angustia el rígido corazón de Gabriel. El no podía permitir que ella lo dejara, su deber era protegerla de todos incluido el mismo.